Estos son los cuentos del pato Donaldo.
Cuando los dioses quieren volver completamente loco a un hombre, le conceden todos sus deseos, le conceden todo lo que pide, como darle dinero en abundancia haciéndolo excesivamente rico, permitiéndole acumular en sus cuentas bancarias más dinero del que podría gastar en cien vidas consecutivas. Nunca falla.
Desde la cima de su emporio, en el último piso del edificio que lleva su nombre, el super-empresario multibillonario conocido por todos como el pato Donaldo ha decidido que el tiempo es propicio para cumplir su sueño de convertirse en emperador de Norteamérica, para lo cual ha tomado una decisión empresarial ejecutiva de alto nivel, la decisión de postular su candidatura para la presidencia de los Estados Unidos de Norteamerica.
Con mucha fanfarria, mucha publicidad y mucho marketing en lo cual es experto, enfundado en un traje militar oficial negro de gala con todo y cachucha también de color negro, el pato Donaldo se hace presente en un evento en el cual se presenta ante la prensa y los medios audiovisuales para anunciar su decisión de postularse como pre-candidato del Partido Republicano, el partido que le es más afín, lo cual comienza con un discurso que ya lleva preparado en el cual se encierra el núcleo de lo que él mismo llama la doctrina de Donaldo:
“He decidido aceptar los pedidos insistentes de millones de admiradores míos para concederles la enorme gracia y fortuna de lanzar mi candidatura para la presidencia de este país (se escuchan dos o tres aplausos entre unas docenas de curiosos y mirones que se han reunido en la calle para presenciar desde muy abajo del edificio el show que el pato Donaldo les ha montado). Mi plan de gobierno es muy sencillo. Hay que proteger y purificar a la raza blanca, hay que aislar a las razas inferiores que pretenden contaminar con su presencia este país, y el mayor peligro lo representan los mexicanos, esos seres inferiores a los cuales tenemos que mantener alejados. Hay otras razas inferiores de las cuales nos tenemos que mantener alejados, desde luego, pero esos cochinos mexicanos son los que conviven a un lado de nuestro país y por lo tanto son los que representan el mayor peligro. Esos grasientos mexicanos, prietos, chaparros, flojos, barrigones y bigotudos. ¿Para qué los queremos aquí, infectando con su presencia la gran sociedad que estamos construyendo los blancos que somos la raza superior, la raza elegida? Y para evitar que la amenaza de su presencia siga creciendo, he decidido que como presidente de ustedes lo primero que haré será ordenar la construcción de una gran barda, una gran muralla más grande, más majestuosa y más imponente, que la Gran Muralla China, para que esos seres inferiores de la Naturaleza que se reproducen en México como cucarachas ya no contaminen a nuestra sociedad que debe ser de los blancos, por los blancos y para los blancos. Para la construcción de la muralla, que se llamará la muralla de Donaldo, se permitirá el ingreso temporal de miles de mexicanos a los cuales usaremos como mano de obra esclava pagándoles con unos cuantos cacahuates por su esfuerzo, y ya que la muralla de Donaldo esté terminada, los deportaremos de regreso a México. Y no solo eso, haré que los mexicanos paguen por todos los costos de la construcción de esa muralla, incluidos los materiales usados para levantar la muralla. Mexicanos apestosos, malolientes, retrasados mentales, ¿para qué queremos a esos indeseables? Y una vez que estén aislados de nosotros, de la sociedad de hombres blancos y mujeres blancas que quiero construír, el siguiente paso será ver qué se puede hacer con ellos. Me gusta la idea de mandar a México al US Army para invadir el territorio en el que viven los mexicanos y quitarles el resto de lo que deberíamos de haberles quitado la ocasión anterior que invadimos a México, pero eso nos deja el problema de qué hacer con los mexicanos que se encuentran ahorita en el territorio mexicano que quiero conquistar. Una solución es tomarlos a todos ellos como nuestros esclavos, que al fin y al cabo el orden natural de las cosas requiere que las razas inferiores sean los sirvientes incondicionales de las razas superiores. Pero hay otra solución, una solución final a la cuestión mexicana de la que no daré detalles ahora, que nos permitirá ocupar lo que hoy es territorio mexicano, pero sin tener que cargar con los mexicanos. Y ya con ese territorio en nuestras manos, y sin mexicanos viviendo en dicho territorio, podemos convertirlo en un nuevo estado, en el estado más grande de la Unión Americana, el estado de Donaldo.”Al pie del edificio, en la calle, un hombre cuya cabeza está cubierta con un enorme cucurucho blanco en forma de cono en el cual hay dos orificios para permitirle ver hacia afuera de su disfraz, exclama con entusiasmo:
“¡Hasta que apareció un candidato por el que podemos votar, un candidato que merece ser postulado por el Partido Republicano!”También al pie del edificio, otro de los mirones le dice a su hijo: “Aprende esto, hijo mío: si ves algo que camina como un pato, grazna como un pato, y tiene el aspecto de un pato, muy probablemente es un pato”.
El pato Donaldo continúa con su discurso inaugural:
“Pero no debemos pensar en pequeño. Debemos pensar en grande. Al sur de México hay otros países también a la espera de ser conquistados por nosotros la raza superior del continente americano, países en los cuales también habitan sub-humanoides que pertenecen a razas inferiores indignas de vivir, países como Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Perú, Bolivia, Uruguay, Brasil, Venezuela y Colombia. Si nuestro poderoso US Army, actuando bajo las órdenes de su presidente Donaldo, puede invadir y conquistar a México eliminando en dicho territorio la presencia de los mexicanos, ¿por qué no habrá de poder hacer lo mismo con los guatemaltecos, los salvadoreños, los nicaragüenses, los peruanos, los bolivianos, los uruguayos, los brasileños, los venezolanos y los colombianos? Bien lo dijo en una ocasión nuestro gran presidente Monroe, un orgullo de la raza blanca: América para los norteamericanos. Y ya llegó la hora de que bajo mis órdenes se cumpla el gran sueño de nuestro presidente Monroe. Y esas razas inferiores no se podrán atravesar en nuestro camino, porque nosotros los blancos tenemos bombas atómicas contra las cuales los seres inferiores no pueden defenderse. Lo único que se necesita es un hombre en la presidencia de los Estados Unidos que tenga las agallas para darle las órdenes al US Army de que prepare los planes de invasión empezando con México para continuar después con otros países al sur, y ese hombre soy yo. Si votan por mí, todo esto es lo que les prometo empezando con la construcción de la gran muralla de Donaldo que no pagaremos nosotros sino que pagarán nuestros indeseables vecinos al sur que ya no podrán cruzar ni siquiera para visitarnos como turistas o hacer compras en las ciudades fronterizas”.En eso el principal ayudante del pato Donaldo interrumpe su discurso inaugural:
“Jefe, tenemos un problema, se nos coló hasta aquí en donde estamos un metiche que viene para acá, está casi frente a nosotros, para plantearle una controversia”El pato Donaldo, envalentonado, le responde a su ayudante:
“El gran Donaldo, la prueba viviente de la superioridad de las razas, gran defensor de la pureza racial, no le teme a nada ni a nadie. Dígale a mis guardias de seguridad que lo dejen pasar”Dada la orden del pato Donaldo que nadie en su equipo se atreve a cuestionar, se le planta enfrente un hombre que tiene la finta de ser un académico, iniciándose un diálogo entre ambos:
Pato Donaldo: ¿Y a tí que te trae por acá? ¿Qué pitos tocas? ¿Vienes a felicitarme? ¿Vienes a apoyarme? ¿O vienes a cuestionar mi grandeza ante la cual deberías estar deslumbrado?
Metiche: Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario. Eres un hipócrita.
Pato Donaldo: Cuida tu lenguaje, no sabes ante quien estás. He demostrado la pureza de mi genética y mi superioridad racial acumulando una de las mayores fortunas que ser humano haya visto jamás en este planeta ya no se diga en este país.
Metiche: Mira, sobre los orígenes de tu fortuna y los chanchullos y trampas y engaños a los que recurriste para estafar a otros sacándoles la mayor cantidad de dinero posible en el menor tiempo posible, podemos hablar de eso en otra ocasión. Lo que me trae es otro asunto del que ya dí parte a la prensa.
Pato Donaldo: ¿A sí? ¿Y qué asunto es ese?
Metiche: ¡Mira! (el no-invitado despliega ante el pato Donaldo una cartulina amplia que parece contener muchos detalles de lo que parece ser un árbol genealógico), he hecho una investigación amplia de todos tus antepasados, una investigación amplia que tú mismo podrías haber mandado hacer, o a lo mejor ya la hiciste pero no querías que se diera a conocer. He ido hasta doce generaciones atrás, y te tengo bien fichadito (empiezan a aparecer perlas de sudor en la frente del pato Donaldo).
Pato Donaldo: Seguramente se trata de invenciones tuyas.
Metiche: No, al contrario, todo esta muy bien documentado, y he tenido el apoyo de profesores e investigadores del Viejo Continente para suplementar la información que no se podía encontrar en Norteamérica. Tú estás aquí, mero abajo, eres esta ramita entre las cientos de ramitas y bifurcaciones del árbol que hay arriba de tí y que describen a tus padres, a tus abuelos, a tus bisabuelos, a tus tatarabuelos, y así hasta una docena de generaciones atrás yendo hasta el Viejo Continente, y resulta que...
Pato Donaldo: ¿Con qué mafufadas vas a salir ahora?
Metiche: Resulta que entre tus antepasados, sobre todo los que llegaron de Europa para establecerse en Norteamérica al estar huyendo como hampones de la justicia europea por delitos que están bien documentados en los archivos policiales del Viejo Continente, además de haber una amplia estela de bandidos, violadores, estafadores (desde luego), matones, asalta-bancos, secuestradores, esquizofrénicos, transgéneros y rateros de poca monta, hay una mujer gran-gran-gran-tatarabuela tuya, que no era una mujer blanca, sino una india nativa de este continente. O sea que tú, Donaldo, no eres de raza blanca cien por ciento pura, tú también tienes en parte algo de sangre de aquellos a los que indentificas como seres inferiores. Tu sangre está mezclada, no importa en qué porcentaje, eres impuro, y por lo tanto, de acuerdo a tu propia doctrina, no mereces aspirar a ser presidente de Estados Unidos. Y menos cuando quien te entregaría el poder sería el primer presidente afro-americano en la historia de este país.
Pato Donaldo: ¡Cuac, cuac, cuac!
Metiche: ¿Vas a negar a esta antepasada tuya, una india nativa del continente americano?
Pato Donaldo: Mi gran-gran-gran-tatarabuela no era una india ordinaria común y corriente, era una princesa india, algo así como Pocahontas, era parte de la realeza entre las tribus nativas de este continente...
Metiche: Pero india al fin y al cabo, ¿no? Aunque eso sí, muy bonita, como la Miss Universo mexicana Ximena que triunfó en uno de los certámenes de Miss Universo que tú organizas y que ha estado inconsolable y no ha parado de llorar al enterarse de que tú la consideras una mujer inferior por ser una mexicana prieta e indeseable al igual que sus padres y demás familiares de Jalisco, todos ellos de raza inferior.
Pato Donaldo: ¡Cuac, cuac, cuac!
Metiche: Si enciendes cualquier canal de televisión, ahorita mismo verás cómo la noticia de tu antepasada india está causando revuelo. Y si has de ser congruente con tu propia doctrina, tú no mereces vivir, eres impuro, eres inferior, y si realmente quieres hacer algo en pro de la protección y purificación de la raza blanca que dices defender, ahí está el pretil del balcón de tu edificio para que saltes y así te liberes de tu inferioridad racial de la única manera en la que te puedes liberar.
Pato Donaldo: ¡Cuac, cuac, cuac!
Al pie del edificio, uno de los mirones le dice a otro mirón: “En vez de llamarse el pato Donaldo se debería haber llamado el pato Lucas”. “¿Por qué” le responde el otro. “Porque está más Lucas que una cabra, más Lucas que un chivo espantado en una cristalería”.
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Tiempo después, ya en los infiernos, Satanás atiende en un gran aposento infernal al pato Donaldo:
Satanás: ¡Vaya! Ya era hora de que vinieras a pagarme las facturas.
Pato Donaldo: ¿Cuáles facturas?
Satanás: ¿Ya se te olvidó cómo pudiste hacerte tan groseramente rico de la noche a la mañana? ¿Ya te olvidaste del pacto que hicimos en aquél cementerio a la medianoche para que te pudieras hacer rico a manos llenas? Pero ahora estás aquí conmigo, para que cumplas con tu parte del pacto.
Pato Donaldo: ¿Y mis dineros?
Satanás: Bueno, eso se queda allá arriba. Ya sabes eso del dicho de que no te llevas ni un centavo contigo al pasar al más allá, o mejor dicho, al más acá. ¡Si vieras cómo se están peleando por tus cuentas bancarias que quedaron huérfanas! Como perros y gatos. De tí ni siquiera se acuerdan excepto para echarte pestes por no haber sido más generoso con ellos en tu testamento. Y te volverías a morir si pudieras ver cómo tus juniors y tus protegidos y tus arrimados están despilfarrando en cuestión de minutos los dinerales que a tí te tomó mucho tiempo atesorar.
Pato Donaldo: ¡Cuac, cuac, cuac!
Satanás: Pero basta ya de fruslerías. Mejor vamos a la Gran Sala Infernal en donde mis demonios están preparando un gran banquete en el que te estamos esperando porque vamos a contar con tu presencia, para festejar tu llegada a mi reino.
Pato Donaldo: ¿Va a haber un comelitón?
Satanás: ¡Desde luego! Vamos a abrir el menú con trufas de chocolate, y un buen vino Moscatel, añejado al punto óptimo. Tendremos también como aperitif unos volovanes con caviar y unas crepes Suzette.
Pato Donaldo: Suena sabroso, ya se me hace agua la boca. ¿Y el platillo fuerte?
Satanás: ¡Ah, sí! El platillo fuerte, la piece de resistance. ¿No te imaginas cuál será?
Pato Donaldo: No, pero muero de curiosidad por saberlo.
Satanás: ¿Pues qué otra cosa habría de ser, sino pato a la orange? Te dije que te estábamos esperando para contar con tu presencia en el festín. ¡Llévenselo! (Satanás a sus demonios).
Pato Donaldo: ¡Cuac, cuac, cuac!
Who’s the storyteller who wrote these damn jokes?
Estos son los cuentos del pato Donaldo.