Enrique Peña Nieto, ya de por sí con un bajísimo índice de popularidad de solo 23 por ciento, el peor de su sexenio, justo en vísperas de su informe presidencial tuvo la puntada de invitar a México no a un amigo de los mexicanos, sino precisamente a uno de los peores enemigos que los mexicanos puedan tener en el planeta. El haber invitado a Donald Trump a México para concederle una reunión privada no con algún miembro del gabinete presidencial sino con el mismo Presidente de México fue lo mismo que concederle a Donald Trump la categoría de un jefe de estado sin serlo aún. Un honor concedido a un payaso bufón que representa las fuerzas más racistas, más xenofóbicas, más antimexicanas, que hay en toda la Unión Americana, un bocón que ha insultado a México y a los mexicanos injuriando a todos los mexicanos por igual calificándolos como criminales, como violadores, como narcotraficantes. Esa es la visión que Donald Trump tiene de los mexicanos. Y ese es el hombre al que Peña Nieto, carente por completo de la visión de un jefe de estado, le dió entrada en Palacio Nacional dándole la categoría de jefe de estado.
Cuando Donald Trump arribó a la Ciudad de México, no tuvo ninguna necesidad de contratar una limousina pagada con dinero salido de su propio bolsillo -algo que al fin y al cabo le sobra por tratarse de un magnate multimillonario- ya que fue trasladado en un helicóptero del Estado Mayor Presidencial hasta la residencia oficial de Los Pinos, un vuelo en helicóptero presidencial que no disfrutarán en toda su vida el 99.9999 por ciento de los mexicanos. Todo un trato digno de un jefe de estado que, aglutinando en torno suyo el odio social hacia lo que los norteamericanos -sobre todo los anglosajones más racistas y más xenófobos de esos que abundan en la Unión Americana- llaman the browning of America (con cada vez más ciudadanos de piel morena habitando en los Estados Unidos desplazando a los blancos que se consideran racialmente puros), pretende ser el próximo presidente del vecino país del norte.
Donald Trump, mucho más astuto e inteligente que Enrique Peña Nieto, estaba muy por debajo de Hillary Clinton en las encuestas. Le tomó de inmediato la palabra a Peña Nieto porque ello le daba oportunidad de poder compartir un podio con un mandatario extranjero haciéndolo ver como un estadista consumado. Y la apuesta no le falló a Trump, porque después de su visita a México no solo logró revertir sus ratings miserables, sino que de acuerdo con una reciente encuesta de CNN, Trump ya está por encima de Hillary Clinton. Gracias, en parte, a Enrique Peña Nieto. La candidata presidencial Hillary Clinton, visiblemente enojada y disgustada por el trato publicitario favorable que se le dió en México a su archienemigo Trump, ya dijo que no aceptará la invitación para visitar México que le hizo Enrique Peña Nieto. Esto significa que, de llegar Hillary Clinton a la presidencia de Estados Unidos, las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos estarán sumamente tensas por los dos años que aún le quedan a Enrique Peña Nieto como presidente. Y si gana Donald Trump, la cosa se va a poner incluso peor por la manera despectiva en la que se ha estado refiriendo a su encuentro con Enrique Peña Nieto. De modo que, gane Trump o gane Hillary, la consecuencia va a ser funesta para Enrique Peña Nieto, y por ende para México.
Todavía hasta hace un par de días no se sabía a ciencia cierta si la apuesta arriesgada de Enrique Peña Nieto de haber invitado a Donald Trump a México para sostener una conversación con el hombre que bien podría ser el próximo presidente le podía dar algún resultado. Hoy ya se sabe que la apuesta le falló, en grado supremo, porque perdió casi todo y no ganó absolutamente nada. Hillary Clinton ya confirmó que no tiene ninguna intención de visitar México y mucho menos de reunirse con Enrique Peña Nieto en lo que resta de la campaña presidencial.
Si Enrique Peña Nieto en vez de estar aprobando de panzaso sus materias en la universidad plagiando el trabajo de otros y copiándole a sus compañeros en los exámenes, se hubiera dedicado a estudiar a fondo lo que estaba obligado a estudiar si quería ser presidente de México, habría descubierto por sí mismo uno de los ejes principales de la política exterior mexicana que le evitó al país muchos conflictos internacionales innecesarios en el pasado, la Doctrina Estrada, que consiste básicamente en no andarse metiendo en los asuntos internos de otros países, sobre todo los asuntos de índole política. La Doctrina Estrada de no injerencia es una extensión del principio juarista “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Al invitar a México a un tipo que, encima de haber ofendido a los mexicanos, no era ningún jefe de estado sino simplemente un candidato a la Casa Blanca, México se inmiscuyó directamente en la contienda presidencial interna de los Estados Unidos, algo que nunca debe hacer ningún país.
El historiador Enrique Krauze, sin duda alguna refiriéndose a la política británica de apaciguamiento llevada a cabo por el Primer Ministro inglés Neville Chamberlain que de nada sirvió para impedir el estallido de la Segunda Guerra Mundial y que una vez aprendida la lección ha conducido tiempo después a la famosa y muy repetida frase “you don’t appease tyrants’’ como en el caso de Saddam Hussein, expresó en relación a la visita de Trump: “Es un error histórico. A los tiranos no se les apacigua, a los tiranos se les enfrenta. Esta es la lección del siglo XX. Lo más increíble es que cuando han hecho todo mal, siguen con esto”. El padre Pedro Pantoja, defensor de Derechos Humanos y de desaparecidos, comentó que el Gobierno mexicano puso de rodillas la dignidad del País ante Trump. “Es una incongruencia y un sometimiento vergonzoso”, expuso. “Fue poner a sus pies la dignidad de nuestro País. ¡¿Quién está aconsejando al Presidente?!”. También el diputado local panista, Jesús de León, destacó que fue un desatino de Peña Nieto haber invitado a quien insulta constantemente a los mexicanos. “Es un personaje a quien no debió abrirse la puerta. Se le dio la oportunidad cuando nos insulta como nación. Va en picada la imagen del Presidente. Si Trump me pidiera una visita, primero debería pedirle una disculpa pública y hacerle un compromiso de llevar una política pública de respeto y cordialidad con los mexicanos. Todo eso antes de reunirme con él’’.
Sobre la visita de Trump a México, Ricardo Anaya escribió en su cuenta personal de Facebook “¿En qué cabeza cabe invitar a Donald Trump? Los mexicanos tenemos memoria y dignidad. @realDonaldTrump no es bienvenido a México”, y además de lo anterior agregó en un comunicado que “el gobierno le organizó un acto electoral en Los Pinos y le dio oxígeno a una campaña que estaba en problemas... los mexicanos nos sentimos profundamente decepcionados por este gobierno, que ha demostrado ineficacia e insensibilidad. Con los recientes acontecimientos, queda claro que el PRI-Gobierno tiene una visión muy corta y criterios erróneos para tomar decisiones... (Trump es) un personaje que nos considera sus enemigos y que, desde hace más de un año, se ha dedicado a insultar y amenazar a los mexicanos, lo que sólo sirvió para tirarle un salvavidas cuando su campaña estaba en picada...es lamentable que ignore el sentir del 85 por ciento de los mexicanos, que reprueban la visita de Trump”.
Por su parte, Raymundo Riva Palacio comentó “La visita es inexplicable. ¿Cuál fue la razón por la que se giró la invitación? ¿Quién le estaba pidiendo que lo hiciera? ¿Por qué en ese momento, cuando lo que vendría días después sería el Cuarto Informe de Gobierno, que al final quedó desdibujado? ¿O por qué en la semana donde Trump pronunciaría su discurso toral sobre su muy antimexicana política de inmigración? Lo que no queda claro es por qué, contra todo antecedente y prudencia política, hacer inicialmente una invitación a México en plena campaña electoral, por encima incluso de la recomendación de la cancillería mexicana en sentido contrario. En Los Pinos, la respuesta filtrada el martes por la noche al periódico The Washington Post, tomó por sorpresa a quienes no están en el círculo íntimo de Peña Nieto o no tienen acceso a lo que sucede en el despacho presidencial. La primera reacción oficial fue que se estaba en negociaciones para fijar la fecha, aunque minutos después, una vez que Trump confirmó por Twitter que viajaría a la ciudad de México, la oficina de prensa de la Presidencia tuvo que tragarse sus palabras y reconfirmar la visita. Esto lleva a un segundo nivel de preguntas. ¿Por qué cambiaron la agenda del presidente para acomodar una rápida visita de Trump? Peña Nieto es jefe de Estado y Trump es candidato a la Presidencia. Quien tenía urgencia por la fotografía era él, y no Peña Nieto, que bien pudo haber manejado los tiempos políticos y abrirle un espacio en el futuro próximo. El dardo se clavó horas antes incluso de que se reunieran, y casi 12 horas antes de que Trump delineara en Phoenix su plan de inmigración. Como remate, la directora de la campaña de Trump, Kelly Ann Conway, quien es el cerebro detrás de la política sobre migración, le confirmó a la misma televisora que la inmigración indocumentada, el comercio y el narcotráfico, los temas del candidato contra México, serían los temas en la reunión privada en Los Pinos. De esto no hubo detalles por la parte mexicana. El mensaje final de Peña Nieto fue débil y no impuso barreras a Trump, que elevara el costo de manipular el contenido del encuentro. Peña Nieto finalmente, no el republicano, será quien pague las consecuencias de todo este episodio inexplicable”.
En lo que toca a otro conocido editorialista, Sergio Sarmiento, éste ha asentado que “Organizar una mesa con Trump, el actual villano favorito de los mexicanos, y hacerlo en la residencia oficial de Los Pinos un día antes del informe, ha colocado una vez más al presidente en una posición delicada, en un momento en que las encuestas ya lo colocan en un nivel de muy baja aprobación popular. Pero ¿qué necesidad?, como diría Juan Gabriel. En términos estratégicos tiene sentido siempre mantener a los enemigos cerca y a los amigos lejos. El problema es que Trump no es presidente de los Estados Unidos y lo más probable es que nunca lo sea. Se trata de un candidato en campaña, y en problemas, que necesita desesperadamente proyectar una imagen más presidencial a los ciudadanos moderados que hasta la fecha lo han rechazado y que son cruciales para un triunfo electoral. Peña Nieto le ha dado a Trump ese escenario privilegiado para proyectar una imagen de estadista y de profesional capaz de realizar negociaciones con sus rivales, como lo plantea el libro The Art of the Deal. La mesa de Los Pinos no dejará nada bueno. Trump tiene necesidad política de seguir manteniendo una postura dura frente a la migración. Eso exigen quienes lo eligieron candidato del Partido Republicano. Pero no importa realmente lo que se hayan dicho Peña Nieto y Trump, que finalmente no conocemos porque sólo escuchamos posiciones en una conferencia de prensa posterior en la que no hubo ni preguntas ni respuestas. Lo relevante es que en un momento en que la campaña de Trump hace agua, Peña Nieto le ha dado la oportunidad de proyectar una mejor imagen a los electores de su país. Supongo que Hilllary no lo olvidará”.
Al haber rechazado Hillary Clinton en forma terminante y categórica la invitación de Peña Nieto para visitar México, Hillary le acaba de dar toda la razón a Sergio Sarmiento de que la injerencia funesta de Peña Nieto en la política interna de los Estados Unidos es algo que por lo menos a ella no se le olvidará, ni hoy y tal vez nunca. Desafortunadamente, aún le quedan a Peña Nieto dos años en el poder, y el pueblo de México es el que tendrá que pagar las facturas y los platos rotos.
El famoso humorista mexicano Catón de quien he reproducido algunos de sus mejores chistes en esta bitácora, y quien no tiene pelos en la lengua a la hora de hablar, comentó “No cayendo y levantando, sino cayendo y volviendo a caer, el presidente Peña Nieto se encamina al final de su sexenio. A los errores que últimamente ha cometido, y que evidencian falta absoluta de sensibilidad política –por ejemplo la ratificación en su puesto del señor que sabe mucho de deportes–, añadió una mayúscula equivocación que le reprocha ya el 99.9 por ciento de los ciudadanos: haber invitado a venir a nuestro país al nefasto Donald Trump, que tanto ha ofendido a México y a los mexicanos. Considero muy errada esa invitación. Por principio de cuentas Peña Nieto tiene el carácter de jefe de Estado, en tanto que Trump es meramente un candidato. El magnate puede ser muy poderoso, lo mismo que su partido y su país, pero hoy por hoy es simplemente eso: un candidato. Peña Nieto, al invitarlo a venir a México y al recibirlo en Los Pinos –lo mismo que al invitar y recibir a la señora Clinton– rebaja su investidura y atenta contra lo que se debe a las formas de la política y la diplomacia. A más de eso el Presidente cae en indignidad, pues a las injurias y amenazas de Trump contesta brindándole una recepción por demás inoportuna –¡en vísperas de su informe o de lo que vaya a ser su informe!–, efecto de una invitación ciertamente contraria a la voluntad de la inmensa mayoría de los mexicanos. Se diría que Peña está empeñado en entregar la Presidencia a la oposición en el 2018, y en hacer que el PRI pierda las elecciones de gobernador que el próximo año habrá en tres entidades de la federación, entre ellas México, su Estado, y Coahuila, el mío. Allá él. Que con su PAN se lo coma”.
El camino a la humillación de México a la cual se prestó Enrique Peña Nieto abriéndole las puertas de México al bufón de Donald Trump empezó cuando, después de haber injuriado públicamente el martes 16 de junio de 2015 a todos los mexicanos al inicio de su precampaña calificándolos de criminales, narcotraficantes y violadores, la Secretaría de Gobernación a cargo de Miguel Ángel Osorio Chong y la Secretaría de Relaciones Exteriores a cargo de Claudia Ruiz Massieu no iniciaron de inmediato los procedimientos formales para la proclamación oficial de Donald Trump como persona non grata, algo que en cambio sí hizo la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México. Una declaración de este tipo habría tenido consecuencias legales inmediatas, la primera siendo que Donald Trump habría estado impedido de poder ingresar a territorio mexicano, y en caso de ingresar subrepticiamente y ser descubierto, habría sido deportado de regreso y de inmediato a los Estados Unidos, quizá hasta con un puntapié bien dado en el trasero propinado por algún agente migratorio mexicano. Pero como el gobierno federal estuvo tolerando todos los insultos proferidos por Donald Trump en contra de México y los mexicanos, no había manera legal de negarle la entrada al país, los agentes del Insituto Nacional de Migración así como la Policía Federal estaban atadas de manos por la inacción del mismo Presidente Peña Nieto.
Enrique Peña Nieto se ha aferrado a su creencia de que hizo lo correcto, y lo más probable es que nunca reconocerá ni aceptará que se trató de un error histórico, quizá el peor de todos, y por lo tanto no hará absolutamente nada para enmendar su yerro. Pero su sucesor, cualquiera que sea, puede hacer lo que Peña Nieto siempre se ha negado a hacer desde la Presidencia de México: proclamar a Donald Trump persona non grata con el aplauso y la aprobación unánime de todos los mexicanos.
Sin mencionarlo de nombre, a Luis Videgaray ya le preparó Catón un dudoso sitial de honor en su trabajo “Vergonzoso campeonato” en el que dijo: “Cosa muy difícil es ganar el Campeonato Mundial de Pendejez. Tantos participantes hay en el concurso que se cuentan por miles de millones. Y es que en todos los países hay infinitas legiones de pendejos. Pertenecen a todas las razas; los hay de todas las condiciones sociales; viven en las ciudades y en el campo; se les encuentra en todas las ramas de la actividad humana. Hay pendejos buenos y malos; humildes y soberbios; eruditos e ignorantes; débiles y poderosos. Debido a la superabundancia de pendejos el jurado calificador encargado de discernir el premio se ve en arduos problemas para escoger al ganador. Año con año he optado a la presea, pues tengo sobrados méritos para ganarla, pero nunca he conseguido más que un modesto segundo lugar. Pues bien: en esta ocasión el Campeonato Mundial de Pendejez lo ganó un mexicano. Por primera vez el premio se dio por unanimidad: ninguno de los sinodales pensó que pudiera haber en el mundo otro pendejo que se le pudiera comparar. Por eso, a más del trofeo y diploma que ordinariamente recibe el ganador (y que extravía la misma noche de la premiación, por pendejo) al de este año se le ceñirá una banda de honor; se le impondrá una medalla de tamaño plato; se le colgará al cuello una venera hecha de peltre en forma de letra P mayúscula, y se le erigirá una estatua que no por ser de plastilina entraña menos reconocimiento. Igualmente se le pondrá una corona de cartón forrado con papel crepé en forma de orejas asininas. Ahora bien: ¿quién ganó el Campeonato Mundial de Pendejez? ¡Lo ganó el asesor, funcionario, consejero, amigo o colaborador de Peña Nieto que le dio la idea de invitar a Trump! Muchos errores ha cometido el Presidente, a cuál más grande y nocivo, pero sin duda alguna éste es el mayor y más costoso. Nada hay que pueda justificar un yerro tan mayúsculo, que seguramente le acarreará graves consecuencias, lo mismo que al País. Si Trump es elegido, Peña Nieto no ganará nada. Y si Hillary Clinton obtiene la victoria el presidente mexicano se verá en difícil situación, pues dio al republicano ocasión de lucimiento y lo hizo avanzar en su campaña. ¿Quién metió a Peña Nieto en esa pejiguera? ¿Quién le atrajo la indignación y rabia de todos los mexicanos, tanto los que moramos en territorio nacional como los que viven en Estados Unidos, tan ofendidos y amenazados por el nefasto Trump? Sea quien sea preséntese a recibir su premio, el del Campeonato Mundial de Pendejez. Mientras tanto haga renuncia de su cargo, por…”
Mejor aún, que se vayan todos los miembros del gabinete presidencial a su casa, empezando por el mismo Enrique Peña Nieto, dándole la razón a grupos como #YoSoy132 que acusaban que Enrique Peña Nieto no estaba preparado para ser Presidente de México. A cuatro años de distancia, hay que reconocer que los del movimiento YoSoy132, ¡tenían toda la razón y estaban en lo cierto! En verdad, Enrique Peña Nieto simple y sencillamente no estaba preparado, aunque actúe de buena fe y tenga buenas intenciones, y lo ha demostrado con creces. Los jóvenes de #YoSoy132 podrían decirnos hoy a todos los mexicanos “Te lo dije”.
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