jueves, 9 de febrero de 2017

Nueva heroína de la inmigración ilegal



Los indocumentados mexicanos en Estados Unidos ya tienen otra heroína a la cual presentan como mártir para su causa. Se trata de Guadalupe García de Rayos, una inmigrante de Phoenix a quien el gobierno de Obama le había otorgado una indulgencia temporal. La deportación de esta inmigrante indocumentada que llevaba 22 años viviendo en Estados Unidos y la cual tiene dos hijos de nacionalidad norteamericana brinda el primer ejemplo de la manera como el presidente Donald Trump planea cumplir su promesa de frenar la inmigración ilegal. Su caso se convirtió ayer en un grito de batalla para los grupos de inmigrantes que creen que la postura migratoria de Trump separa familias de manera injusta. Su arresto provocó una protesta en el centro de Phoenix, en donde los manifestantes bloquearon la salida de camionetas de la oficina federal de inmigración. Siete personas fueron arrestadas. El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, desvió todas las preguntas sobre el tema al Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés), que en un comunicado en Twitter indicó ayer que la agencia “retirará a los extranjeros ilegales que fueron condenados por delitos graves, como lo ordena un juez en materia migratoria”. García de Rayos fue deportada alrededor de las 10 a.m. por el cruce fronterizo de Nogales, y la agencia trabajó de manera conjunta con las autoridades consulares mexicanas para su repatriación, señaló la portavoz de ICE Yasmeen Pitts O’Keefe por medio de un comunicado.

El caso de Guadalupe García de Rayos no es el único, y ciertamente no es el primero. La única diferencia entre su caso y el de otros casos similares anteriores es que ocurre en la era de un tipo que logró llegar a la presidencia prometiendo entre otras cosas que aplicaría mano dura y deportaría a los millones de indocumentados que según él le roban empleo a millones de estadounidenses. Pero este tipo de deportaciones de madres mexicanas que han concebido hijos en Estados Unidos con el deliberado propósito de que al contar sus hijos con la ciudadanía norteamericana les puedan facilitar el arreglar su estancia legal en EE.UU. es de lo que más abunda. De hecho, cuando yo empecé a registrar entradas en ésta Mi Bitácora Diaria, una de las primeras entradas trata sobre Elvira Arellano, otra mexicana también con un hijo nacido en los Estados Unidos con el deliberado propósito de facilitar su obtención de documentos consulares para poder residir y trabajar permanentemente en los Estados Unidos. Y de hecho, se puede decir que logró lo que quería, tan es así que hoy está siendo alabada como campeona de los indocumentados que radican en el vecino país del norte.

El caso de Elvira Arellano fue tratado en mi bitácora el 25 de agosto de 2007 cuando el Presidente de Estados Unidos era George W. Bush, y ha transcurrido casi una década desde entonces, lo cual demuestra que en realidad no ha cambiado nada salvo el hombre que despacha en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington.

Guadalupe García de Rayos, al igual que muchas otras como ella, sabía perfectamente desde el instante en que ingresó a los Estados Unidos que lo estaba haciendo de manera ilegal, violentando las leyes de inmigración de dicho país. Esa fue su primera transgresión. Pero a la primera transgresión se sumó otra, el haber permanecido viviendo y trabajando en dicho país por un largo espacio de 22 años a sabiendas de que estaba en dicho país en violación abierta a las leyes migratorias. Y a estas dos transegresiones sumó otra: la obtención de una identidad falsa, lo cual también es un delito aunque ya no de carácter migratorio pero sí una felonía penada por las leyes de dicho país. Al presentarse a sí misma como heroína y al presentarla los medios como heroína en realidad se está pidiendo que se le exonere por las tres transgresiones, y no solo eso, sino que se le conceda la residencia legal norteamericana y posteriormente la ciudadanía, pasando por encima de todos aquellos que han estado tratando de inmigrar legalmente a los Estados Unidos y que han estado esperando pacientemente su turno para su entrevista consular.

En buena medida, muchos de los indocumentados que están siendo deportados desde hace tiempo reclaman que la deportación es cruel porque separa familias, sin reconocer que ellos mismos tienen la culpa de ello porque si se hubieran quedado en sus países de origen con sus hijos naciendo también en sus países de origen entonces no habría ninguna separación, ellos mismos fueron quienes decidieron que sus hijos nacieran en los Estados Unidos con la intención premeditada y deliberada de argumentar que “el gobierno está obligado a concederme la residencia legal permanente y posteriormente la ciudadanía porque mi(s) hijo(s) tiene(n) la ciudadanía norteamericana”, lo cual suena más a una especie de chantaje con la cual se quiere forzar a las autoridades a doblar las manos. Sin embargo, es posible que esta práctica pronto vaya a acabar porque ya no dará resultado ante nuevas leyes que están siendo consideradas por el actual Presidente Donald Trump.

Posiblemente el mayor error cometido por todos los indocumentados que violentaron las leyes migratorias norteamericanas simplemente brincando la barda y metiéndose “a la brava” fue el haber estado exigiendo posteriormente en manifestaciones bastante ruidosas que se les concediera la plena legalización y la ciudadanía norteamericana, como si ello fuera un derecho hasta para quienes infringieron a sabiendas las leyes migratorias del país. Esto indignó sobremanera a muchos norteamericanos, incluyendo a quienes sí llevaron a cabo todos los trámites legales requeridos para poder ingresar a Estados Unidos con documentos. Por ponerse necios y tercos con una demanda de amnistía incondicional, que en los tiempos del Presidente Vicente Fox se convirtió en la bandera de exigir the whole enchilada (la enchilada completa), al final no están obteniendo ni siquiera algo que equivale a un chile piquín. No habrá ya ninguna amnistía para ninguno de ellos por lo menos durante los próximos cuatro años. Cosa diferente hubiera sido si en vez de ponerse necios y tercos hubieran adoptado una actitud más humilde uniéndose en torno a una petición como ésta: “Reconocemos y aceptamos plenamente que ingresamos a este país en violación abierta a las leyes migratorias de los Estados Unidos, y por esto mismo no cometeremos la ofensa de exigir que se nos dé ahora una legalización plena e ilimitada hasta concedernos la ciudadanía. Si inmigramos de manera ilegal, fue porque nos vimos presionados por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, ya fuese por la violencia en nuestros lugares de origen, o por las terribles carencias económicas en las que estábamos viviendo. No venimos a exigir, pero sí venimos a pedir de la manera más humilde, que se considere cada uno de nuestros casos uno por uno, y que se nos conceda no la residencia permanente legal sino una residencia temporal renovable que pueda ser cancelada por el gobierno norteamericano en el momento en que se cometa una ofensa penada por las leyes a las que prometemos respetar, lo cual nos permita demostrar comportándonos como buenos residentes que podemos hacer una contribución valiosa aún sin que se nos conceda la ciudadanía norteamericana”. Algo así de seguro habría motivado la compasión de muchos norteamericanos ante quienes en vez de estar protestando furiosamente con pancartas afuera del Capitolio se hubieran comportado humildemente apelando a la caridad que pueda haber en el corazón humano a quien está sinceramente arrepentido por haber violado las leyes migratorias pero que se vió obligado a hacerlo en contra de su voluntad por circunstancias del destino más allá de las manos humanas. Pero si en vez de ello siguen insistiendo en la enchilada completa, lo más que lograrán será enardecer no solo al buscapleitos que hoy gobierna a Estados Unidos sino a sus millones de seguidores, muchos de los cuales votaron por él precisamente porque estaban opuestos a una amnistía incondicional como la que han estado exigiendo los que piden la enchilada completa en vez de conformarse con llegar a un arreglo que aunque no sea la plena ciudadanía pueda permitir seguir residiendo de alguna manera en forma legal.

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