lunes, 2 de abril de 2018

Las guerras comerciales han empezado

A raíz de las amenazas de Donald Trump de imponer por cuenta propia aranceles del 25 por ciento al acero y 10 por ciento al aluminio importados por EE.UU. de otros países, sin importarle desatar una guerra comercial con el mundo exterior, en la entrada previa “Así se agravó la Gran Depresión de 1929” publicada en esta bitácora el mes pasado se trajo a la memoria lo que sucedió cuando estalló la Gran Depresión de 1929, la cual fue agravada en su magnitud fuera de toda proporción precisamente por medidas proteccionistas imponiendo aranceles aduaneros a productos importados del exterior, lo cual detonó una respuesta mundial que a la postre hundió a la economía norteamericana y al resto de la economía mundial.

Se había advertido que se podía esperar una respuesta de los países afectados con las tarifas aduaneras que Donald Trump amenazó con imponer. La respuesta ya llegó ayer domingo 1 de abril de 2018, por parte de China, que anunció la imposición de aranceles a un conjunto de 128 productos norteamericanos en respuesta a las tarifas que Washington anunció el mes pasado sobre las importaciones de acero y aluminio chinos. Se trata de un conjunto de 120 productos, entre ellos frutas, frutos secos y vino, tendrán un arancel del 15 por ciento, mientras que productos porcinos y relacionados tendrán un arancel del 25 por ciento, según anunció el Ministerio de Comercio. La Bolsa de Valores de Nueva York estuvo cerrada ayer y antier, pero al cerrar el día del hoy cerró con una caída considerable llegando a su nivel más bajo en lo que va del año antes de manifestar una ligera recuperación, y aunque las agencias noticiosas tratan de adjudicar la caída en la Bolsa de Valores a un tweet de Donald Trump en donde se expresó en contra de Amazon, lo cierto es que la respuesta del gobierno de China a las acciones del irascible e impredecible Trump no pregona nada bueno para el futuro cercano. De pronto, el futuro se ha vuelto incierto. Esta caída en la Bolsa de Valores ocurre justo un mes después de que el presidente Donald Trump twiteara que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. Le tendrá que decir eso en persona a los norteamericanos que empiecen a perder sus empleos si las tensiones comerciales continúan escalando hasta salir fuera de control repitiendo la misma historia del siglo pasado.

El problema para el gobierno norteamericano es que China no es una república bananera de tercera clase, no es la economía de un país tercermundista chiquito como Belice o Myanmar. Se trata de lo que varios economistas consideran de hecho como la principal economía del mundo, habiendo desbancado a Estados Unidos de tal posición. Se trata de medidas arancelarias por valor de 3.000 millones de dólares que van directamente en contra de productos de importación estadounidenses. Sin duda alguna, habrá productores norteamericanos que van a resultar afectados, lo que todavía no se sabe es cuántos y a que grado, pero es posible que alguno de ellos al no poder ser competitivos a causa de las tarifas arancelarias impuestas por Chiha serán llevados al borde de la quiebra o a la quiebra misma, y es de esperarse de que antes de que ocurra tal cosa van a empezar a gritar muy fuerte, con gritos tan fuertes que incluso los congresistas y senadores Republicanos no podrán evitar escucharlos, al igual que el presidente Donald Trump. Cuando un mercado se cierra y por alguna razón importante ya no se pueden colocar en dicho mercado productos que antes se estaban vendiendo muy bien,las alternativas son malbaratar lo que se vende a precios inferiores o buscar nuevos mercados. Pero la segunda opción no se antoja factible a nivel internacional, no cuando EE.UU. tiene un mandatario que no oculta sus actitudes hostiles hacia los demás.

Ahora viene lo bueno. ¿Se va a quedar EE.UU. cruzado de brazos ante las medidas anunciadas por China en contra de productos norteamericanos, o se tomará alguna represalia para darla como respuesta a China? El orgullo nacional, además de los gritos iracundos de los productores norteamericanos que van a ser afectados directamente en sus bolsillos, prácticamente pone al gobierno norteamericano encabezado por Donald Trump entre la espada y la pared, obligándolo a responder de alguna manera enérgica, o sea imponiendo más aranceles a productos chinos de importación, lo cual sin duda alguna debe motivar a China a pegarle a Estados Unidos en otras áreas en donde realmente les pueda doler a los norteamericanos como la industria aeroespacial cancelando la compra de aviones comerciales de empresas como Boeing para comprárselos mejor a la compañía europea Airbus, pegándole duro a empleos bien pagados en Estados Unidos de su industria aeroespacial, además de imponer tarifas arancelarias en contra de la soya norteamericana con lo cual se puede enviar a miles de productores norteamericanos de soya a la quiebra. En pocas palabras, una vez que se empieza con una guerra comercial, se vuelve casi inevitable un escalamiento en las hostilidades, impulsados en buena medida por el orgullo nacional además de los gritos de ira y desesperación de los productores que terminan siendo afectados. Así fue precisamente como se agravó la crisis de la Gran Depresión de 1929. Y la historia demuestra que tales crisis no son un fenómeno pasajero que dura unas cuantas semanas o meses, se trata de descalabros cuyos efectos perniciosos se pueden extender por décadas.

Es posible que estemos presenciando el fin de la prosperidad económica dejada por el presidente Barack Obama al cual le tomó ocho años de su administración el poder sacar al país de la profunda crisis económica legada por el anterior presidente Republicano. Es posible que estemos presenciando el advenimiento de una nueva era de duras dificultades económicas para el mundo entero, un fenómeno profundo del cual los ciudadanos norteamericanos ordinarios difícilmente podrán sustraerse. Y el fin de la recuperación económica que tuvo lugar durante la era de Obama puede estar llegando a su fin. Si tal cosa ocurre, todo se habrá debido a un solo hombre, el hombre por el cual los norteamericanos votaron para que fuera presidente de los Estados Unidos por cuatro años.

Falta desde luego que Donald Trump imponga a Europa y otros países las mismas tarifas arancelarias en contra del acero y aluminio que impuso en contra de China. Posiblemente aún no lo ha hecho como había prometido que lo haría ante las amenazas de los gobiernos europeos y de otros países de responder enérgicamente con sus propias medidas arancelarias en contra de Estados Unidos, lo cual ha impedido que la actual crisis se agrave.

No pudo haber escogido Donald Trump un peor momento para desatar una guerra comercial con el país económicamente más poderoso del mundo, justo cuando necesita la ayuda de China para obligar al líder del Corea del Norte a desistir de su programa de desarrollo de armas nucleares y los proyectiles balísticos intercontinentales para transportar tales armas nucleares desde Corea del Sur hasta los Estados Unidos.

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