Algo similar a lo que sucedió en Europa Occidental en los años veinte del siglo pasado está empezando a suceder en el continente americano, excepto que en este caso el blanco directo de la xenofobia y el racismo extremo no son los judíos sino los mexicanos. Al igual que como sucedió en Europa el siglo pasado, estamos hablando del futuro y el destino de millones de seres humanos. Y el que está atizando el odio exacerbado hacia los mexicanos es un individuo llamado Donald Trump. Esto lo acabamos de ver en el cierre de la convención del Partido Republicano en el discurso de aceptación de Donald Trump como el candidato de los Republicanos a la presidencia de los Estados Unidos.
Cuando Trump se lanzó como precandidato del Partido Republicano, hace más de un año pocos analistas lo tomaban en serio. Su discurso xenofóbico de odio parecía encaminarlo hacia una derrota prematura. Sin embargo, al final Trump ha terminado tomando como rehén al Partido Republicano y de pasada a un todavía incuantificable sector de votantes, proponiendo vender una idea de nación en la que la ley del revolver sea la que solucione los destinos de la comarca estadunidense primero y la comarca mundial, después. Lo que hemos visto en la convención Republicana es una convención con tonos muy negativos en los que prevalece un discurso de odio, divisivo, prepotente, codicioso y muy poco propositivo sobre los grandes pendientes estadunidenses, y en el que dominó un espíritu revanchista y peligrosamente tiránico. Son tonos que dan continuidad al tono que le imprimió Trump a sus discursos de precampaña, todos ellos venenosos, llenos de encono y discordia. En su discurso al ser nominado oficialmente como el candidato del Partido Republicano, el discurso de Trump fue uno sin estructura narrativa; su relación de hechos fue caótica y repetitiva regresando arbitrariamente a temas como migración, que ya había tocado al principio; nunca propuso un plan para ejecutar sus propuestas. Incoherente y difícil de seguir, lo que demostró que lo suyo no es ni la política ni el pensamiento lúcido. Fue un discurso a base de una gritonería propia de un lunático en donde la ecuanimidad en el tono brilló por su ausencia. Y aún así fue aclamado y aplaudido por los asistentes a la convención. Y no se olvidó de repetir su firme promesa de construír un gigantesco muro infranqueable que separa a los Estados Unidos de su vecino del sur al que tanto odia.
Hay dos hechos de enorme importancia que conciernen a todos los mexicanos, tanto los que viven en México como los que viven en los Estados Unidos ya sea legalmente o en calidad de indocumentados, y el primero es el hecho de que, al igual que como ocurrió con los judíos en los años veinte del siglo pasado, los mexicanos de hoy han sido caricaturizados por Donald Trump como narcotraficantes, violadores y criminales a los que hay aplicarles la mano dura con el máximo rigor de la ley. El segundo es el hecho de que Trump ha abierto una caja de Pandora permitiéndole a la clase media norteamericana resentida con el estado actual de las cosas manifestar abiertamente su odio hacia los mexicanos. En pocas palabras, ya no se trata de un solo hombre con ideas e ideologías extravagantes, se trata de millones y millones de norteamericanos que por primera vez desde los años sesenta ya no sienten necesidad de ocultar su racismo y sus complejos de supremacistas blancos, los cuales están dando rienda suelta a su odio anti-mexicano siguiendo el ejemplo que les está dando el hombre al cual muy bien podrían terminar llevando a la presidencia de Estados Unidos. Y Donald Trump puede ganar. Un hecho relevante es que la Asociación Nacional de los agentes de la Patrulla Fronteriza (el National Border Patrol Council) muchos de los cuales han sido acusados de racistas y xenófobos en grado extremo, en su gran mayoría le han dado a Trump el respaldo oficial de dicha organización para ayudarlo a convertirse en el próximo presidente después de Barack Obama. Ellos quieren ver la construcción del gran muro Trump en la frontera entre México y Estados Unidos que mantenga dentro de México al odiado mexicano.
El estereotipo actual del mexicano, popularizado por los discursos virulentos del anti-hispano Donald Trump, es el de un apestado parásito social cuya culpa principal es quitarle empleos a la clase trabajadora en Estados Unidos además de ser un zángano que vive de los programas de asistencia social. Es casi el mismo estereotipo con el que se veía a losjudíos en la Alemania Nacionalsocialista del siglo pasado. La filosofía de Trump es que hay que echar fuera de la Unión Americana a los millones de asquerosos y malolientes mexicanos parásitos de piel morena que no contribuyen en nada al bienestar de la sociedad norteamericana y solo han estado llegando para robarle oportunidades a los norteamericanos “puros”. Lo mismo se decía en Alemania de los judíos hace casi un siglo. En la utopía de Trump, si se expulsa de la noche a la mañana a los once millones de indocumentados que se estima viven actualmente en los Estados Unidos, el desempleo en la Unión Americana bajará a cero, la criminalidad desaparecerá, el narcotráfico y la drogadicción se volverán cosa del pasado, y la sociedad norteamericana se volverá más “blanca”, hablando en términos raciales. El hecho de que los portales de Internet mantenidos por los supremacistas blancos de organizaciones como Stormfront abiertamente expresan sus simpatías y dan su apoyo incondicional al candidato presidencial Donald Trump comprueba que ellos sí han captado claramente el mensaje de Donald Trump en toda su terrible extensión y realidad. De lo contrario, no lo apoyarían. Los mexicanos que viven hoy en Estados Unidos, incluídos los que han inmigrado legalmente en busca de mejores oportunidades atraídos por el espejismo del dólar y hasta los que ya estaban ahí cuando Estados Unidos le arrebató a México por la fuerza más de la mitad de su extensión territorial son percibidos ya al mismo nivel de estrato social en que los gitanos eran percibidos por la Alemania Nacionalsocialista. Si Trump logra convertirse en presidente y cumple sus promesas de campaña al pie de la letra, liberando a Estados Unidos de los asquerosos mexicanos con deportaciones masivas, se puede suponer que al no haber ya mexicanos a quienes echarles la culpa de los problemas en la Unión Americana entonces los que siguen en la lista de indeseables serán los negros y los judíos, seguidos por los chinos. Si Estados Unidos se hunde en esa espiral que conduce hacia el abismo, ¿qué mexicano en su sano juicio desea seguir viviendo en los Estados Unidos, en un país en el que no se le reconoce su trabajo y se le ve como una cucaracha? Tal vez solo aquellos que estén dispuestos a cambiarse de nombre (por ejemplo de Carlos Martín del Campo a Charles Marteen Deschamps) y estén dispuestos a gastarse una pequeña fortuna en cremas blanqueadoras de piel además de fingir que no saben hablar nada de Español y hasta fingir -demostrando su lealtad al presidente Donald Trump- que detestan y aborrecen todo lo que sea mexicano así como todas las costumbres mexicanas como el andar celebrando el 5 de Mayo en los Estados Unidos o conservar imágenes de la Virgencita de Guadalupe. “Me a stinking rotten Mexican? No way! I'm proud to be an American. Hurrah for president Trump!”.
Aunque Barack Obama ha sido acusado de ser el presidente que más mexicanos ha deportado de los Estados Unidos hacia México, si gana Donald Trump las cosas para todos los mexicanos que habitan en dicho país, incluídos los que viven allí legalmente con papeles y hasta los que han nacido allí, se van a poner mil veces peores. Al menos Barack Obama trató de regularizar la situación de millones de mexicanos indocumentados con su Programa de Acción Diferida. En cambio Donald Trump no tiene nada de eso en mente, por el contrario tiene todas las intenciones del mundo de deportar a millones de indocumentados mexicanos sin darles ninguna oportunidad de regularizar su situación migratoria, sin mostrar ninguna piedad ni misericordia. Así lo ha advertido, y así lo hará en caso de resultar electo presidente.
No todos los norteamericanos piensan como Trump. Pero el hecho de que en algunos sondeos de opinión pública Trump se encuentra en un empate técnico con Hillary Clinton e incluso en ciertos sondeos ya aventaja a Hillary comprueba que por lo menos la mitad de la sociedad norteamericana ya está del lado de Trump a pesar de su ideología.
Una de las cosas que pueden suceder en gran escala, si gana Donald Trump, es que a los mexicanos indocumentados que son padres de niños nacidos en Estados Unidos los empezarán a deportar masivamente aunque carezcan de antecedentes penales, y sus hijos lo más probable es que les serán arrebatados por el Estado por ser ciudadanos norteamericanos, para ser dados en adopción a familias norteamericanas, perdiendo de este modo la custodia de sus hijos y perdiendo también cualquier esperanza de que el hecho de ser padres de hijos nacidos en Estados Unidos (conocidos como anchor babies) les ayudará a legalizar su situación. Estamos hablando de una separación sin precedentes de familias. Y esto apenas es el comienzo de una terrible pesadilla.
Tal vez sea inevitable que Donald Trump se convierta en el próximo presidente de los Estados Unidos, aún si obtiene menos votos en las urnas que Hillary Clinton. De esto ya hablé en la entrada previa de esta bitácora titulada “Trump y su as bajo la manga”.
Quizá, tomando en cuenta la cada vez más real posibilidad de que Trump pueda ganar las elecciones en noviembre de 2016 convirtiéndose en presidente de Estados Unidos, y tomando en cuenta de que ya son muy odiados por las decenas de millones de norteamericanos que apoyan a Donald Trump, para los mexicanos indocumentados que viven actualmente en los Estados Unidos tal vez ha llegado la hora de que aprendan la lección dada por los padres del conductor Jacobo Zabludovsky y empiecen a preparar sus maletas para sus viajes de regreso a México. La historia, al fin y al cabo, se repite en ciclos, y parece que está llegando la hora de que se repita en Estados Unidos con los mexicanos lo que sucedió con los judíos en Europa Occidental hace aproximadamente un siglo. A como van las cosas, los indocumentados mexicanos que viven en los Estados Unidos podrían terminar convirtiéndose a partir del 2017 en los nuevos judíos del siglo XXI. Si regresan a México no ganarán dólares, pero al menos no serán cazados como viles criminales ni serán víctimas de los odios raciales profundos de los años cincuenta de la sociedad norteamericana que están volviendo a aflorar tras permanecer aletargados varias décadas, odios que erróneamente se creían ya superados pero que simplemente se mantuvieron escondidos bajo la alfombra o en el sótano de las vergüenzas norteamericanas a la espera de ser despertados en toda su crudeza y sacados a flote nuevamente por alguien como el feroz magnate anti-mexicano que está terminando por convertir al partido de Abraham Lincoln (Lincoln fue el primer presidente de los Estados Unidos que surgió del Partido Republicano) en una réplica del Partido Nacionalsocialista de Alemania. Insistir en quedarse a vivir en un país así en donde ya hay tanto odio anti-mexicano equivale a aceptar desde la parte contraria que se han vuelto tan locos como ellos, con norteamericanos xenófobos y mexicanos masoquistas compartiendo la misma habitación del mismo manicomio.
Y quienes se fueron a vivir a los Estados Unidos pensando en darle un futuro mejor para sus hijos, a como van las cosas deberían pensar dos veces en el trato que les espera a sus hijos si el legado negativo de Donald Trump prevalecerá con el paso del tiempo. Por el bien de sus hijos se fueron a vivir al país en donde cada vez se odia al mexicano más y más. Por el mismo bien de sus hijos, deberían dar por muerto el sueño americano tomándolo no como un sueño sino como una terrible pesadilla a la que hay que decirle adiós diciéndole adiós para siempre a la patria de Donald Trump y diciéndole adiós a todos aquellos seguidores suyos que lo idolatran y están a punto de convertirlo en presidente.
Además de decirle adiós al país del sueño americano en caso de que Donald Trump se convierta en Presidente, hay algo igualmente útil y efectivo que otros mexicanos pueden hacer, y estamos hablando de los que aún no se han ido al país del dólar escuchando el canto de las sirenas: que ningún mexicano salga de México y se vaya a los USA mientras ese país y su “sueño” continúen su decadencia en camino hacia la conversión de la Unión Americana en un paraíso de supremacía racial en el cual al trabajador mexicano se le ve como un violador, como un narcotraficante, como un parásito social y como un zángano inútil. Uno de los primeros mexicanos que ha decidido hacer tal cosa es mi tocayo el formidable humorista Armando Fuentes Aguirre “Catón” que hace poco escribió en su columna diaria: “Los juramentos –excepción hecha de los de amor– son para cumplirse. Hace unos meses declaré que si Trump era elegido candidato a la Presidencia de Estados Unidos, yo dejaría de ir a ese país hasta que ese hombre, a quien considero malo, fuera desechado por los votantes en la elección de noviembre. Llegó el momento de cumplir tal promesa. Dejaré de pisar suelo norteamericano mientras Trump ande en campaña, y si es elegido Presidente no volveré a Estados Unidos en tanto ese individuo esté en la Casa Blanca. Alguien podrá encontrar risible mi postura, pero no encuentro una manera mejor de expresar mi indignación por el hecho de que Trump, que representa lo peor de la nación vecina, haya sido electo candidato al mismo puesto que ocuparon Washington y Lincoln, Jefferson y Franklin D. Roosevelt. Pienso que el Partido Republicano se degradó al postular a Trump. Su discurso, torpe y violento, ha hecho que salgan a la luz oscuros sentimientos que aún laten en una sociedad que, pese a sus muchas cualidades, no logra todavía superar algunos restos de un pasado ignominioso: el racismo, la xenofobia, el nacionalismo elemental, la violencia armada”.
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