viernes, 16 de marzo de 2018

Algo que vale la pena recuperar



Hay ciertas cosas que se dan bajo ciertas circunstancias y condiciones para las cuales el hombre común concibe ciertas “soluciones” (en realidad más que soluciones se trata de remiendos) que con el paso del tiempo, aún al desaparecer aquello que dió origen a “costumbres correctoras”, se resisten a morir.

Un ejemplo lo tenemos en lo que era el uso cotidiano de las sandalias. En los tiempos del Imperio Romano, e inclusive desde antes, la gente usaba sandalias para caminar de un lado a otro y para efectuar sus diarios quehaceres. Las sandalias son algo mucho más higiénico que los zapatos modernos porque permite que la piel pueda estar en contacto directo con el aire, evaporándose de inmediato el sudor del pie y eliminándose de este modo la humedad que de otra manera se produce con el uso del calzado que cubre el pie por completo y no le permite a la piel del pie poder “respirar” y poder recibir incluso la luz solar que es uno de los mejores bacteridas naturales que pueda haber. Pero en algún momento, hubo quienes le pusieron demasiada atención a la coloración de las uñas de los pies, sobre todo uñas afectadas por el hongo que produce un color amarillo grisáceo por debajo de las uñas,en lo que es conocido como la tiña de las uñas o onicomicosis:




Como antes no había cura para tan disgustante infección micótica (producida por hongos), lo único que se podía hacer era cubrir los pies por completo, y esa fue una razón para dar paso a los calcetines y sobre todo al zapato moderno, el mismo zapato antihigiénico que corta de tajo la respiración natural que de otra manera debería tener la piel de los pies, agravándose el problema con el uso de los calcetines en los cuales se termina acumulando la humedad de los pies, todo adentro del zapato cerrado, dando paso a los malos olores y al pie de atleta.

Pero resulta que en el siglo pasado se descubrió la terbinafina, que tiene una tasa de éxito alrededor del 80%, y cuyo nombre comercial más famoso es Lamisil. La única forma efectiva de la terbinafina contra la onicomicosis es en tableta; ya que el uso tópico de crema presenta una tasa de éxito muy baja. En el uso oral, para eliminar el hongo en las uñas de los pies usualmente se toma una tableta de 250 miligramos al día durante 12 semanas (el tratamiento médico es tardado). Es importante mencionar que además de la terbinafina ya hay otros tratamientos alternos disponibles para la cura de la onicomicosis.

Ahora bien, una persona que anteriormente padecía de onicomicosis y que después del tratamiento con terbinafina ha eliminado por completo su problema ya no tiene necesidad de estar ocultando sus pies bajo zapatos que le cubren herméticamente los pies, tal persona puede usar sandalias tal y como las que usaban los romanos y los griegos de antes. Sin embargo, no lo hace, continúa tapándose los pies casi por completo con zapatos modernos muchos de los cuales ni siquiera están hechos con cuero animal sino que son hechuras de hules y plásticos que hacen que el sello sea aún más hermético, reteniendo la sudoración que se vuelve excesiva con lo cual prolifera la reincidencia del pie de atleta. Podemos verlo en las farmacias, entre los productos que más se venden son aquellos usados para tratar de controlar el pie de atleta, como el clotrimazol, e incluso la misma terbinafina en su presentación en forma de crema para ser aplicada directamente a la piel. Pero estas curas en el mejor de los casos son parciales, porque aunque haya una mejoría las reincidencias son inevitables al aprisionar la transpiración de los pies dentro de zapatos y calcetines que no permiten que el sudor de los pies se evapore de forma natural manteniendo con ello los pies secos. A las empresas farmacéuticas que elaboran productos contra el pie de atleta no les gustaría que la gente volviera a la costumbre de usar sandalias, porque con tan sana costumbre la demanda de productos antifungicidas seguramente se desplomaría.

Es mucho más fácil limpiarse el pie con una toallita cuando se usa sandalias que cuando se usan zapatos y calcetines. Y ciertamente se gasta mucho menos en estarle sacando lustre a las sandalias que a los zapatos modernos.

¿Entonces por qué, si la onicomicosis ya tiene cura, la gente sigue cubriendo herméticamente sus pies con calzado que de por sí es muy antihigiénico y que cada vez con más frecuencia es fabricado no con piel de cuero natural sino con plásticos y hule que sellan herméticamente la respiración del pie? La única razón para ello es que la costumbre que originó la invención del zapato moderno con la finalidad de no andar mostrando a los demás las uñas amarillentas y feas es una costumbre que llegó para quedarse pese a que ya no es necesaria. Eso que conocemos como aceptación social nos requiere seguir usando calzado y calcetines que no necesitamos en lugar de empezar a usar nuevamente sandalias que dicho sea de paso son más duraderas y más económicas que los zapatos modernos. Tiene sentido usar calzado herméticamente sellado cuando está lloviendo, y también en el invierno cuando hace mucho frío y no queremos tener los pies expuestos incómodamente a la intemperie, además de que en invierno cuando hace mucho frío los pies no sudan tanto y podemos tenerlos cubiertos por completo con zapatos impermeables. ¿Pero en verano?



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