miércoles, 10 de agosto de 2016

5.25%



Han transcurrido ya siete largos años desde que la Reserva Federal de los Estados Unidos (conocida usualmente como la Fed) ha mantenido las tasas de interés en casi cero. El único aumento en las tasas de interés de la Reserva Federal que ha habido ocurrió hace ocho meses en diciembre de 2015 y fué dentro de un rango tan ridículamente bajo que para fines prácticos podemos seguir hablando de tasas de interés de casi cero con las cuales el gobierno norteamericano está en condiciones de poder facilitar a las instituciones bancarias dinero esencialmente gratis. Para quienes quieren obtener un préstamo hipotecario esto es una muy buena noticia, y aunque a los solicitantes de préstamos hipotecarios no les alcanza el beneficio de pagar sobre los préstamos bancarios un interés de casi cero (los bancos que prestan dinero tienen que obtener alguna ganancia para poder operar), de cualquier modo los que se embarcan en Estados Unidos con una hipoteca han estado gozando de tasas de interés tan bajas por tanto tiempo que casi se antojan irreales.

Pero esto viene a un costo extraordinario. Puesto que las tasas de interés han estado prácticamente en cero, los hábitos del ahorro tradicional que nos enseñaban nuestros padres y nuestros abuelos se han ido perdiendo. Antes había un buen aliciente para ahorrar -eso nos repetían a cada rato- y el aliciente era que los bancos pagaban un interés fijo sobre los dineros que uno iba guardando en el banco. Hace unas tres décadas, había tres tipos de depósitos que se podían hacer en los bancos: en cuentas de ahorro, en cuentas de cheques, y en depósitos a plazo fijo (inversiones). La ventaja de las cuentas de ahorro era que uno podía retirar su dinero del banco en cualquier cantidad y el interés en los depósitos seguía siendo el mismo, y tanto los depósitos como los retiros en tiempos del ayer se efectuaban en libretitas como la que aparece arriba al principio de esta entrada. Las cuentas de cheques aunque no pagaban intereses ofrecían la comodidad de no tener que cargar dinero en efectivo y para ciertas transacciones en las cuales se tenía que enviar por correo cierta cantidad de dinero el envío de un cheque (además de los giros postales que hoy están obsoletos) bastaba con enviar un cheque y los bancos se encargaban de enviar y recibir la transferencia con un cobro mínimo por dicha transferencia. Si alguien quería recibir tasas de interés mayores que las que pagaban los bancos sobre las cuentas de ahorro, se podían efectuar inversiones a plazo fijo igual que las que se acostumbra hacer el día de hoy. Entre más dinero se depositaba a plazo fijo por una cantidad mayor de tiempo, mayor era el interés que se podía obtener en cuentas de inversión.

Las inversiones a plazo fijo, al ser dinero que no podía ser retirado en cualquier momento por los propietarios de las cuentas, le permitía a los bancos el poder contar con una reserva fija que podía ser utilizada a su vez para prestarle dinero a empresarios, a profesionistas, a personas interesadas en comprar una casa o un carro, y así por el estilo. Aunque la imagen típica del banquero era la de un personaje multimillonario que llevaba sortijas de diamantes en todos los dedos de su mano y vestía siempre de forma elegante con vestidos de casimir inglés, la verdad es que el dinero que poseían los banqueros era, en su mayor parte, dinero ajeno. Era dinero que recibían en depósito pagando cierto interés a los cuentahabientes, y el cual prestaban a un interés mayor a quienes le solicitaban al banco un préstamo. Era la manera tradicional en la cual los bancos hacían su dinero, prestando el dinero ajeno que les confiaban. Puesto que a los bancos les convenía tener en sus reservas la mayor cantidad posible de dinero, hacían campañas intensas y frecuentes para inculcar en las personas el hábito del ahorro. “Ahorra o nunca” era un lema de propaganda que usaba la Banca Serfín que en la ciudad en donde vivo era antes el Banco de Juárez.

La banca mexicana era privada, se sostenía sola sin ninguna ayuda del gobierno. Pero en los años setenta llegó a la presidencia de México un desquiciado llamado José López Portillo que hipotecó al país convirtiéndolo en el país con la mayor deuda externa del planeta, ofreciendo en garantía a los bancos extranjeros las reservas gigantescas de petróleo que se habían descubierto justo en tiempos en los que el petróleo estaba alcanzando niveles récord nunca antes vistos (algo parecido a lo que ocurrió recientemente antes que el precio del barril de petróleo que en los tiempos de Vicente Fox rondaba en los cien dólares por barril se desplomara por debajo de los treinta dólares por barril dejando las finanzas públicas de México en una situación lamentable). El presidente frívolo y malvado dilapidó miserablemente los inmensos préstamos que había obtenido de la banca extranjera, y cuando el precio del petróleo se desplomó no había con qué pagarle a los bancos extranjeros ni siquiera los intereses sobre dichos préstamos. Tratando de culpar a la banca privada de México por el desastre en vez de admitir sus locuras y sus errores, el Presidente enajenado, en su último informe presidencial y de manera sorpresiva para todos los mexicanos, estatizó en uno más de sus arrebatos de locura la banca mexicana (en la propaganda oficial se le llamó nacionalización tratando de invocar el mismo espíritu nacionalista que invocó la nacionalización petrolera efectuada por Lázaro Cárdenas, aunque esto fue tan solo una más de las cientos de mentiras oficiales pronunciadas en aquél entonces porque la banca era nacional al estar prohibido a los inversionistas extranjeros abrir sucursales bancarias en México) con lo cual la situación en vez de mejorar empeoró hasta hacer tronar a México. Vale la pena repasar cómo en su último informe presidencial, derramando ante los ahí presentes muchas lágrimas de cocodrilo desde la palestra conforme leía su informe, el Presidente desquiciado echándole la culpa a la banca privada del hundimiento ocasionado por su propio gobierno le dijo a una nación incrédula y estupefacta: “Estas son nuestras prioridades críticas. Para responder a  ellas  he expedido en consecuencia dos decretos: uno que  nacionaliza los bancos privados del país, (aplausos prolongados), y otro que establece el control generalizado de cambios, no como una política superviviente del más vale tarde que  nunca, sino porque hasta ahora se han dado las condiciones  críticas que lo requieren y justifican. Es ahora o nunca. Ya nos  saquearon. México no se ha acabado. No nos volverán a saquear”. Y los diputados y senadores de ese entonces, paleros sin voz ni conciencia propia y mucho menos hombría alguna, le dieron un aplauso prolongado y a rabiar premiándolo por sus locuras, dándole cuerda al enajenado. Aquí es importante agregar que cuando de un día a otro José López Portillo estatizó la banca privada en México (lo cual la Constitución le prohibía), le pasó a miembros clave de su gabinete el decreto de estatización ordenándoles firmarlo, a lo cual un mexicano con bastantes pantalones llamado Adrián Lajous se opuso, enfrentándose al Presidente argumentando que la estatización de la banca privada hundiría al país además de que la banca privada mexicana estaba protegida de estatizaciones por la misma Constitución (todo lo cual era cierto). A partir de ese momento, Adrián Lajous fue echado del gobierno de México y la Constitución mexicana fue reformada en unas cuantas horas por un Congreso dócil y pelele que le aprobaba al Señor Presidente todo lo que se le viniera en gana enviar al Congreso para su aprobación como mero trámite burocrático. Hasta la fecha y sugiriendo que el temor a la figura presidencial del México de antes venerada como una especie de semi-dios al que no se le podía ni se le debía tocar jamás sigue vigente, nadie le ha reconocido a Adrián Lajous ese gesto de enorme valentía de haberse enfrentado en su momento al hombre más poderoso de México, un desafío que incluso le pudo haber costado la vida (así de poderosos eran los presidentes de México en la última mitad del siglo pasado, y quien lo dude haría bien en consultar las biografías de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Alvarez).

El caso es que la banca privada en México desapareció, la gente dejó de depositar sus dineros en los bancos prefiriendo gastarlo en vez de ver cómo el dinero depositado iba perdiendo rápidamente su valor con las devaluaciones casi diarias que se estaban dando. Y los intereses que se pagaban entonces no compensaban en nada la pérdida del poder adquisitivo de los ahorros depositados en las cuentas bancarias de la ahora estatizada y burocratizada banca mexicana, por el contrario era una enorme pérdida. Muchos de mayor edad perdieron en esa época los ahorros de toda su vida cuando en cuestión de meses vieron que sus ahorros guardados para su jubilación cayeron de unos diez mil dólares (una enorme cantidad de dinero en aquél entonces tomando en cuenta el enorme poder adquisitivo del dólar en aquél entonces) a menos de mil dólares.

Pero no siempre fue así. Antes de la época funesta del presidencialismo en México que tuvo su paranoico clímax en las figuras de Luis Echeverría Alvarez y de José López Portillo, hubo un tiempo de relativa estabilidad, la época en la cual la banca privada mexicana tuvo su mayor gloria, para cuya muestra nos podemos referir a los años sesenta, en específico al año de 1965.

En ese año 1965, muchos bancos mexicanos le pagaban en intereses a los poseedores de cuentas de ahorro lo que hoy en los tiempos de casi cero tasas de interés en cuentas de ahorros es considerado una cantidad que asombra: 5.25%. Cualquiera podía abrir una cuenta de ahorros en un banco de la localidad, inclusive los niños de  la escuela Primaria. Todos los depósitos eran bienvenidos por la banca mexicana. Y eran tiempos en los cuales la inflación era relativamente baja. Esto significa que cuando alguien ahorraba en un banco, en términos reales y ya tomando en cuenta los efectos de la inflación el valor del dinero que poseía depositado en un banco a su nombre crecía en términos reales, no bajaba. El solo hecho de tener depositado dinero en el banco a un interés fijo de 5.25% en cuentas de ahorro le daba a los cuentahabientes la seguridad y confianza de que su dinero al igual que los árboles iba creciendo de día a día, y periódicamente en las libretitas de cuentas de ahorros que se usaban en ese entonces los bancos iban aumentando año con año el monto del dinero en cada cuenta de ahorros aunque una cuenta no tuviera movimiento alguno.

Desde que la Fed empezó a meter su mano para estimular la economía estadounidense con tasas de interés casi iguales a cero, los particulares empezaron a perder el incentivo para ahorrar, y este fenómeno se trasladó a México. Resulta risible, por no decir trágico, ver cómo personajes como Enrique Campos Suárez, el conductor del segmento Primero Finanzas del noticiero matutino de Televisa Primero Noticias de Carlos Loret de Mola, se preocupa en forma extraordinaria y casi lanza quejidos de desesperación cada ocasión que la Fed en Estados Unidos parece amenazar con subir sus ridículas tasas de interés de casi cero por ciento en un miserable y simbólico 0.25%, advirtiendo que esto podría ser el causante de una recesión económica global preludio del fin del  mundo, cuando en 1965 en las simples cuentas de ahorro en México se le pagaba a los cuentahabientes un rédito casi impensable el día de hoy del 5.25%. No pasa semana sin que Enrique Campos suene la voz de alarma sobre los riesgos de que la Fed suba sus tasas de interés, y como muestra podríamos citar su trabajo titulado “La Fed podría endurecer su discurso esta semana” publicado el 26 de julio del año en curso en donde advierte con suma preocupación: “Durante la pasada reunión de toma de decisiones de política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), se dio una votación unánime para dejar las tasas de interés en ese momento sin cambios. Hay quien todavía apuesta a que lo prudente sería una reducción en el costo del dinero, lo que no deja de ser simplemente un alocado sueño de verano. Pero más allá de que sería una verdadera sorpresa cercana a la catástrofe que subieran la tasa de interés, lo interesante es ver si los datos más recientes del comportamiento económico hicieron alguna mella en el ánimo dovish de los banqueros centrales estadounidenses. Si este dato y otros tantos que hablan de un crecimiento moderado en la economía más grande del mundo, sumado a la tensa calma y los largos tiempos que vienen por delante para que se concrete el Brexit, podría haber uno o más banqueros que se pronuncien por elevar la tasa de interés. Los halcones de la Fed ahí viven y no van a cambiar, es posible que no se pueda mantener la unanimidad. Pero si el tono del comunicado de la Fed deja lo suavecito para retomar alguna que otra frase hawkish, podría regresar a los mercados al punto inmediato anterior de creer en aquello de dos aumentos antes de que termine el año”. De acuerdo a la lógica usada por Enrique Campos y otros como él, si la Fed subiera sus tasas de interés a algo que tal vez pudiera estimular nuevamente el hábito del ahorro, algo como un 1.25% o mejor aún 3.0% suficiente para superar los efectos de la inflación, absteniéndose de estarle dando dinero gratis a los bancos y empezar a obligarlos a hacer dinero “a la antigüita” obteniendo sus fondos de los ahorros y depósitos de los cuentahabientes dándoles los mismos bancos algo a cambio, entonces todos los bancos quebrarían en cuestión de semanas, la banca privada desaparecería, y se vería en el horizonte la llegada de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. Esto desde luego es falso, en 1965 el premio dado por la banca privada en México a los poseedores de cuentas de ahorro era 5.25%, y en ese entonces los bancos no quebraron, por el contrario estuvieron creciendo de manera sostenida, y México tuvo un crecimiento como no lo ha tenido desde entonces.

De hecho, con la Fed manteniendo sus tasas de interés en los suelos, acostumbrando a la banca privada norteamericana a lo que es esencialmente dinero gratis, se está repitiendo el mismo error que el que fue cometido por Alan Greenspan, el cual también bajó las tasas de interés a niveles históricos que a la postre tras la subida de las tasas de interés detonaron la crisis económica de 2008, una crisis de la cual por cierto aún no salimos. Pero tal parece que ni los economistas ni los gobernantes aprenden lecciones del pasado que deberían conocer de memoria.

Una buena referencia para darnos una idea de la época de 1965, una era maravillosa en la que la inflación en México era algo que no le preocupaba a nadie, cuando no había ni un solo humano infectado con el HIV/SIDA, y cuando el concepto calentamiento global era algo inexistente y que no preocupaba a ningún científico incluídos los más pesimistas, es el Informe Anual 1965 de la Cuadragesima Cuarta Asamblea Ordinaria de Accionistas del Banco de México publicado en 1966 en la Ciudad de México. En ese documento histórico podemos leer lo siguiente:

“El producto nacional bruto en términos reales, aumentó durante 1965 en 5.4%, en tanto que los precios sólo se incrementaron en 1.9% con lo cual la economía mexicana continuó mostrando un comportamiento que conjuga el desarrollo económico con la estabilidad de los precios. Este ascenso es especialmente significativo si se considera que en 1964 se había registrado un aumento intenso en el producto nacional, y que en los primeros meses de 1965 la inversión pública fue más baja, por haberse anticipado la terminación de numerosas obras públicas en el año anterior y porque se consideró conveniente no acelerar durante el año la ejecución de las nuevas, a fin de jerarquizar debidamente el programa a realizar durante el sexenio.”

“Contribuyeron al incremento de la actividad económica el dinamismo de la inversión privada, el ascenso de los gastos corrientes del gobierno y el de las exportaciones de bienes y servicios, que aumentaron 8.6%. Todo ello se llevó a cabo en condiciones de relativa estabilidad de precios, y de equilibrio y fortalecimiento de la balanza de pagos.”

“A pesar de que el endeudamiento neto contraido con el exterior durante 1965 disminuyó en cifras muy importantes en comparación con el de años anteriores, la balanza de pagos de México mostró una gran firmeza, acentuándose la tendencia al aumento de las exportaciones de bienes y servicios y disminuyendo la de crecimiento de las importaciones. La reserva neta del Banco de México se incrementó durante el año en 7.4 millones de dólares. La reserva bruta alcanzó la cifra de 575.2 millones de la misma moneda, cantidad ligeramente inferior a la del año anterior, por haberse disminuido el pasivo en divisas del Banco de México, que es exclusivamente interno.”

“Además de los recursos anteriores, continúan disponibles para el país: a) una línea de crédito por 90 millones de dólares en el Banco de Importaciones y Exportaciones; b) recursos por 75 millones de dólares derivados del Convenio de Crédito Recíproco de Estabilización con la Tesorería norteamericana; y c) los derechos de giro en el Fondo Monetario Internacional, que pasaron de la cuota de 180 millones de dólares a la cifra de 270 millones de dólares. En 1965, las presiones inflacionarias que se habían generado en 1964 debido al extraordinario crecimiento de la demanda que tuvo lugar en ese año, pudieron absorberse en buena parte por el incremento de la capacidad productiva nacional y por los sostenidos aumentos de productividad logrados en condiciones de altos niveles de ocupación. Esta situación fue especialmente favorable en la industria, la agricultura, el comercio y los servicios. La tasa de crecimiento de los precios se redujo de 4.2% en 1964 a sólo 1.9% en 1965. El crecimiento logrado en 1965 se sustentó sobre todo en el mayor gasto privado en bienes de consumo y de inversión, así como en las mayores exportaciones, habiendo sido la inversión privada el elemento más dinámico, con un fuerte aumento sobre los ya altos niveles alcanzados en el año anterior.”

“Durante 1965 el aumento promedio del índice general de precios al mayoreo en la ciudad de México fue de 1.9%, tasa bastante menor que la registrada en el año anterior, que ascendió a 4.2%. El ascenso de precios en el país fue inferior al que señalaron los países industrializados. El incremento en los precios de bienes de consumo fue de 2.3%; el de los artículos de producción, de 1.1%.”

“Es satisfactorio observar que, aun cuando se redujeron en forma considerable los ingresos netos del país por concepto de préstamos del exterior a largo plazo, así el ritmo de endeudamiento a corto plazo en el extranjero de los bancos privados y nacionales, la reserva neta de activos internacionales del
Banco de México ascendió ligeramente.”

“Esta situación, que demuestra la solidez de la economía mexicana y su flexibilidad de adaptación respecto de los cambios que ocurren en las operaciones con el exterior, ha sido posible gracias al constante aumento de las exportaciones de mercancías y servicios; a la creciente sustitución de importaciones por nuevos artículos de producción nacional; y a la capacidad de producción cada vez mayor, que permite al país obtener ingresos más altos por la exportación de nuevos productos a diversos mercados y satisfacer a la vez el constante crecimiento de la demanda interna sin necesidad de incurrir en aumentos excesivos de importaciones.”

“En 1965 las instituciones nacionales incrementaron su financiamiento en 4 246.7 millones de pesos, cifra ya ajustada por operaciones interbancarias. El financiamiento de la banca de depósito y ahorro se incrementó en 2 939.2 millones de pesos (17.2%), porcentaje mayor al aumento de la actividad nacional a precios corrientes. Las sociedades financieras incrementaron su financiamiento en 2,366.2 millones (14.1%), cifra también mucho más alta que el crecimiento de las actividades industriales y comerciales a que aquéllas concedieron su crédito.”

“La expansión del financiamiento fue posible gracias a que el ahorro interno creció a tasas satisfactorias y se orientó en proporción importante a través del sistema financiero, en forma de obligaciones a la vista y a plazo y de valores de renta fija de las propias instituciones. En especial, las sociedades financieras mejoraron sus formas de captación de recursos utilizando obligaciones a más de un año y, aún en mayor proporción, la emisión de bonos financieros.”

“En el año de 1965 continuó la firme expansión de la economía nacional. Por primera vez en varias décadas el producto nacional bruto en términos reales aumentó en 5.4% durante el primer año de una nueva administración. A precios corrientes, la tasa de crecimiento fue de 8.1%.”

En este punto debemos hacer una pausa para reflexionar. El documento nos está hablando de una tasa de crecimiento del 8.1%. Compárese con la tasa de crecimiento del 7% prometida por el candidato presidencial Vicente Fox al cierre de su primer año de gobierno como algo maravilloso y casi increíble, cuando lo más que pudo lograr fue un miserable 3%. Retomemos la lectora de algunos párrafos selectos del documento:

“La tasa de crecimiento lograda es especialmente significativa si se considera que en 1964 se había registrado un aumento muy elevado en el producto nacional, y que en los primeros meses de 1965 la inversión pública fue más baja por haberse anticipado la terminación de numerosas obras públicas en el año anterior y porque se consideró conveniente no acelerar durante el año la ejecución de las nuevas, a fin de jerarquizar debidamente el programa a realizar durante el sexenio.”

“En el año de 1965 se registraron incrementos en casi todas las actividades económicas, como reflejo del dinamismo que mostró la inversión privada, que creció sustancialmente; del crecimiento de las exportaciones de bienes -especialmente las de productos agropecuarios- y de servicios; y del aumento de los gastos corrientes del gobierno.”

“En 1965, las presiones inflacionarias que se habían generado en 1964 debido al extraordinario crecimiento de la demanda que tuvo lugar en ese año, pudieron absorberse en buena parte por el incremento de la capacidad productiva nacional y por los sostenidos aumentos de productividad logrados en condiciones de altos niveles de ocupación. Esta situación fue especialmente favorable en la industria, la agricultura, el comercio y los servicios. La tasa de crecimiento de los precios se redujo de 4.2% en 1964 a sólo 1.9% en 1965.”

“Los aumentos en los salarios nominales se tradujeron en un alza del poder adquisitivo real de los trabajadores debido a la relativa estabilidad de precios que tuvo lugar durante 1965. El índice del costo de la alimentación sólo aumentó 1.6%, en este último año, en comparación con un incremento de 4.6% en el año anterior.”

Si a economistas como Enrique Campos Suárez (considerado como uno de los sabios de México en cuestiones de macroeconomía) los pudieramos meter en una máquina del tiempo para enviarlos a 1965, tal vez en vez de convencerlos de que es posible prescindir del dinero gratis otorgado por el gobierno y lograr crecimientos sostenidos sin necesidad de que el gobierno ande metiendo su mano negra, pensarían que se han vuelto locos porque en su propio mundo y en sus propias cabezas no han conocido otra realidad. Para ellos el México de 1965 está tan distante como algún planeta en otra galaxia.

En otro trabajo titulado Cincuenta años de actividad económica en México podemos ver varias gráficas, y una de ellas que pudieramos llamar “Aumento del Producto Interno Bruto de 1960 a 1969” la cual me he tomado la libertad de reproducir, muestra los siguientes aumentos anualizados en el Producto Interno Bruto en la década de los sesentas:




¿Cuál fue la última vez que México vió en el aumento en su Producto Interno Bruto crecimientos como estos? Pues en los tiempos en los que las tasas de interés para los depósitos en las cuentas de ahorro eran del 5.25% y la gente estaba dispuesta a ahorrar mientras que los bancos estaban acostumbrados a hacer sus ganancias prestando el dinero depositado en vez de estar esperando dinero gratis del gobierno.

Compárense estos aumentos en el PIB, sobre todo el aumento del 11.01% que tuvo lugar en el año 1964, con el aumento francamente ridículo que logró México el año pasado en su PIB del 2.1%, ocurriendo justo en una época en la que la antes estatizada banca mexicana y mucho antes banca privada nacional que ahora en buena medida ha pasado a manos de empresas extranjeras ofrece casi cero por ciento de interés en las cuentas de ahorro o de plano las ha eliminado por incosteables reemplazándolas por AFORES, tarjetas de crédito y la bursatilización de los dineros públicos que antes se hubiera considerado impensable. Es posible que todavía haya economistas sensatos que piensan que lo mejor para México es regresar a sistemas financieros y banca privada nacional como lo que había en 1965, con cuentas de ahorro recibiendo un 5.25% como una especie de premio dandoles una ganancia neta a los cuentahabientes por encima de los niveles de inflación en reciprocidad a su confianza en el sistema bancario. Desafortunadamente, esos economistas son una especie en vías de extinción, o posiblemente ya se extinguieron sin que nos hayamos dado cuenta. Por eso estamos como estamos.

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