domingo, 14 de junio de 2015
Nueva esperanza para la democracia en México
Cuando el analista y politólogo Jorge Castañeda Gutman trató de contender en 2006 por la presidencia de México, la partidocracia que en cierto modo todavía mantiene secuestrado al país con sus camarillas de plurinominales por los que nadie vota (como Javier Corral) impidió que Jorge Castañeda se pudiera postular como candidato independiente desligado de todo partido político. No se lo permitieron, lo boicotearon con las leyes promulgadas para tal efecto, y se salieron con la suya.
Todavía hasta 1946 era posible para cualquier ciudadano el poder postularse para la presidencia de México, aunque las probabilidades de ganar por sí solo sin el apoyo de un grupo numeroso de gente eran casi nulas al tener que competir en contra de un poderoso sistema político en el que el mismo gobierno se encargaba de organizar las elecciones y de hacer el recuento de votos, dándole siempre el gane al candidato oficialista en una época en la que no existía Internet y la televisión era un artículo de lujo con los medios de comunicación firmemente vigilados y censurados por el gobierno federal, y encima de todo no había un Instituto Federal Electoral (IFE) ni un Instituto Nacional Electoral (INE) para garantizar la limpieza de las elecciones. A partir de la Ley Electoral Federal de 1946 (promulgada un año después de que terminara la Segunda Guerra Mundial) la figura del candidato independiente dejó de ser reconocida, confiriéndole la exclusividad del registro de candidaturas a los partidos políticos y afianzando el monopolio del poder de parte del régimen de partido único.
Aunque a Jorge Castañeda se le prohibió participar en las elecciones presidenciales de 2006, Jorge Castañeda entabló una demanda de juicio de amparo para poder contender sin partido que lo respaldara. La Suprema Corte se puso de parte del sistama oficialista confirmando la sentencia en contra de Jorge Castañeda por la improcedencia legal de su apelación en el caso de las leyes electorales. De cualquier modo, Jorge Castañeda recurrió a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de la cual México es país signatario reconociendo la autoridad de dicha corte, para quejarse del impedimento que no le permitió contender como candidato independiente por la presidencia de México. La Corte Interamericana de Derechos Humanos decretó en 2008 la violación al derecho de protección judicial del quejoso (dándole palo a la Suprema Corte de Injusticias de México), al no existir ningún medio de impugnación para defender sus derechos, razón por la cual el gobierno mexicano estaba obligado a ajustar la legislación secundaria. El desafío planteado por Jorge Castañeda al sistema político mexicano influyó de manera decisiva para la aprobación de la Reforma Político-Electoral de 2014 que abrió la posibilidad (aunque con enormes trabas cortesía de la partidocracia que se resiste a morir) a las candidaturas independientes.
De este modo, como resultado de la condena emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en contra del gobierno de México y no como resultado de una concesión graciosa, tras el triunfo obtenido por Jorge Castañeda se modificaron las leyes en México para permitirle a los candidatos independientes el poder postular sus candidaturas. Hoy a todo ciudadano le asiste la posibilidad de contender por cargos de elección popular sin ser postulado por algún partido político, tanto a nivel federal como local.
Las elecciones llevadas a cabo el 7 de junio de 2015 fueron de hecho las primeras elecciones en las que hubo candidatos independientes. En los partidos políticos no se les dió mucha importancia, tan seguros estaban de que ningún candidato que no estuviese respaldado por alguna de las principales fuerzas políticas estaría condenado al fracaso en las urnas. Sin embargo, los votantes le propinaron al sistema político mexicano una lección que no habrán de olvidar en mucho tiempo.
El histórico “golpe de timón” que se dió a la democracia mexicana ocurrió en el estado de Nuevo León, en donde de manera clara y contundente Jaime Rodríguez “El Bronco” ganó la gubernatura de Nuevo León como candidato independiente, sin contar con el respaldo de ningún partido político. sin contar con ningún otro respaldo más que el respaldo del mismo pueblo, que es el que realmente cuenta en una democracia que se precie de serlo. Y como llegó al poder con el voto del pueblo, no tiene ningún compromiso con ningún partido político ni tiene facturas políticas que se tengan que pagar.
En Nuevo León, los votantes no estaban contentos con el sistema bipartidista. Ciertamente, no estaban contentos con la forma de gobernar del PRI. Pero tampoco estaban muy contentos con la forma de gobernar del PAN. La alternancia se daba no como resultado de cuál pudiera ser el mejor de los candidatos de ambos partidos, sino como resultado del voto de castigo dado a favor de un partido para castigar al otro partido. Cuando Jaime Rodríguez se postuló como candidato independiente, ofreció por vez primera una opción fresca a los votantes en la cual ya no era necesario recurrir al voto de castigo, se podía votar no por el menos peor sino por aquél que fuera considerado por los votantes como la mejor opción. Y los votantes decidieron que la mejor opción era “el Bronco”. Esto por sí solo ya es un parteaguas.
La magnitud del triunfo del candidato independiente “El Bronco” fue tal que superó los porcentajes combinados de las votaciones dadas al PRI y al PAN. En otras palabras, si el PRI y el PAN hubieran contendido juntos en contra del candidato independiente, ni aún así le habrían podido ganar. Esto reafirma el hastío de los regiomontanos hacia el bipartidismo PRI-PAN que le estuvo dando la razón a aquella mujer incrédula que dijo “son lo mismo, es la misma gata, nomás que revolcada”.
El triunfo de “El Bronco” como candidato independiente abre de pronto una amplia gama de posibilidades para todos aquellos que sin pertenecer a un partido político aspiran a convertirse en diputados, en senadores, en alcaldes, en gobernadores, y hasta (¿por qué no?) en presidente de México, sin necesidad de tener que pertenecer a un partido político. Lo que ha ocurrido en Nuevo León tiene repercusiones profundas que seguirán cimbrando al sistema político mexicano por los tiempos venideros. La experiencia del triunfo del candidato independiente en la gubernatura de Nuevo León es un hecho histórico para México que demuestra que de algún modo el proceso de selección de candidatos tiende a ciudadanizarse y puede enriquecer mucho más el entorno político mexicano con la participación de personalidades que gozan de popularidad entre el electorado, sin necesidad de ser apadrinados por partido político alguno.
Pero no solo “El Bronco” obtuvo la primera gubernatura lograda por un candidato independiente por vez primera en toda la historia del México contemporáneo. Hubo otros candidatos independientes que también para cargos menos llamativos alcanzaron una alta preferencia entre los electores. Uno de ellos es César Adrián Valdés García, cuyo triunfo resultó incuestionable. Otro triunfo que llama la atención es el de Clouthier Carrillo, hijo del inolvidable ex candidato presidencial Manuel Clouthier “Maquío”. Clouthier Carrillo, asqueado por los niveles de descomposición interna a los que estaba llegando el PAN, optó por abandonar dicho instituto político, y los panistas en vez de tratar de retenerlo reformando las malas mañas que se estaban adquiriendo dentro del PAN y expulsando a los malos elementos que solo estaban usando al PAN para buscar el poder por el poder mismo, simplemente le dijeron al hijo de Maquío: “lárgate, no te necesitamos, nos las podemos arreglar muy bien sin tí”. Hoy de seguro esos panistas se está arrepintiendo de haberlo dejado ir, como posiblemente se arrepentirán de tenerlo como un duro antagonista en el Congreso de la Unión que no les debe absolutamente nada y que como candidato independiente solo tiene que responder a la mayoría de los votantes que votaron por él; solo a ellos les tiene que rendir cuentas Clouthier Carrillo y no al PAN, lo cual para el hijo de Maquío ha de tener el sabor de una liberación.
Con las históricas elecciones del 7 de junio, México ha sepultado de manera definitiva el sistema de partido único que Mario Vargas Llosa calificó como “la dictadura perfecta”. Dicho sistema ya no va a regresar. Más aún, y en un hecho que se puede considerar impresionante, cada mexicano por fín le puede presumir a los norteamericanos que el sistema democrático mexicano es superior al sistema político norteamericano, puesto que mientras que en México la partidocracia va en retroceso y los candidatos independientes triunfantes como “El Bronco” y el hijo de Manuel Clouthier “Maquío” ya triunfan sin necesidad de ser postulados por ningún partido político, Estados Unidos sigue atrapado en un nefasto bipartidismo cuya consecuencia igualmente nefasta es un Congreso notoriamente disfuncional en el que llegar a cualquier acuerdo razonable se ha vuelto misión imposible.
A partir de junio de 2005, las cosas han cambiado en forma radical y para siempre en México. Ya no hay lugar en México para otro Porfirio Díaz, tampoco hay espacio para otro Antonio López de Santa Ana, adefesios históricos que se sirvieron del poder en vez de usarlo para servir a México. Del mismo modo, los tiempos del partido único en el que un solo partido político mantenía un monopolio absoluto del poder con una mayoría aplastante e insuperable en ambas Cámaras del Congreso y con la perpetuación de su permanencia continuada en la silla presidencial por espacio de siete décadas, eso también se acabo, porque una vez que la gente se ha acostumbrado a lo que es una verdadera democracia se antoja casi imposible que se quiera volver a lo de antes. Por otro lado, las campañas negras están terminando de perder rápidamente cualquier efectividad que hayan podido tener, ya que si un partido político aspira a remover del poder a otro partido político simplemente recurriendo a la calumnia y al infundio, el elector le puede dar la puntilla a los dos partidos escogiendo a un candidato independiente desligado de cualquier partido político; esto fue precisamente lo que sucedió en Nuevo León. En esto el PAN carga con buena parte del peso de la culpa. ¡Vaya que fue el PAN el que dió inicio a las guerras sucias en los procesos electorales! Aquí se anticipó que estas guerras sucias lejos de ayudar a los que las promovían podrían resultar contraproducentes aumentando el descontento de la ciudadanía y con ello promoviendo el abstencionismo y ahuyentando a los simpatizantes propios, con muchos votos migrando hacia candidatos independientes que hoy están empezando a triunfar. El pueblo quiere soluciones, no pleitos de chirinoleras, y si los partidos políticos no entienden esto pues entonces los votantes mandan a los partidos políticos a su casa reemplazándolos por independientes.
¿Es deseable que desaparezcan los partidos políticos en México? Desde luego que no. Se supone que cada partido político tiene sus propias propuestas e ideas que difieren de las propuestas de otros partidos, y se supone que cada partido tiene su propia ideología y su propia visión sobre cómo se deben llevar a cabo las cosas. ¿Se debe autorizar la eutanasia asistida para enfermos terminales? ¿Se debe autorizar la producción así como la distribución y el consumo legal de la mariguana en la población adulta? ¿Se debe autorizar e incluso apoyar con recursos oficiales el aborto en casos médicos en los que la vida de la madre esté en peligro y el producto se puede dar por perdido? ¿Se debe restaurar la pena de muerte para ciertos delitos? ¿Se le debe remover al presidente de la República la protección del fuero constitucional, haciéndolo igual ante la ley? ¿Se deben eliminar los diputados y senadores plurinominales acabando de tajo con cualquier posibilidad de que puedan convertirse en legisladores individuos que no recibieron el voto de nadie? Estas son cosas que en una democracia tienen que ser decididas por la mayoría y no por minorías que se dicen representar a la mayoría pero que en realidad solo se representan a ellas mismas. Y los partidos políticos con sus plataformas de propuestas son el medio idóneo para agrupar a personas con ideas afines para poder juntar los votos requeridos en el Congreso (o en el Parlamento) para modificar las leyes de acuerdo a lo que la mayoría del pueblo está pidiendo.
Tras las elecciones de 2015, en el nuevo México las cosas ya no pueden seguir igual que antes, y más vale que los partidos vayan aprendiendo la lección. Ya no es posible que un partido simplemente saque a otro partido del poder para que las cosas sigan igual que antes y no se aplique ningún castigo a los que fueron echados por los votantes por los ilícitos por los cuales fueron echados por los electores. Si el pueblo, expresando su voluntad mediante las urnas, castiga a un gobernante que abusó de su poder, el pueblo espera que su sucesor aplique todo el rigor de la ley a su antecesor; nada de “borrón y cuenta nueva”, y si el emanado de un partido entrante no lo puede hacer con el gobernante emanado del partido saliente, pues entonces la solución consiste en no votar por ninguno de los dos (o tres, o cuatro) partidos, cediéndole el poder a un independiente al que no le tiemble la mano en lo que toca a aplicar la ley a su predecesor cuando haya pruebas condenatorias e incriminantes.
Ante lo sucedido, los partidos políticos ya no pueden darle a sus candidatos un cheque en blanco justificándoles todos sus yerros y trapacerías una vez que ocupen un cargo de representación popular. Los procesos de selección de candidatos tienen que procurar a los mejores hombres y dejar de beneficiar a los amigos y compadres como acostumbraban hacerlo en el pasado. Del mismo modo, en cuanto algún funcionario o gobernante emanado de cualquier partido político empiece a desbarrar y a incurrir en ilegalidades o idioteces, en vez de tratar de justificarlo y protegerlo a capa y espada bien harán en proceder a expulsarlo del partido y dejarlo caer como un pesado e indeseable fardo antes de que el indeseable arrastre al pozo de los infortunios al partido que lo postuló.
Cualquier mexicano que esté leyendo ésto, si tiene propuestas constructivas que puedan ser de interés o de utilidad para la Nación, y si cuenta con simpatías entre el electorado, puede tratar de llevarlas a algún partido político afín para que las haga suyas y lo postulen como candidato. Pero si no le hacen caso, entonces se puede postular como candidato independiente y llevar sus propuestas directamente al pueblo sin recurrir a ningún partido político como intermediario, con la seguridad de que si triunfa con el apoyo del pueblo aquellos partidos que lo rechazaron se van a arrepentir hasta la médula.
¡Hasta Rodolfo Neri Vela, el primer astronauta mexicano, como resultado del efecto Bronco ya manifestó su aspiración para postularse como candidato independiente a la presidencia de México! Solo falta ver si en la NASA le pueden proporcionar un propulsor lo suficientemente potente para lanzarse hasta no hasta el Cielo sino para llegar y aterrizar en Los Pinos. O ya de perdis en caso de que le falle el cohete, quedarse como huésped en la Estación Espacial Internacional por un año mientras se le pasa el coraje en caso de no lograr llegar a la silla presidencial a la que muchos quieren llegar pero muy pocos logran llegar (como dice el dicho, muchos son los llamados, y pocos los escogidos).
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