En otros años, las elecciones federales se han llevado a cabo durante el mes de julio. Pero en este año 2015, se llevarán a cabo en el mes de junio, y de acuerdo a algunos será así en forma plenamente premeditada por tratarse de una ocasión muy especial.
Hay una vieja costumbre que forma parte del panorama cultural mexicano. El entorno en el que se practica es aquél en el cual en alguna familia de clase media o de la alta sociedad hay una jovencita cuyos respingados padres la presumen como una joyita de la cual están orgullosos, una princesita que es toda pureza, toda castidad, más casta y pura que Santa Teresa, la envidia del resto de la sociedad, una chamaquita consentida cuya celebración de XV años fue todo un acontecimiento social publicado en las páginas frontales de las secciones de sociales de los periódicos, presumida como todo un ejemplo para las demás muchachitas de su edad que bien harían en aprender de ella sus buenas costumbres. Y aunque no faltan las envidiosas que ven con malos ojos a la niña fresa, lo cierto según los progenitores de la muchachita es que no hay quien se le compare a ella en decencia, porque ella sí, a diferencia de otras coscolinas alocadas que no tienen moral ni valores éticos de un nivel de santidad, sabe comportarse de modo tal que sus padres siempre están orgullososo de ella.
Y sus padres siguen muy orgullosos de ella, creyéndola lo non plus ultra, hasta que la chamaquita empieza a comentarles lo felices que se verán ellos el día en que tengan a su lado a un nietecito que les alegrará sus días y que se pondrá a jugar con ellos el día en que lo tengan en casa. Mientras tanto, la jovencita está subiendo de peso atribuyéndole su recién adquirida gordura a los helados de chocolate que tanto le gustan, y usando vestiditos cada vez más holgados para disimular lo que dice ella son simplemente las consecuencias de su glotonería. Y los comentarios de la hija sobre la felicidad que tendrán sus padres el día que haya un nietecito en la familia van en aumento hasta que se convierten en cosa de todos los días. Y los padres de la chamaquita empiezan a sospechar los motivos del por qué tanta insistencia en el tema de un nietecito si ni siquiera se ha casado la niña fresa, si no ha pasado aún por el sagrado ritual del matrimonio como se espera que ella lo haga el día en que algún afortunado galán se despose con ella haciendo todo de la manera correcta en la que se espera que lo haga una chica de la alta sociedad o de la clase media.
La insistencia de la chamaquita en el tema del nietecito que llegará a sus vidas algún día en el futuro alcanza su clímax cuando la chamaquita, temerosa de que sus padres terminen atando cabos y que se les caiga la venda, termine confirmándoles la alegre noticia de que ya no tendrán que esperar mucho tiempo para que les llegue el nietecito, habido el hecho anunciado de la misma boca de la chamaquita de que está “un poquito embarazada”, sumado al muy afortunado hecho de que no tendrán que aguantar a un yerno que salga borracho o irresponsable porque la chamaquita ya lo “mandó a volar” (eso dice ella) y no les dirá jamás su nombre porque para ella ese mal hombre no vale nada, lo único que vale es el bonito nietecito que viene en camino. Y es entonces cuando arde Troya, cuando los padres ponen el grito en el cielo, desatándose el equivalente de una tragedia griega en casa, una verdadera tragedia familiar, como si fuese el fin del mundo. “¡Justo hoy que me toca dar la junta del té-canasta! ¿Qué dirán mis amigas?” gritará sin cesar la madre de la chamaquita. “¡Que desgracia! ¡Tenemos una ramera en casa, una prostituta, una mujerzuela que no vale nada, además de que habrá una boca más que mantener!” gritará el padre de la chamaquita. “¡Se ha deshonrado el apellido familiar!” gritarán ambos, poniendo a la chamaquita muy nerviosa. ¡Qué tragedias de Sófocles, de Shakespeare o de Víctor Hugo, ni que ocho cuartos; esto es lo mero bueno, el principal tema de las telenovelas! Las soluciones al melodrama dependen del entorno familiar, en tiempos de antaño la chamaquita podía terminar enclaustrada como monja en un convento con el fruto de su desliz dado en adopción, o enviada lejos para regresar a casa después de haber dado a luz y haberse dado a su bebé en adopción, o con la mama de la chamaquita escondiéndose por un tiempo para reaparecer nuevamente presumiendo al recién nacido como hijo suyo –y por lo tanto hermanito de la chamaquita-. Aunque en tiempos más modernos con la institución del matrimonio cayendo en desuso ante tasas crecientes de divorcios lo más común es que la chamaquita y sus padres simplemente se harán a la idea de que se trata de tan solo una estadística más de madres solteras y seguirán adelante con sus vidas. Además, el nietecito está precioso. ¿A poco no?
Tanto ayer como hoy, cuando se descubre en el seno familiar la realidad de un embarazo no deseado en una hija o en una de las hijas, es entonces cuando se dice que de acuerdo a una añeja costumbre mexicana la chamaquita les salió a sus padres con su domingo siete. No hay nada que más teman los padres de familia en México que el que su hijita predilecta, la princesita, la niña fresa que creían inmaculada y más pura que el agua de los manantiales de las montañas, les salga con su domingo siete. Cada vez que se repite este tipo de escena en algún lugar de México (y podemos suponer que se repite diariamente cientos de veces), se dice que una chamaquita les salió a sus padres con su domingo siete.
¡Salió con su domingo siete!, es un dicho longevo y popular en varios países, pues se trata de una frase en la cual se relaciona a una mujer, soltera y joven que ha quedado embarazada sin estar casada, aunque también se ha ligado a una persona que realiza alguna tontería o comentario inapropiado, y cuyo uso se ha extendido hacia otras situaciones. El arqueólogo mexicano Eduardo Merlo Juárez ha señalado a varios medios de comunicación que la pegajosa frase tiene su origen en una leyenda del Norte de Europa. Más precisamente en Dinamarca y Noruega, donde unos pequeños duendes son los responsables de aquel dicho. Un día, al interior del bosque, un grupo de duendes se encontraba danzando y cantando, en sus versos recitaban armoniosamente -lunes uno, martes dos, miércoles tres, jueves cuatro, viernes cinco, sábado seis- y así, una y otra vez, lo que estas pequeñas y mágicas criaturas no sabían era que, oculta entre los arbustos, una joven los espiaba. Mientras entonaban su repetida estrofa, el ímpetu de la mujer salió a relucir ya que, al decir los duendes -sábado seis- ella no pudo evitar exclamar ¡y domingo siete!, descubriéndose así ante éstos. En castigo a la intromisión y arrebato de la joven, los duendes esparcieron un hechizo sobre ella, el cual la dejó embarazada. El dicho, de origen europeo, llegó a América, como todo, con los españoles quienes lo difundieron en Latinoamérica.
Pues resulta que las elecciones de 2015 se van a celebrar el 7 de junio. Que dicho sea de paso, cae en domingo (todas las elecciones en México son programadas para celebrarse en domingo, que es el día de asueto). En pocas palabras, las elecciones se van a llevar a cabo en un domingo siete. Domingo 7 de junio de 2015.
Cuando a uno de los contendientes de la izquierda en México para estas elecciones federales se le preguntó hace poco en un programa radiofónico qué podía esperar recibir de la democracia el país este año en que se efectúan elecciones, simplemente respondió con algo de ironía:
“La fecha lo dice todo. En este 2015, la democracia le saldrá a México con su domingo siete”Y lo más probable es que el tiempo le dará la razón.
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