Al empezar este mes, Donald Trump anunció que impondría aranceles a las importaciones de acero del 25 por ciento, y del 10 por ciento a las importaciones de aluminio. El argumento simplista es que supuestamente con las tarifas arancelarias que Trump prometió que impondrá es que con tales tarifas arancelarias impuestas en contra de países con los cuales Estados Unidos sostiene relaciones comerciales terminará de una vez por todas y para siempre lo que él llama una competencia desleal de productoras de acero y aluminio que ha provocado el cierre de empresas importantes de la industria del acero y aluminio en los Estados Unidos. Y al terminar la competencia desleal propiciada por las prácticas del dumping, las industrias del acero que han cerrado en el otrora próspero Rust Belt, y se recuperarán los empleos perdidos. Ante la posibilidad de que el resto del mundo responda con medidas retaliatorias imponiendo también tarifas arancelarias a productos estadounidenses afectando la posición de EE.UU. como exportador, dando inicio a una guerra comercial, Trump respondió diciendo en su cuenta de Twitter que “las guerras comerciales son buenas, y fáciles de ganar”. Esa fue la particular manera en que el presidente de Estados Unidos defendió en Twitter los aranceles que dijo piensa imponer a la importación de acero y aluminio en su país.
En realidad, no es la primera vez que esto sucede. Estados Unidos ya ha pasado por esto antes. La única diferencia es que antes la misma medida restrictiva anunciada por Trump tenía otros autores. Se trataba de la Ley Hawley-Smoot. Simplemente se está repitiendo la misma historia de nuevo, pero ahora con un perfecto imbécil en la presidencia que hace suponer que tanto él como los que lo eligieron fueron incapaces de aprender nada en los libros de texto de historia cuando cursaron sus estudios universitarios. Resulta que, tal y como lo habían advirtido los expertos en economía, dicha ley resultó contraproducente porque detonó una serie de guerras comerciales internacionales que terminaron agravando en vez de solucionar el problema. De hecho, el verdadero inicio de la Gran Depresión de 1929 no fue a causa del crack en la Bolsa de Valores de Nueva York sino a partir del momento en el que fue aprobada la desastrosa ley Hawley-Smoot que dió inicio a las guerras comerciales que arrojaron al planeta entero a una profunda depresión económica. Al presidente Herbert Hoover éste fue precisamente el descalabro que le costó su reelección, y a Donald Trump con las guerras comerciales que está a punto de desencadenar también le puede costar su reelección en 2010, aunque ya para entonces el daño a la economía norteamericana y al pueblo norteamericano estará ya hecho, y se puede preever que será una catástrofe a largo plazo.
Pero lo anterior no es todo el asunto. Ante el golpe inflacionario que inevitablemente se tiene que generar con las medidas anunciadas por Trump, la confianza de los consumidores se viene abajo con lo cual cae aún más la demanda por bienes de consumo duradero. La gente se aferra a su dinero en tiempos de incertidumbre ante el temor de lo que pueda traer el futuro. Esto contrae aún más el mercado interno a causa del golpe psicológico al consumidor al cual se le crean los temores de que vienen peores tiempos en camino. Se trata de una espiral viciosa, descendiente. Al contraerse el mercado por causa de la pérdida de confianza entre los consumidores, los consumidores se aferran aún más a su dinero temiendo tiempos peores, lo cual agrava todavía más el problema al confirmar las estadísticas que la economía va por mal camino. Y de aquí en delante, el camino es cuesta abajo. Los historiadores ya han visto esto antes, y hoy está viendo una repetición de lo mismo.
Peor aún, parece que Donald Trump o no tiene buenos asesores o de plano no los quiere escuchar, pero no parece estar enterado de que sus pretendidos aranceles con los que supuestamente piensa castigar a China no le causarán a China tanto daño porque el acero y el aluminio de China representan apenas el uno por ciento del total de las importaciones. Quienes se verán más afectados que China son Canadá y México además de Japón y otros, ¡precisamente los países a quienes Estados Unidos había considerado sus aliados! Canadá ya advirtió que no va a quedarse con los brazos cruzados y que responderá con energía. En pocas palabras, la guerra comercial puede empezar de inmediato conduciendo a la muerte de facto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Resulta increíble que Donald Trump haya concebido este cambio brusco de política que en cierta forma también va dirigido contra China aunque no le afecte tanto, justo cuando necesita el apoyo del único país asiático que puede ayudar a Estados Unidos a meter en cintura al régimen de Corea del Norte con el que Estados Unidos está teniendo serios problemas. Como dice el dicho y como bien aplica a Trump, para bruto no se estudia.
Donald Trump puede repetir si así lo desea el mismo experimento que ya se ha llevado a cabo en el pasado y que solo trajo consecuencias funestas. Incluso Trump tiene la ventaja de que tanto una recesión económica como una recuperación económica no son cuestiones que muestran sus efectos en cuestión de unos cuantos días o semanas. Son cosas que se muestran como lo que son después de varios meses, incluso años. Pero si Trump insiste en desatar una aerie de guerras comerciales que según él “son buenas, y fáciles de ganar” según su gran sapiencia, una nueva recesión cuando la mayoría de los expertos en cuestiones económicas esperan que ocurrirá más temprano que tarde no será cosa que Tremp podrá corregir de la noche a la mañana. Y mientras duren las malas épocas, auto-inflingidas por los mismos norteamericanos merced al hombre al que ellos mismos con su voto llevaron a la Casa Blanca (EE.UU. siempre ha presumido ser la nación más democrática del planeta, con todo y su arcaico Colegio Electoral que en realidad no tiene mucho de democrático), no solo ellos sino el resto del planeta se van a tener que apretar el cinturón. Algo a lo que los mexicanos en virtud de nuestra historia ya nos hemos estado acostumbrnando por varias décadas y varias generaciones.
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