martes, 21 de junio de 2016

Cuando en Chihuahua se venció al Ejército yanqui

Hoy, en este día del solsticio de verano, el día más largo del año (o lo que es lo mismo, el día con la noche más corta del año), se cumplen exactamente cien años de un acontecimiento histórico que suele pasar ignorado y desapercibido por muchos que celebran el triunfo del Ejército mexicano sobre las tropas francesas en la Batalla de Puebla del 5 de Mayo, y el evento al que me estoy refiriendo del cual se conmemora el centenario de haber ocurrido es la Batalla de El Carrizal. Se trata de la proeza de patriotismo que sacudió al país. Se trata de una batalla en la cual los mexicanos vencieron al Ejército norteamericano que se encontraba en suelo mexicano. Las tropas mexicanas estaban bajo el mando del General Félix U. Gómez.

El combate se desarrolló en un predio de la antigua hacienda que llevaba el mismo nombre, ubicada en al actual municipio de Ahumada, unos 150 kilómetros al sur de Ciudad Juárez. Eran las 7 de la mañana de un miércoles 21 de junio. Frente a frente se encontraban tropas de Estados Unidos y de México amagándose con disparar sus armas y demostrar su supremacía, en el caso de los estadounidenses, y el patriotismo en el de los mexicanos.

“Tenemos órdenes de no dejarlos avanzar en otra dirección que no sea al norte”, dijo el general Félix U. Gómez ese día a tropas estadounidenses que invadieron México en persecución de Francisco Villa.

La respuesta del Ejército yanqui fue igual de tajante: “Tenemos órdenes de llegar a Villa Ahumada y lo haremos sobre las balas”.

Tras un breve diálogo en el que no se llegó a ningún acuerdo, los fusiles hablaron y pronto empezaron a caer soldados de un bando y del otro.

La victoria mexicana marcó el declive de la intervención estadounidense en México, y lo más grave, tensó las relaciones al grado de que Estados Unidos consideró una invasión a gran escala en todo el norte del territorio mexicano, refieren datos recopilados por estudiosos del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM).

Antes del combate, el general Gómez, al mando del Segundo Regimiento de la Brigada Canales, intentó convencer a los estadounidenses de que regresaran por donde vinieron. Envió primero al teniente coronel Genovevo Rivas, quien obtuvo una negativa y después él mismo se entrevistó con los jefes norteamericanos. Sin embargo, el capitán Charles Trumbull Boyd, quien se encontraba al mando, prosiguió su camino al frente de dos batallones que formaban parte de la Expedición Punitiva.

“Salí a conferenciar con el jefe de dicha fuerza para que me informara cuál era el objeto de su presencia. Puesto a hablar con él dijo que venía en busca de una gavilla de bandoleros que por ahí merodeaban; habiéndole contestado que ninguna gavilla asolaba esta comarca, por estar toda perfectamente vigilada por fuerzas constitucionalistas”, refiere el parte rendido por Rivas. “Dijo él, entonces, que iba a Villa Ahumada con el fin de buscar un desertor, a lo que contesté que teníamos órdenes de no permitir el avance de fuerzas americanas en otra dirección que no fuera al norte”.

A esta declaración Boyd contestó que nada le importaba, “que él tenía órdenes de llegar a Villa Ahumada y que lo haría sobre las balas”, relató Rivas. Lo mismo respondió en una segunda entrevista al general Félix U. Gómez y momentos después se inició el avance en línea de tiradoras de las tropas estadounidenses que, según Rivas, eran de 80 a 100 hombres a caballo, mientras que los mexicanos eran 260 soldados.

En el inter de la negociación, en las tropas invasoras el capitán Morey trató de convencer a su comandante de la retirada percibiendo la superioridad numérica de los mexicanos, pero fue ignorado: Boyd en medio de su soberbia, estaba convencido que “cada uno de sus soldados americanos valía por diez mexicanos y que en consecuencia correrían antes de resistir su ataque”.

Tras avanzar y buscar posiciones cada bando esperó que el otro disparara el primer tiro. Finalmente fue el general Gómez quien dio la orden al trompeta de tocar fuego.

A unos 80 metros de distancia entre un bando y otro se inició el tiroteo trabándose un combate que duró poco más de dos horas y que finalizó con la dispersión de las tropas extranjeras. Al iniciar la escaramuza Félix U. Gómez recibió un tiro en la frente y murió. En su lugar tomó el mando el coronel Genovevo Rivas. Al proseguir el tiroteo, también falleció el capitán Francisco Rodríguez, los tenientes Daniel García y Evaristo Martínez, el subteniente Juan Lerdo y 26 soldados mexicanos más. Los norteamericanos tuvieron 14 bajas, entre ellos el capitán Boyd, cuya muerte de un disparo en la frente casi al final del combate provocó la rendición de los invasores. El Ejército Mexicano hizo prisioneros a 17 soldados que entregó al Gobierno de Washington días después en el puente internacional de Ciudad Juárez. También hizo entrega de los pertrechos de guerra capturados.

Se mencionó arriba que, humillado hasta la médula de los huesos por la derrota sufrida por el Ejército yanqui en la Batalla de El Carrizal, Estados Unidos consideró una invasión a gran escala en todo el norte del territorio mexicano, esto es lo que quería el General John Pershing que estaba al mando de la Expedición Punitiva para capturar al General Revolucionario Francisco Villa, pero otro suceso de enorme envergadura le impidió a Estados Unidos darle gusto al General Pershing: la Primera Guerra Mundial. Y de hecho, fue la interceptación del Telegramma Zimmerman en la cual Alemania le proponía a México una posible alianza para luchar en contra de Estados Unidos en caso de ser necesario posibilitándole a México recuperar los territorios que Estados Unidos le había robado lo que le puso los pelos de punta al gobierno norteamericano. Los estrategas alemanes, tal vez impactados por el triunfo de la Batalla de El Carrizal, y conocedores del amplio potencial de México en recursos naturales y humanos, tenían pocas dudas de que una alianza conjunta Alemania-Estados Unidos tenía el potencial de poder pulverizar al imperio norteamericano. Esta posibilidad fue lo que prácticamente obligó a Estados Unidos a declararle la guerra a Alemania entrando de lleno en la Primera Guerra Mundial antes de que a los mexicanos se les ocurriera tomarle la palabra a los alemanes abriéndole un frente de guerra a los Estados Unidos en su frontera sur en una guerra que podría haber sido el principio del fin para el expansionismo norteamericano. Para los Estados Unidos por fortuna, México estaba muy ocupado con los efectos de la Revolución Mexicana de 1910 como para poder reunir recursos para darle a Estados Unidos “una sopa de su propio chocolate”.

Debe ser motivo de reflexión profunda que si en 1846 en la frontera norte de México hubiera habido soldados mexicanos como los que lucharon en la Batalla de El Carrizal en 1916, ese 1846 cuando el Ejército norteamericano invadió a México para arrebatarle la mitad de su territorio en una guerra a todas luces injusta que México no provocó y cuyo único objetivo era saciar los apetitos expansionistas del Destino Manifiesto, es posible que el Ejército yanqui habría sido derrotado en ese funesto 1848 e inclusive es posible que el Ejército mexicano podría haber entrado a los Estados Unidos para reclamar en pago de compensación a los invasores ya sea territorio o compensación monetaria por los daños ocasionados o ambas cosas (quitándole la Florida y otros territorios), reduciendo al Estados Unidos expansionista de ese entonces al tamaño original de las Trece Colonias, y de este modo la historia sería muy diferente a la historia como la conocemos el día de hoy, ya que México aún conservaría espacios como los que hoy ocupan Arizona, California y Nuevo México (además de otros estados). Pero por otro lado, si México hubiera derrotado a los Estados Unidos de 1848 quitándole territorios y engrandeciéndose a costa del vecino del Norte, es igualmente posible que México se hubiera convertido por ímpetu propio en una super-potencia fanfarrona ensoberbecida de su poder militar y odiada por muchos alrededor del mundo, con un ejército de agentes migras para impedirle la entrada a los desempleados anglosajones ansiosos por cruzar el Río Bravo (de Norte a Sur) para buscar y encontrar empleo en el país como indocumentados al negárseles entrar con visas temporales de trabajo obligándolos a trabajar largas horas en los campos en duras jornadas de explotación laboral. Tal vez estamos mejor como estamos, tal vez es mejor que sean otros los odiados y aborrecidos en vez de los mexicanos de hoy.

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