lunes, 17 de noviembre de 2014

El premio



Esta es la historia de un joven norteamericano de 26 años que llevaba una vida tranquila en Indiana. Hasta que un aciago día, decidió cambiar su lugar de residencia yéndose a vivir a Siria para hacer labores humanitarias en beneficio de los musulmanes que han sido víctimas de las guerras y la violencia que se han estado llevando a cabo entre los mismos musulmanes por diferencias de opinión que se antojan ridículas y banales. Exponiendo su propia vida al atravesar entre el fuego cruzado para ayudar a las viudas y huérfanos que iba encontrando por su camino, Peter Edward Kassig creyó que su labor humanitaria y sus sacrificios personales serían suficientes para ganarse la aceptación entre los musulmanes y hasta ser acogido como uno de ellos.

Pero se equivocó.

Sin tomar en cuenta para nada la intensa labor de beneficio social que Peter Kassig estaba llevando a cabo en beneficio de los musulmanes sin esperar nada a cambio, Peter Kassig fue secuestrado por los integrantes del Estado Islámico que quieren establecer un califato en esa región del mundo

Nos falta agregar una cosa. Resulta que Peter Kassig, el cual había nacido y había sido bautizado como cristiano, renegó de su fé y optó por convertirse al Islam. Movido por su nueva fé, repudió el nombre con el que fue bautizado y lo cambió para siempre por un nombre más musulmán, el nombre de Abdul-Rahman.

Se puso a estudiar todos los versos del Corán aprendiéndose de memoria las ordenanzas de Mahoma y las costumbres propias del Islam.

Pero el haberse convertido al Islam no le sirvió en lo absoluto para ser liberado por sus secuestradores musulmanes. Peor aún, se le usó como un peón de ajedrez al advertir los musulmanes del Estado Islámico que Peter Kassig, o mejor dicho, el musulmán Abdul Rahman, sería sacrificado si el gobierno de los Estados Unidos no cesaba su campaña de hostigamiento en contra del Estado Islámico.

Para abogar por la vida de su hijo, la madre de Peter Kassig, Paula Kassig, se puso la pañoleta con la que deben cubrir su cabeza todas las mujeres musulmanas, y estuvo apareciendo en los medios y en varios videos de Internet dirigidos a los desalmados musulmanes que secuestraron a su hijo, adoptando la humildad y el porte propio de las mujeres musulmanas, pidiendo la liberación de su retoño.




¿Acaso el dolor de una madre, revestida de Islamismo, pidiéndole a los musulmanes perdonar la vida de su hijo convertido al Islam, no sería suficiente para obtener la liberación de su hijo?

Pues no lo fue.

El domingo 16 de noviembre de 2014 el mundo se enteró de la noticia del asesinato a sangre fría del martirio y asesinato de Peter Kassig, o mejor dicho, del musulmán Abdul-Rahman, a manos de musulmanes sin corazón alguno.

Peter Kassig murió decapitado, y no por una guillotina rápida. Sus hermanos musulmanes haciendo gala de crueldad lo decapitaron con un cuchillo, derramando su sangre en esa tierra tan lejana y ajena, muy lejos de la tierra que lo vió nacer, acabando sus días en una tierra en donde musulmanes matan a musulmanes y hasta los crucifican.

La madre de Peter Kassig ya aprendió su lección, y la aprendió de la forma más dolorosa posible. Aprendió que con estos fanáticos religiosos no es posible entrar en razones, no es posible dialogar, no es posible hacerlos entender. Son tipos de mente obtusa, de cabeza dura, además de que son asesinos seriales natos que justifican sus crímenes enarbolando el Corán como bandera de lucha. Hay tantas posibilidades de moverlos a la misericordia y a la compasión como el tratar de lograr lo mismo hablando con una roca. Es la irracionalidad en su más pura expresión.

A la madre de Peter Kassig ni siquiera le han devuelto el cuerpo de su hijo (en dos piezas, desde luego, la cabeza y el tronco) para que le pueda dar sepultura en Indiana. Ni siquiera sabe si los hermanos musulmanes de su hijo le dieron un entierro musulmán o si arrojaron los restos a los buitres. Aún si le regresaran lo que queda de su hijo, no se le puede dar cristiana sepultura, porque no murió como un cristiano, quiso morir como musulmán.

Peter Kassig creyó que por haber repudiado su origen cristiano y por haber abrazado al Islam sería bien aceptado y bien recibido entre sus hermanos musulmanes. Se equivocó, y su equivocación le costó su propia vida. Peter Kassig creyó que por hacer labores humanitarias entre sus hermanos musulmanes sería visto con buenos ojos y respetado como musulmán. Se equivocó fatalmente.

Se han mencionado aquí algunas de las razones para no aceptar invitación alguna para convertirse al Islam, y se han documentado también en un trabajo más reciente algunos cuantos de los muchos hechos horrendos que refuerzan la convicción de negarse terminantemente a convertirse al Islam. De haber oído, de haber escuchado las advertencias, de haber entendido, Peter Kassig aún estaría con vida el día de hoy. Tomó el camino equivocado, esa fue su decisión, y murió en forma dolorosa con la cabeza cortada por sus propios hermanos musulmanes.

Casi al mismo tiempo en el que Peter Kassig fue decapitado, otro país musulmán, Pakistán (su capital se llama Islamabad), el mismo país que dió refugio y protección por varios años al terrorista multi-homicida Osama bin Laden, confirmó tener listo ya después de una prueba exitosa un proyectil capaz de transportar una bomba atómica fuera de Pakistán, el Shaheen-II (Hatf-VI) “capaz de trasladar cabezas nucleares y convencionales hasta un alcance de 1.500 kilómetros”, de acuerdo a un comunicado; esto en un país en el que hay pobreza extrema con cientos de miles de harapientos en las calles viviendo de la mendicidad y en su mayor parte pegados al hueso padeciendo hambres atroces. Y Pakistán ya tiene la bomba atómica. Por su parte, Irán, un hervidero de musulmanes chiitas, sigue laborando febrilmente para tener la capacidad nuclear que le permita elaborar su propia bomba atómica. Esto es lo que el Islam tiene para ofrecer al mundo. Todo esto se lo debemos a los apóstoles de Mahoma.

En estas cruzadas religiosas frecuentemente hay verdaderos demonios que buscan algún beneficio personal usando la religión como pretexto y como bandera. En el caso del Estado Islámico, el sátrapa es Abu Bakr al-Baghdadi. Su sueño es convertirse en califa, aunque tengan que morir cien millones para ello. Es todo un Darth Vader y de hecho viste como tal obligando a sus seguidores a cubrirse también de negro de pies a cabeza y hasta portar banderas negras:





Como califa, aspira a tener su palacio con un harem repleto de jovencitas y niñas hermosas para dar rienda suelta sobre ellas a sus placeres carnales y bajas pasiones, siguiendo el ejemplo de los sultanes corruptos que estuvieron disfrutando de una decadencia moral que hubiera dejado al mismo Mahoma con los ojos abiertos, lo cual duró en buena medida hasta que el Imperio Otomano llegó a su fin.




Un ejemplo de una aspiración a esta vida licensiosa rodeada de lujos e inmoralidad lo dió el Mulá Omar, el fundador de los Talibanes en Afganistán, cuya lujosa residencia con sus extravagantes detalles quedó a la vista tras la caída de los Talibanes a resultas de la invasión norteamericana:




Los lujos desmedidos disfrutados por estos falsos santones y pseudo-anacoretas asesinos son para uso exclusivo de tipos como ellos, jamás los comparten con sus harapientos seguidores cuyas vidas no les significan nada. Para lograr sus planes, estos próceres del Islam no tienen reparo alguno en usar y manipular como carne de cañón presta para el suicidio a miles de jóvenes a quienes consideran no como unos ingenuos sino como unos verdaderos estúpidos dispuestos a sacrificarse por ellos con la promesa del ingreso a un paraíso eterno que ciertamente estaría repleto de asesinos y suicidas.

Pese a todo, el Estado Islámico que secuestró y decapitó a Abdul-Rahman (Peter Kassig) sigue invitando a través de Internet a todos los jóvenes de todo el mundo a que se le unan, usando el Corán no como un instrumento para ennoblecer al género humano sino como propaganda para lavar cerebros. Y cientos de jóvenes siguen llegando de todas partes del mundo para unirse al Estado Islámico, convirtiéndose muchos de ellos en musulmanes al igual que como lo hizo Peter Kassig. Todos ellos esperan obtener su premio por el sacrificio que están dispuestos a llevar a cabo en aras del Islam.

Tengan su premio.

1 comentario:

Fada Hassan dijo...

Muslims who murder Muslims will go to Hell. Muslims who murder Muslims will burn in Hell forever, for all eternity. They cannot escape from the justice of Allah, they will not escape His wrath. Woe upon them, for shedding Muslim blood, they will be dealt with when their time comes.