Una protesta inusual tuvo lugar ante el Senado de México. La protesta se llevó a cabo al amparo que conceden las leyes en México para que en su territorio cualquier persona tenga el libre derecho de manifestarse y expresar libremente su opinion sobre cualquier tema, y ello incluye también a ciudadanos de otros países que se encuentren en México (no siempre fue así, en otros tiempos el segundo párrafo del artículo 33 constitucional establecía la prohibición expresa a los extranjeros de intervenir en asuntos políticos).
Los manifestantes eran unos hondureños que reclamaban indignados la aplicación del Programa Frontera Sur implementado para regular el ingreso de los extranjeros por la frontera sur del país.
En México desde hace buen tiempo han existido y se han tolerado centros de albergue y ayuda para los migrantes centroamericanos que ingresan a México no como turistas o como estudiantes de intercambio sino en calidad de indocumentados con la única finalidad de usar a México como la ruta de tránsito para ingresar ilegalmente a los Estados Unidos de Norteamérica, centros como Hermanos en el Camino de Oaxaca y la Casa del Migrante en Tijuana, en donde se les da de comer y se les proporciona hospedaje en su tránsito hacia su ingreso ilegal en territorio norteamericano. Estos centros de ayuda operan sin que las autoridades migratorias de México se anden metiendo ahí para detener y deportar a quienes se encuentren en México sin permiso de ingreso legal y sin recursos económicos para sostenerse mientras se encuentren en el país. Son tolerados y hasta cierto punto respetados. Pero últimamente esto ya no es suficiente, y los indocumentados parecen estar reclamando todavía més llegando a extremos que ni siquiera los propios ciudadanos mexicanos piden para sí.
Si hemos de hacerle caso a los manifestantes hondureños, ellos quisieran que de inmediato y a la voz de ¡YA! el Programa Frontera Sur sea desaparecido, y que también se remueva de la frontera sur de México todo tipo de inspección aduanera y migratoria para que así de este modo cualquiera sin necesidad de pasaporte o documento alguno se pueda meter a México por la frontera sur cuando le dé su regalada gana, lo cual sería ciertamente del agrado de todos los terroristas musulmanes de Medio Oriente que con algo así no tendrían mayores problemas para llegar hasta la frontera con Estados Unidos para poder meterse en la Unión Americana y empezar a llevar a cabo todo tipo de locuras como las que los terroristas seguidores del Islam acostumbran llevar a cabo.
Entre los manifestantes había varios mutilados que han perdido alguno de sus miembros por caerse del tren en que viajaban de “trampas”, el famoso tren conocido como La Bestia, y protestaban también indignados casi casi queriendo culpar a México por lo que les sucedió.
Sin tratar de minimizar la pena de haber perdido un miembro importante del cuerpo al caerse del tren mientras los indocumentados viajaban de “trampas” y haberse mutilado un pie, una pierna o un brazo al pasar las ruedas del tren después de haberse caído, es realmente injusto que los indocumentados hondureños traten de culpar a México por lo que les sucedió. Al subirse al tope de los vagones de un tren en movimiento, todo por ahorrarse unos cuantos pesos de lo que cuesta un boleto en camión, el que toma tales riesgos sabe muy bien a lo que se está exponiendo cuando trata de hacer actos propios de un malabarista de circo. El país en que se encuentra no tiene la culpa de que tome tales riesgos y enfrente tales peligros.
¿Pues qué es lo que quieren los indocumentados hondureños que haga México? ¿Que le regale a cada indocumentado que llega a la frontera sur de México un boleto de camión, o mejor aún un boleto de avión, para que así pueda trasladarse en forma rápida y segura hasta la frontera con los Estados Unidos para así poder ingresar ilegalmente a dicho país? ¿Eso es lo que quieren; que México se convierta en su cómplice en su intención manifiesta y deliberada de romper las leyes de otro país? Parece que esto es ya demasiado pedir.
Los indocumentados hondureños se quejan amargamente de que en México muchos de ellos son asaltados y las jóvenes indocumentadas son frecuentemente violadas por pandilleros que asolan las rutas por las que transitan. Pues para su conocimiento y por si no lo saben, no solo ellos son víctimas en México de estos delitos. También muchos ciudadanos mexicanos son víctimas de pandilleros, y estos delincuentes no conceden preferencias a la hora de cometer sus atracos, sus extorsiones y violaciones, jalan parejo.
¿Acaso quieren los indocumentados hondureños que el gobierno de México les conceda una protección policiaca especial que los acompañe desde que ingresan a México hasta que llegan a la frontera con los Estados Unidos, brindándoles una protección absoluta para que así puedan lograr su objetivo de violar las leyes migratorias de los Estados Unidos? ¿O sea que quieren recibir una protección policiaca especial de la que no gozan en su gran mayoría los mismos ciudadanos mexicanos nacidos en México?
Cuando alguien viaja a otro país, por ejemplo a Brasil, y se quiere meter de noche a una favela de mala reputación y termina siendo víctima de la delincuencia, está en todo derecho de culpar a los delincuentes y de pedir que las autoridades tomen conocimiento de su caso para aprehender a los delincuentes aplicándoles algún castigo. Pero no tiene la razón ni está en su derecho de culpar a Brasil como país de lo que le sucedió.
Y en todo caso, Honduras no es un paraíso en el que no exista la delincuencia. También allí tienen asaltantes y violadores y también allí tienen sus estadísticas de criminalidad; muchos indocumentados centroamericanos argumentan la inseguridad en sus países de origen como la razón por la cual se salieron de sus países (en realidad, la razón principal es el deseo de ganar dólares, aunque ciertamente hay casos en los que la inseguridad es un factor de expulsión de nativos). Si en Honduras la criminalidad fuera cero, de todas partes del continente la gente estaría tratando de migrar hacia Honduras en lugar de salirse del país.
Los indocumentados hondureños que hoy protestan airados en México en las afueras del Congreso reclamándole a México que no les haya dado todas las facilidades y garantías para hacerse cómplice de ellos en su declarada intención de violar las leyes migratorias de otro país deberían de ponerse a pensar que, puesto que no pudieron ingresar a los Estados Unidos en calidad de ilegales (por eso están hoy aquí en México), y puesto que no han regresado a Honduras (de haberse regresado voluntariamente a Honduras, no estarían realizando sus protestas y manifestaciones en México), la manutención de ellos (alimentación, hospedaje, transporte, atención médica, costo de las prótesis y aparatos con que hoy cuentan para tratar de rehacer sus vidas) ha corrido no por cuenta de los Estados Unidos, país que los rechaza, ni de su natal Honduras, país que por lo visto no los quiere, sino de México, o mejor dicho, de mexicanos caritativos que se está haciendo cargo de ellos en todas sus necesidades. Ya que están haciendo manifestaciones de protesta, al menos también deberían hacer una que otra marcha o manifestación de agradecimiento al país que hoy es huésped de ellos, algo que no hemos visto hasta la fecha y que posiblemente no veremos jamás, porque hasta la fecha estos visitantes se han comportado como el auténtico “limosnero con garrote”.
Lo mejor para México, desde luego, sería que los aspirantes a ingresar ilegalmente a territorio norteamericano lo hicieran a través de otro país como Canadá, otro país al cual pudieran echarle la culpa de no haber logrado su objetivo de entrar ilegalmente a territorio norteamericano para lograr su “sueño americano”, otro país al cual pudieran echarle la culpa de haber sufrido un accidente o percance grave con la pérdida de algún miembro del cuerpo, otro país al cual pudieran echarle la culpa de sus malas experiencias con la delincuencia. Pero esto no va a currir ni a corto, ni a mediano ni a largo plazo; no a menos de que dejen de llegar a México marejadas humanas al adoptarse en Centroamérica y Sudamérica políticas responsables de paternidad y planificación familiar con las cuales se evite traer a un sobrepoblado planeta a cientos de miles de niños nacidos en el seno de familias numerosas viviendo en condiciones de extrema miseria y a los cuales no les espera ningún futuro en sus países de origen. Y de esto tampoco tiene la culpa México.
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