martes, 19 de julio de 2016

Autodidacta

En un comentario que me fue enviado el 2 de julio de 2016 por uno de mis lectores a la entrada “Hemorroides y prostatitis: una mala combinación”, el lector hace la siguiente observación:
Buenas Tardes, muy interesante su bitácora, pero cómo es que un Ingeniero da consejos médicos de esta índole ? Cómo puede usted asegurar que más bien lo que usted dice puede ser en algunos casos contraproducentes?
En la sección de comentarios le dí la mitad de mi respuesta a dicho lector. La otra mitad de la respuesta la he considerado de suficiente importancia como para darla de alta en una entrada y no como una simple respuesta de tipo comentario a otro comentario.

Empezaré con una pregunta mía propia: ¿puede alguien que jamás haya tomado entre sus cursos universitarios una materia completa sobre la Teoría de la Relatividad de Einstein, escribir un libro acerca de la Teoría de la Relatividad?

Creo que sí, y la respuesta es que yo lo he hecho. De hecho, el libro fue subido a Internet desde el 2009 (en ese entonces, hace siete años, casi no había libro alguno impreso acerca de la Teoría de la Relatividad publicado en Castellano, mucho menos un libro electrónico que se pudiera encontrar en Internet), y el enlace general es el siguiente:

http://teoria-de-la-relatividad.blogspot.com/

En la universidad norteamericana en la cual terminé mis estudios (The University of Texas at El Paso), lo más que se enseñaba acerca de la Teoría de la Relatividad era un capítulo breve acerca de la Teoría Especial de la Relatividad (un tema mucho muy restringido que no abarca el tema mucho más amplio y matemáticamente más elaborado de la Teoría General de la Relatividad). Es más, dentro de la Escuela de Ciencias la materia “Teoría de la Relatividad” no estaba disponible ni siquiera a nivel de Maestría en la Escuela de Física. Generalmente un curso así se imparte a nivel de Doctorado en alguna universidad como Princeton usando un libro como Gravitation de Misner, Thorne y Wheeler.

Pero si nunca tomé un curso completo acerca de la Teoría de la Relatividad, ¿entonces cómo me las arreglé para escribir un libro acerca de la teoría de la relatividad Einsteniana?

La respuesta obvia: estudiando por cuenta propia el tema de principio a fin.

Uno de los problemas que enfrenté es que la ruta usual para el estudio moderno de la Teoría de la Relatividad se basa en el uso extensivo de las formas diferenciales (conocido en las matemáticas formales como el Cálculo de las Formas Diferenciales o como el Cálculo Exterior). Y aunque esta ruta hace más formal (matemáticamente hablando) el desarrollo de la Teoría de la Relatividad, no es la manera en la cual fue desarrollada por Einstein, quien usó para el desarrollo de su teoría algo mucho más intuitivo y accesible al razonamiento del sentido común que los matemáticos han bautizado como los tensores.

Desde un principio, cuando comencé a escribir el libro con la finalidad de compartirlo en Internet, quería que el libro fuera accesible a la mayor cantidad posible de gente y no solo físicos estudiando al nivel de Maestría y Doctorado (por ejemplo, ingenieros). Y el haber usado el Cálculo Exterior habría hecho mucho más difícil y menos entendible la lectura del libro que el uso de los tensores. El problema que tuve es que cuando estudié en la universidad no había (¡todavía no lo hay en dicha universidad!) un curso formal acerca del cálculo tensorial excepto con una mención de la aplicación de sus conceptos en problemas de elasticidad mecánica, sin mención alguna jamás a la aplicación de los tensores en el estudio de los problemas cuatridimensionales del espacio-tiempo Einsteniano. ¿Entonces qué hice? Pues también me puse a estudiar tensores por cuenta propia, de principio a fin, hasta que sentí que tenía los suficientes conocimientos para desarrollar el tema con la táctica clásica Einsteniana usando tensores.

Lo único que me faltaba era agregarle al libro una buena cantidad de problemas resueltos todos en su totalidad (una cosa que siempre he aborrecido son los libros técnicos y científicos que casi nunca proporcionan una solución a los problemas propuestos al final de cada capítulo de cada libro), con los cuales el lector pudiera “ver” la mecánica aplicada de las matemáticas en acción. En esto me ayudó el hecho de que ya tenía una buena cantidad de problemas resueltos, varios de ellos de mi propia autoría, relacionados con la Teoría de la Relatividad. De hecho, la razón original que tuve para subir los materiales que tenía reunidos acerca de la Teoría de la Relatividad, cuando el libro ni siquiera existía, fue poner dichos materiales en algún lugar en donde pudiera encontrarlos rápidamente en forma electrónica en virtud de que, por falta de espacio en la casa en donde vivo, iba a tirar al cesto de la basura todos los manuscritos que poseía relacionados con la Teoría de la Relatividad, los cuales ocupaban ya bastante espacio. Yo no necesitaba ya para nada tales materiales, habiendo entendido los fundamentos de la Teoría de la Relatividad, algo así como el estudiante de Algebra que ya no necesita conservar sus libros de Algebra al haber entendido la materia. Sin embargo, me remordía la conciencia tirar todos esos materiales a la basura, porque algunos de tales problemas en cuestiones relativistas eran problemas relativamente difíciles que me había tomado tiempo (semanas, y hasta meses) inventar y todavía más tiempo en resolver, y pensaba en que seguramente había gente allí afuera en el resto del planeta que no podía encontrar un libro accesible a bajo costo sobre la Teoría de la Relatividad elaborado en Castellano, o no podía encontrar un libro acerca de la Relatividad elaborado usando tensores en lugar del Cálculo Exterior, o no podía encontrar un libro con bastantes ejemplos resueltos. Los materiales que yo ya tenía eran materiales que le podían servir a alguien que apenas estaba comenzando con el tema. Y fue cuando decidí subir los problemas resueltos que tenía a mi disposición, acomodados a manera de libro, a reserva de organizarlos posteriormente para tener en un mismo sitio tanto la teoría como los ejemplos y problemas resueltos. De este modo, empecé a transcribir a forma electrónica todo lo que tenía escrito a mano conforme lo iba tirando a la basura al no necesitarse ya el material original escrito en papel y lápiz en forma poco legible para muchos. Una vez que hube hecho esto, el texto estaba listo para ser subido a la Web y fue subido en 2009 aprovechando la disponibilidad de Blogger para aceptarlo.

Así como desarrollé por cuenta propia una base personal de conocimientos en el tema de la Teoría de la Relatividad sin tomar un curso completo relacionado con dicha materia en ninguna escuela y sin consultar a ningún profesor para que me aclarara mis dudas, también desarrollé por cuenta propia mi capacidad para poder desarrollar y escribir partituras musicales no “de oídos” (como los músicos líricos) sino poniendo notas en el pentagrama musical. Esta es una forma de arte que se ha ido perdiendo, pero que cualquiera estudiando por cuenta propia, consultando los libros y las fuentes apropiadas, puede aprender y desarrollar. De este modo, aunque jamás he puesto un pie en ningún conservatorio de música, creo que tengo las mismas herramientas que aquellos que sí lo han hecho (tal vez no la práctica, pero sí los conocimientos, sí las bases, y las bases tienden a ser universales).

De la misma manera en la cual obtuve mis conocimientos en la Teoría de la Relatividad he obtenido conocimientos en otras áreas tales como las ciencias médicas en ciertos tópicos de la materia. No necesito ir a una universidad para aprender tales tópicos, ya se de lo que van a hablar y ya sé la terminología que van a utilizar (en esto me ha sido útil el estudio de las etimologías latinas y griegas, una rama del saber que desafortunadamente han eliminado en muchos planes de estudio en muchas escuelas).

Para mí en lo personal no tiene nada de malo el que para muchos de los conocimientos que poseo haya sido un autodidacta. De hecho, una vez que se concluye una carrera universitaria obteniendo alguna licenciatura en cualquier rama del saber, los pasos posteriores de Maestría, Doctorado y Post-Doctorado en todas partes equivalen a forzar al individuo a que se convierta en un autodidacta. Ya que a esos niveles se requiere del estudiante que sea capaz de poder investigar un tema por cuenta propia sin recibir mucha ayuda. Las tesis de Maestría y Doctorado se supone que deben ser trabajos para los cuales no existía respuesta previa alguna, de lo contrario no tendría ningún chiste elaborar ningún tipo de tesis. Cualquiera que lleva a cabo estudios de postgrado necesariamente está siendo obligado a convertirse en un autodidacta, lo quiera o no. Se espera que ya haya madurado lo suficiente para obtener respuestas a muchas de sus preguntas y sus dudas por cuenta propia sin tener que estar haciéndole muchas preguntas a otros maestros. De hecho, a esos niveles los maestros dejan de serlo y se convierten simplemente en “consejeros”, en “guías” para la elaboración de tesis profesionales, en tutores para terminar de darle lustre al tipo que tendrá que ser autodependiente por el resto de su vida profesional.

En rigor de verdad, aunque vayamos a la escuela primaria, a la escuela secundaria, a la escuela de bachillerato y a la universidad, todos somos autodidactas en cierto grado porque hay muchas cosas que deberían enseñarnos en la escuela y no nos enseñan. Lo que yo sé de primeros auxilios no me lo enseñaron en ninguna escuela, lo tuve que aprender por cuenta propia, aunque creo que debería ser obligatorio en las escuelas primarias por tratarse de algo que se puede ofrecer en caso de una emergencia, y supuestamente en la escuela se deben aprender cosas que lo preparan a uno para la vida. Tampoco aprendí natación en ninguna escuela, aunque eso es otra cosa que se debería enseñar de manera obligatoria en todas las escuelas primarias porque cuando alguien se está ahogando en realidad lo único que le interesa en esos momentos son sus conocimientos de natación y lo demás sale sobrando. El tener que adquirir fuera de la escuela conocimientos indispensables que pueden ser de mucha utilidad en la vida cotidiana y que no incluyen en los planes de estudios es lo que obliga a que los alumnos terminen convirtiéndose en autodidactas para esas cosas, obligan a los alumnos a procurar fuera de la escuela conocimientos que se deberían impartir dentro de las escuelas y que no se imparten. Hay conocimientos de plomería que en lo personal me podrían haber sido de mucha utilidad de haberlos aprendido en la escuela en vez de aprender la disposición de los órganos internos de una rana, conocimientos que me habrían evitado el tener que estarle rogando a plomeros arrogantes el ir a solucionar un problema cobrando para ello más de lo que cobraría un cirujano de cerebros por una consulta en el mismo tiempo utilizado. Otra cosa práctica que le puede ser de mucha ayuda a alguien que queda varado en una carretera solitaria porque no le está funcionando bien el sistema eléctrico del carro al no poder echar a andar el carro tiene que ver con la sulfatación que suele bloquear la conductividad eléctrica en el poste del ánodo de los carros. Las baterías de los carros, por lo general, contienen una buena cantidad de ácido, y aunque tales baterías estén perfectamente selladas algo del ácido gasificado se va colando hacia afuera en cantidades pequeñísimas pero que con el paso de los años terminan sulfatando el poste de la terminal del ánodo bloqueando eventualmente la conductividad eléctrica del poste a la terminal e impidiendo con ello que el carro pueda ser echado a andar. Esto se puede solucionar fácilmente teniendo un vaso de agua con bicarbonato disuelto en el agua, haciendo una inmersión de la terminal sulfatada dentro del agua carbonatada. Después de varios minutos, el salitre de sulfatación queda eliminado y la terminal se puede volver a conectar al poste de la batería del ánodo (no se requiere efectuar el procedimiento en el poste de la batería que corresponde al cátodo), y después de volver a montar la terminal por lo general se puede echar a andar el carro a menos de que la batería haya quedado completamente descargada en los intentos previos de tratar de echar a andar el carro. Son pequeñas cosas como éstas las que harían muy provechoso el ir a la escuela, cosas prácticas que le pueden sacar a uno de apuros en un momento inesperado, y que uno tiene que asimilar como autodidacta precisamente porque no las enseñan en las escuelas, y en vez de ello le enseñan a los alumnos cosas tan estériles como la Guerra de Crimea que para el 99.999 por ciento de los estudiantes jamás tendrán aplicación práctica alguna en sus vidas. Ser autodidacta es pues una necesidad, al menos mientras los sistemas educativos no se reformen de modo tal que se proporcionen no solo conocimientos de corte cultural sino también conocimientos de corte práctico que sean de utilidad en la vida diaria. Hay otras cosas más importantes como el saber proporcionar primeros auxilios tales como aplicar torniquetes en caso de fracturas o proporcionar respiración artificial que puede ser la diferencia entre la vida y la muerte en ciertas emergencias, cosas que se deberían de enseñar de manera obligatoria pero que muchas veces se le dejan a los alumnos para que las aprendan por cuenta propia, sin ayuda de un maestro.

En rigor de verdad, tengo la impresión de que muchas de las cosas que podrían habernos enseñado en la escuela los maestros (al menos la gran mayoría de los maestros que yo tuve) eran cosas prácticas en las cuales los maestros eran (y siguen siendo muchos de ellos) unos perfectos ignorantes; no puede transmitir conocimientos a otros quien carece de ellos. Por eso muchos maestros de primaria requieren de la ayuda de electricistas o técnicos de refrigeración, o inclusive hasta para un cambio de llantas, porque no saben hacer tales cosas. Desafortunadamente, a lo largo de mi vida, así como tuve algunos cuantos (y muy pocos) maestros de los cuales aprendí mucho, también tuve una infinidad de maestros muy malos que no sabían o no podían explicar casi nada con claridad, se trataba de tipos para los cuales la impartición de conocimientos no era una verdadera vocación y solo asistían al salón de clases como un empleo como cualquier otro para ganarse algún dinero de una manera cómoda y segura. Yo siempre he tenido una “vara” casi mágica para distinguir a los buenos maestros de los malos maestros, y esta consistía simplemente en responder: ¿aprendí algo que no conocía antes de entrar a este salón de clases? Si el alumno sale de un salón de clases sabiendo más de lo que sabía antes de entrar, entonces de alguna manera no perdió su tiempo. Sin embargo, si al salir del salón de clases tras una hora de cátedra el alumno sabe y entiende lo mismo que lo que sabía y entendía antes de entrar, entonces esa hora de su vida ha sido perdida lastimosamente. Lamento haber perdido miles de horas de mi vida “calentando mesabancos” atendiendo cursos que tenían que ser atendidos únicamente por obligación y no por vocación o deseos de aprender.

Pero lo importante es esto: hay que estar preparado para seguir aprendiendo, fuera de la escuela, las cosas en las que uno está interesado, hay que estar preparado para ser autodidacta, y es frecuente que aquellas cosas en las cuales uno está interesado son las cosas que uno aprende mejor. Precisamente de esto vienen las vocaciones.

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