Las películas de Hollywood con sus legiones de superhéroes se han encargado de popularizar la leyenda de que la Marina de los Estados Unidos con sus portaviones y sus destructores es invencible, y ¡ay de aquél o de aquellos que se atrevan a acercarse aunque sea a una distancia razonable de unos cinco kilómetros de sus buques de guerra, porque la artillería aérea hundirá de inmediato al osado que se atreva a desafiar a la Marina de guerra norteamericana! Supuestamente cuentan con todo lo más avanzado en tecnología, con radares potentes capaces de poder detectar el vuelo de una mosca a un kilómetro de distancia, con cañones de artillería equipados con software y con microelectrónica que les proporciona una puntería que les permite siempre dar en el blanco a varios kilómetros de distancia, y con una organización militar presente en dichos buques las 24 horas del día como corresponde a las necesidades de un buque de guerra cuyos servicios se pueden requerir en tiempos de conflicto bélico. Esa es la imagen que Hollywood quiere proyectar, y es la misma imagen que la Marina muestra en su propaganda para atraer a nuevos reclutas.
Sin embargo, sucesos recientes ponen en duda estas fantasías. Ya durante la Segunda Guerra Mundial el imperio de Japón había demostrado a los norteamericanos que su Marina no era invencible ni mucho menos al destruírle su flota en el Pacífico con el ataque a Pearl Harbor que tomó completamente desprevenidos a los militares norteamericanos. Tras esa dura lección, los norteamericanos se empeñaron en construír portaviones y destructores cada vez más poderosos, habilitando constantemente la capacidad tecnológica de los mismos invirtiendo para ello billones y billones de dólares. Uno supondría que con el tiempo transcurrido, después de tan colosales inversiones y mejoras en tecnología, los buques norteamericanos de guerra realmente habrían sido convertidos con el comienzo del nuevo milenio en fortalezas flotantes inexpulgables. Si tal era la suposición, fue un simple buque de la marina mercante de Filipinas el que sin querer hundió tal reputación sin necesidad de tener que disparar un solo torpedo. Y en lo que toca al buque filipino, sigue a flote.
Hace unos cuantos días, los noticieros reportaron la colisión entre el destructor USS Fitzgerald y el mercante filipino ACX Crystal, quedando el otrora invencible e inexpulgable destructor en un estado francamente lamentable, y si hubieran sido tiempos de guerra no habría sido necesario disparar más de unos cuantos misiles para terminar de hundirlo, esto además de la muerte de siete marinos y 59 heridos que ya están siendo proclamados como héroes de guerra pese a que cuando ocurrió la colisión la mayoría de los marinos estaban durmiendo tranquilamente confiando en que los pocos que estaban arriba en vigilia estarían haciendo bien su trabajo. Francamente, el destructor de la Armada de Estados Unidos quedó en un estado como para dar lástima, y su reparación y relanzamiento al mar de seguro va a terminar costándole a los contribuyentes norteamericanos varias decenas de millones de dólares.
Lo que le sucedió al USS Fitzgerald es algo que no debería haber sucedido ni en sueños. Le sucedió algo parecido a lo que le sucedió al Titanic, el cual se hundió al fondo del mar a causa de una colisión con un iceberg ocurrida durante la noche que tomó completamente desprevenida a la tripulación. Uno supondría que con lecciones históricas como el Titanic los norteamericanos no lanzarían al mar buques de guerra sin contar con un sistema de vigilancia nocturno capaz de detectar la proximidad de algo tan grande como un buque de la marina mercante, ya no se diga un destructor perteneciente a la Marina de una nación hostil a los Estados Unidos como Corea del Norte. Esta es la fotografía del ACX Crystal:
Si el USS Fitzgerald, con todo y su sumamente costosa tecnología electrónica y radares de punta fue completamente incapaz de detectar la proximidad de algo de tan grande como el ACX Crystal para así poder evitar la colisión comunicándose por radio con el capitán a bordo del ACX Crystal para al menos detener el avance de ambos buques, la pregunta obvia sería: ¿cómo demonios podría detectar un destructor como el USS Fitzgerald la proximidad nocturna de algo tan pequeño como una lancha de gran velocidad maniobrada por terroristas islámicos suicidas cargados con centenares de kilos de explosivos de alto grado dispuestos a impactarse contra cualquiera de los destructores norteamericanos con la finalidad de hundirlos en el mar dándole un duro golpe al orgullo norteamericano? La respuesta obvia que no se atreven a dar los Almirantes de la Marina norteamericana es que no se puede. Un puñado de terroristas musulmanes suicidas malolientes sin ganas de vivir aproximándose de noche a gran velocidad en una lancha a un destructor norteamericano tienen toda la ventaja para poder hundirlo, asestándole un golpe propagandístico al gobierno de Estados Unidos dejando en ridículo la supuesta enorme superioridad de la marina de guerra norteamericana. Y esto no es una cosa hipotética, se trata de algo que ya sucedió en el pasado con el atentado contra el USS Cole, y si el destructor norteamericano USS Cole no se hundió fue no solo por “un milagro de Alá concedido a los infieles” sino más bien porque los terroristas suicidas no llevaban consigo suficiente material explosivo costoso de alta calidad (como el C4) que les hubiera permitido perforar el blindaje del destructor abriéndole un boquete lo suficientemente grande para borrarlo de la lista de destructores comisionados por la Marina norteamericana.
La presencia actual de una gran cantidad de destructores norteamericanos en el Mar de Japón tiene como objetivo principal servir como una advertencia de disuasión en contra del líder norcoreano Kim Jong Un. Pero el accidente reciente que ha expuesto lo impreparada que está la Marina norteamericana para un ataque deliberado posiblemente tiene al líder norcoreano desternillándose de la risa, esto además de incidentes ridículos y francamente embarazosos como lo que sucedió el 9 de abril de 2017 cuando el Presidente Trump ordenó el despliegue de barcos de guerra cerca de Corea del Norte y tras ser emitida la orden presidencial la Armada norteamericana tomó la dirección contraria, alejándose de Corea del Norte. Todavía hace poco, el gobierno norcoreano afirmó a través de Rodong Sinmun, el periódico del gobernante Partido de los Trabajadores, que “Nuestras fuerzas revolucionarias están preparadas para combatir a un portaaviones estadounidense con una solo solo golpe”. Aunque los medios en Estados Unidos restaron importancia a ésta advertencia de Corea del Norte por considerarla puro “bluff”, después de lo sucedido en el accidente de un “indestructible” destructor norteamericano con un buque de la marina mercante hay analistas que consideran que, al fin y al cabo, esto está dentro de lo posible.
Los contribuyentes norteamericanos deberían de estar sumamente indignados por el enorme despilfarro de sus dineros en buques de guerra con tantas limitaciones y debilidades que salen a flote cuando a los Almirantes de la Marina norteamericana se les vuelve imposible seguir ocultando tales limitaciones y debilidades. Mucho más efectiva puede ser la construcción de bombarderos de largo alcance que son mucho más difíciles de alcanzar por comandos de terroristas islamistas suicidas que andan a pie o en lanchas remendadas, pero más importante para el gobierno de Estados Unidos es la preservación de los miles de empleos que significa la construcción y el mantenimiemto de su gigantesca y onerosa flota naval. De no ser por ésta última consideración, el imperio militar más poderoso de la tierra tal vez habría recortado severamente desde hace tiempo las inversiones en su flota naval, empleando a los oficiales y marinos en otras actividades tales como sumarse a las labores del Departamento de Inmigración en la cacería de indocumentados con la que el Presidente Trump está obsesionado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario