Había un tiempo en el que las ideologías de cada partido estaban claramente definidas y esas posturas ideológicas no se negociaban. Así, mientras la derecha (PAN) era decididamente pro-empresarial, anti-aborto y homofóbico, la izquierda socialista (PRD, PT) apoyaba a las mujeres mexicanas en su decisión personal de abortar y apoyaba las bodas civiles de los gays. Era por lo que luchaban, era por lo que peleaban. Pero en 2018 estamos presenciando una cosa completamente diferente. La lucha no es por ninguna ideología, es por el poder; punto. Por esto mismo no fue ningún problema que la derecha y la izquierda (PAN y PRD) haciendo a un lado sus supuestas diferencias ideológicas se dieran en 2017 el abrazo de Acatempan y pactaran una alianza llamada Frente Ciudadano por México, cuyo único propósito es “sacar al PRI de Los Pinos” para (obviamente) “meter al PAN a Los Pinos”, o sea a Ricardo Anaya, con el apoyo decidido de un partido que se dice de izquierda pero que ya dejó de serlo desde hace buen tiempo. Lo de la conciliación de ideologías ya vendrá después, o tal vez nunca en caso de tratarse de diferencias irreconciliables, aunque eso es lo de menos, porque lo único que importa es el poder. Es un “quítate que ai' voy yo” aunque insistan en negarlo el PAN y sus convenencieros aliados que ven por sus propios intereses personales. Por eso no hay propuestas concretas de fondo. Los votos de la gente se buscan compitiendo para ver quién saca los mejores spots promocionales en la televisión con las tonadas musicales más pegajosas; y los votos se buscan también compitiendo para ver quién elabora las mejores campañas negras con los ataques más duros y arroja la mayor cantidad de lodo y estiércol en contra de los demás aspirantes al poder. Para políticos como Ricardo Anaya es más fácil decir “hay que sacar al PRI de Los Pinos” que decir hay que volver a meter al PAN a Los Pinos porque “ahora sí le vamos a cumplir al pueblo de México todas las promesas de cambio que nunca le cumplimos en los doce años que estuvimos en el poder”. Hay promesas, desde luego, la mayoría de ellas incumplibles, como la promesa de universidad gratuita, aunque lo más fácil es desdecirse después (una vez logrado el objetivo de afianzar en las manos el codiciado poder) argumentando que eran “promesas del corazón”, dejándoles a los engañados electores un mal sabor de boca y la impresión de que simplemente se les vió a todos ellos la cara de babosos.
Ricardo Anaya, el precandidato presidencial por el Frente Ciudadano, ha tomado como su principal lema de campaña la misión casi sagrada de “Sacar al PRI de Los Pinos”, seguramente porque ese lema de campaña le funcionó muy bien en épocas pasadas al Partido Acción Nacional. Le funcionó muy bien a Vicente Fox en el año 2000 cuando el PRI perdió por primera vez la presidencia de México después de haber ejercido el poder desde la silla presidencial por siete décadas consecutivas manteniendo una estructura partidista disciplinada en los tiempos del partido único en los que el PRI estaba acostumbrado a ganar “de todas todas” arrebatándole a la oposición todos sus triunfos, desde las gubernaturas en cada estado hasta sus triunfos minúsculos en alguna que otra alcaldía, en lo que Mario Vargas Llosa calificó como la dictadura perfecta. Era una especie de dictadura con apariencia de democracia, pero la supuesta democracia era en realidad una mera apariencia. Sin embargo, las cosas han cambiado mucho, y el lema reciclado “sacar al PRI de Los Pinos” hoy suena anacrónico y pasado de moda.
“El PRI corrupto se tiene que ir” repite hoy sin parar el panista Ricardo Anaya en sus cientos de promocionales políticos por televisión. El problema con su dicho es que en las elecciones presidenciales de 2012 nadie incluyendo al mismo PAN decía “el PRI corrupto se tiene que ir” porque el que estaba en el poder no era el PRI sino el PAN; y al menos una mayoría de los mexicanos hartos del PAN decían el PAN corrupto se tiene que ir. La pérdida del PAN de la silla presidencial en 2012 fue tan contundente, que el PAN no solo no pudo quedar en segundo lugar, sino que quedó en un distante tercer lugar (Enrique Peña Nieto del PRI quedó en primer lugar, y el izquierdista Andrés Manuel López Obrador quedó en segundo lugar). El presidente nacional del PAN en ése entonces era Gustavo Madero, y hoy que intenta fulgurar de nuevo subvencionado por los chihuahuenses en un puesto de gobierno para el cual no lo eligieron ni votaron por él no le gusta que le recuerden la debacle electoral panista en la elección presidencial de 2012 ni le gusta que el pueblo de México se acuerde de la caída del PAN del poder. Y si bien en un pasado que se antoja cada vez más distante se podía afirmar con certeza que el PRI en los tiempos del partido-Gobierno monolítico sin nada para la oposición recurría con frecuencia al fraude electoral para poder garantizar el triunfo de sus candidatos, en la elección presidencial de 2012 con los procesos electorales manejados por el Instituto Federal Electoral (Instituto Nacional Electoral) fuera del control directo de las manos del gobierno o de cualquier partido político, se puede afirmar que el PRI se ganó el triunfo a pulso, en buena lid, sin haber recurrido a ningún fraude electoral, sin haber recurrido a ninguna de las muchas trampas de las cuales se le acusaba en el pasado. Encima de que el PRI ganó honestamente las elecciones presidenciales de 2012, se puede suponer también que, más que votar por el PRI para regresar al PRI a Los Pinos, el pueblo de México emitió un duro voto de castigo para “sacar al PAN de Los Pinos”. El PAN no quería perder el poder, porque una vez habiendo saboreado las mieles y los privilegios del poder les gustá tanto a los panistas que tenían toda la intención del mundo de convertirse en una nueva versión del viejo PRI, esto es, un partido perpetuado en el poder sin soltarlo jamás; y si hubieran quedado en segundo lugar es posible que habrían exigido nuevas elecciones acusando fraude electoral o cualquier otro argumento semi-legal para anular las elecciones, pero como el PAN quedó en tercer lugar no le quedó más remedio que asimilar la derrota y aceptar el mensaje de castigo enviado por los electores.
Al precandidato presidencial panista Ricardo Anaya se le pueden revertir muy fácilmente sus ataques feroces de hoy a lo que implementó en sus acciones de gobierno el presidente emanado del PRI Enrique Peña Nieto, por el simple hecho de que el mismo PAN suscribió el famoso Pacto por México con el cual entraron en vigor una serie de reformas cuyas consecuencias son las mismas que hoy ataca tan despiadadamente Ricardo Anaya a quien no le gusta que nadie le recuerde al PAN el apoyo decidido que dió hace apenas seis años al Pacto por México, ni quiere que nadie le recuerde estas cosas al pueblo. Cuando se materializó el Pacto por México, allí estaba el PAN en la foto de oportunidad tratando de colgarse las medallas del acuerdo. Como dijera un analista al criticar a quienes hoy quieren sacar al PRI de Los Pinos para tomar comodinamente su lugar y disfrutar de las mieles del poder: “Parecen zopilotes carroñeros que se lanzan sobre los restos mortales del sexenio que agoniza no buscando el bien del pueblo sino el bien de sus propios bolsillos (que en el caso de Ricardo Anaya se trata de enriquecimientos inexplicables con fortunas multimillonarias trianguladas a través de sus suegros y demás familiares que han pasado de clase media a clase alta o inclusive super-alta sin haber tenido que entrarle a los sorteos de la Lotería Nacional). En ése entonces no hubo un solo panista en las filas del PAN que protestara en contra de la coalición del Pacto por México, mostrando la misma disciplina partidista que tanto le critican al PRI. ¿Entonces el PRI de hace seis años sí era honesto y hoy que está en juego la presidencia ya no lo es? ¿Quién lo dice? ¿Ricardo Anaya, propietario con el monopolio de la verdad absoluta, cargado en hombros por sus colegas blanquiazules?
Ricardo Anaya tiene que tener mucha sangre fría y mucho cinismo en sus venas al contender por la presidencia de México diciendo “el PRI corrupto se tiene que ir” teniendo al mismo tiempo bastante cola que le pisen como el escandaloso asunto de los 308 millones de pesos desviados a través de su suegro así como el estilo de vida multimillonario de Ricardo Anaya Cortés que fue exhibido al conocerse que su familia vive en Atlanta, Estados Unidos, entre rentas, colegiaturas y gastos eroga 4.5 millones de pesos al año de acuerdo con un reportaje de El Universal junto con su acaudalada familia de nuevos multimillonarios, usando tiempos de estado para atacar al medio que tuvo la osadía de revelar tanta corrupción y decadencia al pueblo de México:
Veamos: un trabajador en México que gana un salario mínimo de 90 pesos diarios juntaría en un año (365 días) 32 mil 850 pesos, o sea 3 millones 285 mil pesos en cien años, o sea unos 328 millones en diez mil años, y esto suponiendo que en los diez mil años no comerá absolutamente nada, ni gastará un solo centavo en ropa, alimentos, agua, luz, gas, transporte, ahorrando hasta el último centavo que percibe para juntar los 328 millones de pesos. Sin embargo, Ricardo Anaya, dedicándose a la política, ha logrado juntar casi la misma cantidad en menos de una década, y ello comiendo bien, viviendo bien y paseándose bien a costillas del dinero del pueblo de México. ¿Y todavía así el “pirruris” tiene la hipocresía de estar repitiendo como perico “el PRI corrupto se tiene que ir”? ¿Para qué? ¿Para meter a otro aún más corrupto? Esa no parece ser la intención con la cual los atenienses crearon el concepto de la democracia.
El día de hoy se publicó en el principal periódico de la ciudad en la que vivo un editorial diciendo: “Habrá que elevar en hombros del crudo pragmatismo al panista Ricardo Anaya Cortez si alcanza la Presidencia de la República. Debió salvar Anaya hasta con ferocidad el obstáculo que representó el calderonismo en el estómago panista, desolló en vida a quienes le metieron el pie, lo empujaron y lo patearon en su marcha hacia Por México al Frente... y ahora tendrá que hacer lo propio para sofocar las múltiples rebeliones surgidas en buena cantidad de estados de la república contra la repartición de candidaturas. Ricardo está buscando asegurar la candidatura presidencial para él pero sin tomar en cuenta la opinión de panistas, perredistas y naranjas aliados en todo el país. La comparación sonará todo lo odiosa y repelente que pueda significar pero sin duda será un Hitler ganador de la segunda guerra mundial. Su conducta, sus modos, su historial no son distintos al temido exjefe del Tercer Reich alemán. De ahí que no represente ninguna gracia hablar del reconocimiento pragmático a su eventual triunfo presidencial. Colima, Nuevo León, Chiapas, Jalisco, Tamaulipas y otros estados han tronado contra el virtual candidato del Frente porque no dejó nada a los panistas. O entregó todo al Movimiento Ciudadano o al PRD. En Colima se quedó el partido naranja con el número uno de la fórmula de candidatos a senadores con una votación que apenas roza el tres por ciento, solo como ejemplo. La apuesta es por el todo o nada.”
Al final de cuentas, nada de lo anterior le importa un soberano cacahuate a Ricardo Anaya, porque su mensaje central es “hay que sacar al PRI de Los Pinos”, es lo único que importa (según él). Para “volver a meter al PAN a Los Pinos”, desde luego. Y quizá repetirle al pueblo de México en el sexenio 2018-2024 una experiencia tan mala como la que tuvo México en el sexenio 2006-2012 cuando el PAN gobernaba a México desde Los Pinos; y Ricardo Anaya se enriquecía a manos llenas gracias a la política... y al pueblo de México. No hay nada nuevo bajo el Sol.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo. Si algo nos ha costado caro a los mexicanos es la escasa memoria histórica. :/
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