Se había mencionado aquí con anterioridad en este mismo mes cómo el triunfo indiscutible del Partido Republicano en las elecciones celebradas en noviembre de 2014 debía ser tomado como una muy mala noticia por los 11 millones de indocumentados que aún tienen la ilusión de que una reforma migratoria apoyada por los Demócratas les pueda hacer realidad su esperanza de obtener una legalización a su situación migratoria, permitiéndoles aspirar a un cachito de eso que se ha dado en llamar el “sueño americano” y que para ellos representa un cachito del mismo Cielo en la Tierra. Habiendo perdido el control del Senado, es imposible ahora que los Demócratas le puedan hacer realidad su “sueño” a los 11 millones de indocumentados, tomando en cuenta la férrea oposición que el conservador Partido Republicano ha manifestado a cualquier posibilidad de que se otorgue algún tipo de amnistía a los once millones de indocumentados.
Cumpliendo su promesa de que una vez pasadas las elecciones de noviembre de 2014 emprendería por cuenta propia una vasta acción ejecutiva para ayudar a millones de inmigrantes indocumentados, el presidente Barack Obama anunció el jueves 20 de noviembre (curiosamente, justo en el aniversario en que se celebra la Revolución Mexicana) una serie de medidas para ayudar a todos aquellos a los que pueda ayudar en su situación migratoria irregular.
¿Cumple el anuncio del presidente Obama con las expectativas de todos los indocumentados que hoy residen y trabajan en los Estados Unidos?
Por principio de cuentas, las medidas anunciadas por el presidente Obama dejan fuera a siete millones de indocumentados para los cuales no hay esperanza alguna, ya que los requisitos para poder aspirar al remedio que se ofrece en el plan del presidente Obama no pueden ser cumplidos por esos siete millones de indocumentados.
¿Y qué de los cinco millones restantes a los cuales el presidente Obama les está dando una esperanza?
En rigor de verdad, la situación para ellos tampoco es muy optimista.
Por principio de cuentas, el presidente Obama no les está ofreciendo ninguna posibilidad de obtener una residencia permanente en los Estados Unidos y mucho menos de obtener la ciudadanía, dejando en claro que eso es algo que sólo puede decidir el Congreso, un Congreso controlado hoy en su totalidad por los Republicanos. Lo que está haciendo es usar su autoridad ejecutiva de manera discrecional para que no se lleve a cabo la deportación de aquellos que tengan hijos nacidos en los Estados Unidos y que carezcan de antecedentes penales, ordenando a las dependencias a su cargo que se limiten exclusivamente a la deportación de quienes no cumplan con las condiciones impuestas. Tampoco podrán disfrutar de beneficios sociales como la aseguranza médica ofrecida por el plan Obamacare, ni tendrán derecho a disfrutar los beneficios de que gozan los que sí son ciudadanos norteamericanos.
Peor aún, las medidas anunciadas por el presidente Obama no son permanentes, solo tienen duración de tres años, o sea el tiempo que le resta como presidente de los Estados Unidos. Si el que le suceda en dicho cargo no renueva las medidas ejecutivas implementadas por el presidente Obama, a los 5 millones que hoy podrán disfrutar de los beneficios anunciados se les acabará su período de gracia. Y lo que es peor, ya para entonces se le tendrá perfectamente identificados a todos ellos, en virtud de que mientras disfrutan del período de gracia de tres años van a tener que pagar impuestos además de una multa, todo lo cual implica llenar formularios gubernamentales en los cuales todos sus datos personales quedarán expuestos. Si el próximo presidente resulta ser un Republicano de línea dura, podrá entonces dar por anuladas de inmediato las concesiones hoy otorgadas por el presidente Obama y ordenar la deportación inmediata de esos cinco millones de personas. Lo único que les puede ayudar en una situación así es que, por la simple fuerza de los números, no es posible deportar a cinco millones sin correr el riesgo de producir una ruptura fractal en la economía norteamericana, debilitada por la Gran Recesión que irónicamente fue uno de los legados del presidente Republicano George W. Bush y el cual irónicamente también apoyaba una reforma migratoria pero que se vió impedido para ello tras los atentados terroristas del 11 de septiembre que voltearon a la opinión pública en contra del ingreso de extranjeros a territorio norteamericano.
Los cinco millones de indocumentados que se pueden beneficiar con las medidas anunciadas por el presidente Obama en su gran mayoría no son haraganes que se la pasan todo el día sin hacer nada, papando moscas. Se trata de gente que trabaja duro, frecuentemente en trabajos que la mayoría de los norteamericanos desprecia. Es la gente que ayuda en la recolección en los campos agrícolas de las frutas y verduras que consumen diariamente los norteamericanos. Es la gente que ayuda en la construcción de viviendas, edificios y rascacielos. Se hoy mismo se les deportara a todos ellos, las consecuencias negativas en la economía norteamericana pueden ser catastróficas, impactando duramente en los bolsillos inclusive de quienes hoy se manifiestan con pancartas en las afueras del Capitolio pidiendo su deportación. Una deportación de tal magnitud puede ser el detonante de una Segunda Gran Recesión (así se le llamaría) y puede traer consecuencias negativas a largo plazo.
Si el presidente Obama no otorgó más concesiones a los indocumentados fue para no poner en riesgo las que ya está dando. En realidad, no está usando su autoridad ejecutiva para dar algo que no hayan dado otros presidentes antes que él, los cuales han establecido un precedente histórico (y el funcionamiento del gobierno norteamericano y sus leyes toma mucho en cuenta los precedentes históricos). Si se anuncian diez medidas sobre las cuales ya hay algún precedente histórico, las cuales tienen una muy buena probabilidad de ser avaladas por la Suprema Corte de Justicia, y a esas diez medidas se les agrega una onceava medida sobre la cual no existe precedente histórico alguno y en la cual el presidente se está extralimitando en sus funciones al tomarse atribuciones que le corresponden exclusivamente al Congreso, entonces por esa onceava medida se corre el riesgo de que el paquete completo se venga abajo al llevar los Republicanos su caso ante la Suprema Corte. Es por ello que el presidente Obama dejó fuera otras cosas que no incluyó. Fue tan lejos como sus abogados le aconsejaron que podía ir sin correr el riesgo de que sus enemigos en un Congreso controlado por Republicanos le manden abajo todo.
Y de hecho, el presidente Obama ya sentó un precedente sobre sí mismo al concederle un status especial a los “dreamers” con su programa de Acción Diferida, beneficiando a cientos de miles de jóvenes cuyos padres los introdujeron desde muy chicos como indocumentados y los cuales han estado graduando de escuelas preparatorias y universidades norteamericanas, enfureciendo a los Republicanos que sin embargo no se han atrevido a matar las esperanzas de los “dreamers” pasando alguna medida legislativa en contra de ellos que hoy seguramente sería vetada por el presidente Obama.
Si en las próximas elecciones presidenciales los Republicanos logran tomar el control de la Casa Blanca y logran además retener el control de ambas cámaras del Congreso, estarán en posición de hacer prácticamente todo lo que les venga en gana. Pueden deportar a todos los “dreamers” si quieren. Sin embargo, eso está por verse. Pueden también ordenar la deportación inmediata de los cinco millones de indocumentados que hoy se están beneficiando con las medidas ejecutivas ordenadas por el presidente Obama, lo cual implicará la separación de millones de padres de familia cuyos hijos son ciudadanos norteamericanos. Sin embargo, eso también está aún por verse. Un presidente Republicano apoyado por un Congreso de mayoría Republicana en ambas cámaras puede terminar comportándose como un Calígula. Sin embargo, eso también está aún por verse. Cada sociedad puede llegar hasta los extremos que sus integrantes estén dispuestos a aguantar. O sea, hasta tocar fondo.
Una gran e incuestionable ventaja de tener un presidente emanado de un mismo partido político que controle ambas cámaras del Congreso es que habrá un solo partido a quien echarle la culpa. Esto se verá más claramente en las próximas elecciones presidenciales cuando el pueblo norteamericano decida quién será el sucesor del presidente Barack Obama. No falta mucho para ello.
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