Muchos políticos mexicanos no aprenden las lecciones del pasado distante de lo que ha ocurrido en otros países. Pero otros ni siquiera aprenden las lecciones del pasado reciente de lo que ha ocurrido en el mismo México. Uno de tales políticos es sin duda el malogrado candidato del PRI a la gubernatura de Chihuahua en las elecciones del 5 de junio de 2016, Enrique Serrano Escobar. En la entrada en esta bitácora correspondiente al 8 de junio de 2016 titulada “Castigo a la soberbia”, se dejó en claro que Enrique Serrano se comportó como un candidato presumido que con sus aires de pedantería parecía creer que más que un proceso electoral la contienda en Chihuahua no iba a ser más que una aclamación popular en la cual los resultados en las urnas servirían únicamente como confirmación de algo que se tenía que tomar como un hecho dado por seguro de antemano, su inminente ascenso a la gubernatura. Mientras Enrique Serrano se dedicaba a inflar su ego y se dedicaba a planear lo que haría como gobernador de Chihuahua incluída la repartición de puestos de importancia, su más cercano contendiente estuvo luchando en contra suya a brazo partido habiendo empezado con una formidable guerra sucia en febrero de 2016 para competir en contra de Enrique Serrano. De este modo, y en forma sorpresiva e inesperada para un PRI que no hizo nada para responder con vigor y energía a la guerra sucia que le estaban haciendo los militantes del PAN, el repudio del pueblo en las urnas al candidato oficial Enrique Serrano le demostró al otrora invencible partido tricolor de que en la nueva democracia mexicana nadie tiene su triunfo garantizado de antemano, hay que ganarse el triunfo en las urnas luchando con denuedo y no comportándose como un miembro de la nobleza europea.
Tras la derrota, sin poder asimilar el golpe recibido, tanto el PRI como su candidato Enrique Serrano hicieron lo que parecía natural para ellos: alegando irregularidades en el día de las elecciones, tratar de obtener en el Tribunal Estatal Electoral la anulación del proceso electoral para obtener la convocacción a una segunda ronda de elecciones, ¿pero con qué propósito?
Para tratar de convencer al Tribunal Estatal Electoral de que se lleve a cabo la anulación de las elecciones para gobernador llevadas a dabo el pasado 5 de junio d 2016, el PRI argumenta que se detectaron más de 170 mil boletas sobrantes y una serie de irregularidades en la organización del proceso, por lo que acusa también al Instituto Estatal Electoral. El recurso de impugnación se presentó diez días después de la jornada electoral, el miércoles 15 de junio a las 23:19 horas, ante el Instituto Estatal Electoral con sede en la ciudad de Chihuahua, unos minutos antes de la medianoche cuando vencía el plazo legal para inconformarse por los resultados de la elección del cargo de gobernador. Pero según lo establece la normatividad electoral, el medio de impugnación debe ser resuelto por el Tribunal Estatal Electoral (TEE) de Chihuahua en una primera instancia por tratarse de un acto y resolución emitida por el IEE. En una segunda y última instancia, el caso podría ser turnado al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. El dirigente estatal del PRI Guillermo Dowell Delgado aseguró que con base en una revisión que realizaron de los resultados electorales se detectó que había un sobrante de 171 mil 506 boletas, lo que pone en duda no sólo el resultado de los comicios, sino la legalidad y transparencia del proceso completo. “Lo que nosotros estamos pidiendo es que se limpie el proceso y se anule la elección”, mencionó de manera determinante. Explicó que de acuerdo con la información obtenida del análisis realizado por un equipo de 650 abogados que revisaron 3 mil 321 actas de escrutinio de la jornada electoral que tienen en su poder a través de los representantes de casilla, detectaron que sobran más de 170 mil boletas. Detalló que para la elección de gobernador de Chihuahua se entregaron un millón 394 mil 301 boletas, pero al sumar el total de los votos emitidos y las boletas sobrantes se obtiene un total de un millón 565 mil 807 boletas, lo que representa una diferencia de 171 mil 506 boletas que aparecieron de manera inexplicable. “No sabemos el origen de estas boletas, hay una serie de elementos que no nos permiten conocerlo, pero seguramente el Tribunal allegándose de las pruebas que estamos pidiendo podrá tener certeza del origen y más allá de eso, si no hubiera certeza del origen de esas boletas, lo que si hay es la falta de certeza en el resultado, que es lo que estamos haciendo valer”, manifestó. Afirmó que ellos (el PRI) no tienen por qué investigar de dónde salieron las boletas que aparecieron de más, sino sólo probar que están ahí, lo que pueden hacer con las actas que tienen en su poder, aunque también expresó su inconformidad porque no les habían entregado las actas faltantes de las cinco mil 156 casillas que se instalaron en todo el estado. “No nos han sido entregadas las actas relativas a los recuentos de votos de todas las casillas que fueron abiertas en Juárez y Chihuahua, a pesar de que las hemos solicitado”, sostuvo en ese entonces. Además de este análisis aritmético, el dirigente estatal del PRI dijo que existen otros factores que generan incertidumbre legal, como el hecho de que el Consejo Estatal del IEE “no acordó el número de boletas a imprimir, ni el plan de impresión y distribución, ni el resguardo de las mismas, ni se convocó a los partidos políticos para la supervisión y destrucción de las placas correspondientes”, afirmando que se trataba de un recurso completamente jurídico y no político, con sustentos sólidos y muy claros que debían ser revisados “con lupa” por el Tribunal Estatal Electoral, agregando que a partir del 6 de junio los priistas habían iniciado una investigación interna amplia para buscar la verdad histórica y determinar por qué perdieron la elección si todas las encuestas les favorecían y había datos que no coincidían. “Terminamos perdiendo por 117 mil votos y era algo aparentemente inexplicable, por lo que empezamos a trazar líneas de investigación jurídica y el fin de semana encontramos un hilo a partir de una serie de elementos que nos llevó a presentar la impugnación. Si a este dato le agregamos que la diferencia entre Javier Corral (el candidato ganador) y Enrique Serrano (el candidato perdedor) fue de 116 mil 503 votos, resulta que la inconsistencia es mayor a la diferencia entre el primero y el segundo lugar”.
Hay analistas independientes que opinan que la nulidad de la elección de gobernador para el estado de Chihuahua resulta procedente, en virtud de que las violaciones denunciadas por el PRI son sustanciales y graves ya que vulneran de manera sistemática y trascendente los principios constitucionales de certeza y legalidad, siendo lo anterior así habido el hecho de que los actos reclamados se realizaron no sólo durante el desarrollo de la elección (injerencia ilícita del INE), sino también, durante la jornada electoral (sufragios emitidos) y con posterioridad a ésta (cómputo y recuento de votos), de tal forma que resulta imposible efectuar un análisis con base en información fidedigna que permita calificar de manera objetiva la legalidad y validez de la elección, agregando los analistas que en efecto las violaciones reclamadas resultan ser generalizadas, toda vez que los hechos denunciados fueron cometidos en todo el ámbito territorial del estado; es decir, no se trata de irregularidades aisladas o focalizadas. Tal y como acontece con la impresión, y la correspondiente distribución y entrega-recepción, de las boletas electorales; son graves por la ilícita invasión de facultades, por parte del INE, con la sumisa complacencia del IEE. Más aún agregan que por sí sola, la invasión competencial del INE justifica la nulidad de la elección de gobernador, en virtud de que los actos emitidos por un órgano sin competencia constitucional son nulos de pleno derecho.
Aún suponiendo que en base a los alegatos presentados por el PRI para obtener la anulación del proceso electoral de Chihuahua de 2016 se logre que en efecto las elecciones sean anuladas y se convoque a una segunda ronda de elecciones, la pregunta más importante en todo esto es, ¿con qué propósito? ¿Con la esperanza de ganar en una segunda ronda electoral haciendo lo que no hicieron antes? Si el único propósito es lograr obtener una victoria en un entorno en donde antes habían perdido, esto se antoja casi imposible, porque esto no cambia en nada las condiciones previas que condujeron a Enrique Serrano a su derrota en las urnas. Una de tales condiciones fue el desaire en el que incurrió el candidato priista Enrique Serrano al ser el único candidato ausente en los foros de discusión y debate a los cuales habían sido convocados los candidatos en los campus del Instituto Tecnológico de Monterrey tanto en la ciudad de Chihuahua como en Ciudad Juárez. A tales foros ciertamente asistieron estudiantes en edad de votar (prácticamente todos los estudiantes universitarios cuentan con mayoría de edad y con credencial para votar), y había en dichos foros estudiantes simpatizantes del candidato del PRI a los cuales el mismo Enrique Serrano los hizo quedar mal. La vergüenza y el ridículo en que dejó Enrique Serrano a los estudiantes universitarios que simpatizaban con él y querían apoyarlo en dichos foros les dejó tan mal sabor de boca que si optaron por quedarse en casa el 5 de junio en vez de salir a votar por el candidato priista que con sus aires de prepotencia quedó muy mal y los hizo quedar mal, lo más probable es que en una segunda ronda de elecciones tampoco saldrán a votar por él. Por otro lado, los que votaron en contra suya seguramente esos sí volverían a salir a votar nuevamente en contra suya, lo cual no le ayudaría en nada a Enrique Serrano en una segunda ronda electoral. Peor aún, es posible que muchos chihuahuenses tomarían la anulación del proceso electoral del 5 de junio como un desafío producto de la soberbia y arrogancia de quien quiere obtener con la ayuda de los tribunales lo que no pudo obtener en la primera ronda de elecciones, y el riesgo de perder en una segunda ronda electoral por un margen aún mayor que el primero es una fuerte posibilidad. Y aquí es donde entra la historia reciente de algo parecido que sucedió en las elecciones celebradas en Colima el año pasado, de lo cual trato con mayor detalle en la entrada titulada “Malos perdedores” el 16 de junio de 2015. En esas elecciones, el Partido Acción Nacional impugnó el proceso electoral después de haber perdido las elecciones en una primera ronda. El PAN demandó la anulación de las elecciones obteniendo de los tribunales electorales lo que quería al determinar los magistrados que la impugnación presentada por el PAN sí era procedente, con el resultado de que las elecciones en Colima fueron anuladas. Se llevaron a cabo nuevas elecciones. ¿Y qué fue lo que sucedió? ¡Que volvió a perder el PAN! Y esta vez perdió por un margen mayor que el margen de votos con el cual había perdido antes.
A menos de que el PRI en Chihuahua esté absolutamente convencido, sin el menor asomo de duda, de que en una segunda ronda electoral obtendrá el triunfo que los mismos electores le negaron en las elecciones del 5 de junio, la segunda ronda electoral puede terminar resultando un ejercicio completamente inútil que puede dejar al PRI en una posición peor que la posición en la que estaba antes, igual que como le sucedió en Colima al PAN. La anulación de un proceso electoral puede ser tomada por los electores como un desafío de un candidato a la voluntad popular, la consecuencia de una anulación es que puede terminar siendo vista como el mal comportamiento de un partido y un candidato que están tratando de ganar a como dé lugar recurriendo al destaste de los votantes y a la ayuda de los tribunales, con el riesgo de que el resultado de una segunda ronda electoral termine siendo peor por ser el resultado de un universo de votantes enardecidos que querrán aprovechar la segunda ronda electoral para propinarle al PRI en Chihuahua una lección durísima que puede afectarlo negativamente en procesos electorales futuros.
El PRI debería de haber aprovechado la experiencia de las elecciones llevadas a cabo en Colima en el año 2015 reconociendo su derrota dejando las cosas como están. Y en cuanto a Enrique Serrano, ya tuvo su oportunidad, y es mejor que se tome unas vacaciones prolongadas para reflexionar sobre las causas de su derrota, los errores que cometió como candidato, y aprender que el peor error en el que puede incurrir un político en los tiempos modernos en México es incurrir en el triunfalismo y la soberbia. Los tiempos del “voto duro” ya son cosa del pasado, ningún partido puede contar ya con ningún “voto duro” para obtener su triunfo, hay que luchar a brazo partido con la certeza de que si no se hace tal cosa cualquier candidato lleva el riesgo de ser rechazado por los electores y perder. Pero como dije al principio, hay quienes son incapaces de aprender las lecciones del pasado así sea el pasado reciente, y uno de ellos es Enrique Serrano. Por eso fue que perdió.
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