jueves, 29 de septiembre de 2016

“Maquiavelo” Peña Nieto



Quizá con la esperanza de resucitar aunque sea un poco la credibilidad pública en el presidente Enrique Peña Nieto, se ha estado esparciendo el rumor de que la invitación que le fue hecha al excéntrico magnate Donald Trump fue una jugada magistral pocas veces vista en las artes de la política con el deliberado propósito de meter a Donald Trump en problemas y descarrilarle su candidatura presidencial antes de las elecciones que se deberán llevar a cabo el próximo 8 de noviembre. El rumor parecería contradecir el hecho de que el haberle dado a Donald Trump un recibimiento oficial en Los Pinos dándole la calidad de un jefe de estado sin serlo aún impulsó la popularidad de Trump a costa de la popularidad de Hillary en las encuestas haciendo que ambos se encontraran en un virtual empate técnico dentro del margen de error estadístico antes del debate presidencial que se llevó a cabo el 26 de septiembre tras el cual Hillary logró revertir su caída en las encuestas. ¿Entonces cómo es posible que se le atribuya a la invitación presidencial hecha a Trump para visitar México un carácter maquiavélico con el deliberado propósito de lastimarle su campaña haciéndole un daño incluso irreversible, cuando los hechos estaban demostrando lo contrario? Según el rumor, la respuesta se encuentra en el helicóptero presidencial, un helicóptero Puma de la Fuerza Aérea Mexicana, usado para trasladar a Donald Trump desde el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México hasta Los Pinos, y que desde mucho antes fue parte de una trampa extremadamente bien elaborada y planificada en la cual Donald Trump pese a su malicia y su desconfianza cayó redondito.

Resulta que, precisamente a raíz del vuelo que tomó Donald Trump en el helicóptero presidencial que lo trasladó hasta Los Pinos, él mismo se puso en el cuello una horca de la que ni siquiera se había dado cuenta y de la cual ni siquiera sus mejores consejeros y colaboradores se pudieron percatar, una trampa de la que sólo sus magistrales planificadores Enrique Peña Nieto y su asesor Luis Videgaray tenían pleno conocimiento. Vendría siendo la horca que precisamente ahora le está empezando a apretar el pescuezo, revelándose por fin como una jugada de altura pocas veces vista en el tablero de ajedrez de la política internacional.

El hecho es que, de acuerdo a un reporte publicado por la revista Time, Trump pudo haber violado la ley norteamericana en su visita a México.

El eje central de la acusación hecha por la revista Time se basa en la siguiente pregunta comprometedora: ¿quién pagó el costo del traslado de Trump en helicóptero hasta la residencia presidencial de Los Pinos? En la respuesta está la gravedad de lo realizado por el candidato presidencial Donald Trump, en virtud de que las leyes electorales estadounidenses prohibe en forma terminante que los costos de una visita de este tipo sean absorbidos por un gobierno extranjero, en este caso el gobierno mexicano. La ley impide a un “país extranjero hacer contribuciones, donaciones o gastar fondos relacionados con cualquier elección federal, estatal o local en Estados Unidos, ya sea directa o indirectamente”. Y no se permiten excepciones a esta ley. Cero excepciones.

El reportaje de la revista Time se titula “Mystery Surrounds Payment for Donald Trump’s Mexican Helicopter Ride”, y fue elaborado el 28 de septiembre bajo la autoría de Zeke J. Miller.

En Estados Unidos, la agencia que mantiene un ojo sobre el desarrollo de las elecciones presidenciales es la Federal Election Commission, el equivalente del Instituto Nacional Electoral, y los equipos de campaña de los candidatos presidenciales están obligados a presentarle al final de cada mes un resumen de todos los gastos relacionados con las actividades de campaña. En el reporte que fue presentado por Trump correspondiente al mes de agosto (su visita a México ocurrió el miércoles 31 de agosto) no aparece ningún pago hecho al gobierno de México por Donald Trump por el uso del helicóptero presidencial, como tampoco aparece cualquier otro gasto relacionado con dicho vuelo. Sin saber qué hacer para esquivar el cañonazo, el vocero Hope Hicks, dijo que “los gastos relacionados con este viaje no tenían vencimiento para este reporte (agosto) y deberán aparecer en el siguiente reporte (correspondiente al mes de septiembre)”. Si a Trump se le envió una factura por el viaje en septiembre, se podría esperar que reportase dicho gasto hasta el siguiente mes.

Por su parte, el abogado Charles Spies, abogado electoral del Partido Republicano, agregó que  “no es permisible que un gobierno extranjero haga contribuciones a una campaña federal, de modo tal que la campaña tendría que reembolsar al gobierno mexicano por el uso del helicóptero para evitar la acusación de una contribución en-especie no permisible”.

De acuerdo a las leyes en vigor en los Estados Unidos, si Trump no reembolsa al gobierno mexicano el costo del uso del helicóptero, podría enfrentar una investigación por parte de la Federal Election Commission, la cual podría aplicar sanciones o inclusive enviar el caso al Departamento de Justicia, aunque la comisión de seis miembros, dividida equitativamente sobre líneas partidarias, hace poco probable esta acción de castigo. Ordinariamente, una campaña que recibe contribuciones de carácter ilegal recibe una multa de $5,000 dólares, mientras que aquellos con conocimiento de causa aceptan los pagos pueden enfrentar una multa similar y hasta un año de cárcel.

En respuesta a las preguntas formuladas por los reporteros de la revista TIME, la oficina de Peña Nieto declinó formular comentario alguno sobre el costo del vuelo del helicóptero así como aclarar si habría algún reembolso.

Independientemente de las sanciones económicas que la Federal Election Commission pueda aplicarle a Donald Trump, el verdadero problema radica en el daño ocasionado a su reputación y su imagen pública faltando precisamente unas cinco semanas para que se lleven a cabo las elecciones presidenciales. ¿Quién puede sentirse muy animado a votar en favor de alguien que viola la ley llevándolo hasta la misma presidencia del país? En una elección en la cual uno de los candidatos lleva a cabo una delantera muy amplia sobre el otro de acuerdo a los sondeos de opinión, esto tal vez no tenga el suficiente peso para alterar el resultado final, pero en una contienda cerrada en la cual los dos principales candidatos se encuentran en un empate técnico, el peso de una pluma ligera puede ser suficiente para voltear el eje de la balanza hacia uno u otro lado, decidiendo el destino final.

De acuerdo al rumor, Peña Nieto y Videgaray sabían perfectamente de antemano que este escándalo tendría que ocurrir tarde o temprano, un escándalo ciertamente con implicaciones legales capaz de avergonzarle su candidatura a Donald Trump, pero peor aún con la amenaza de colapsarle su imagen pública privándole de los votos cruciales que necesita para ganar la contienda. Desde antes de que Trump confirmara su visita al gobierno de México, la Secretaría de Relaciones Exteriores de México le pudo haber advertido a Trump que tendría que contratar una limousina privada con su propio dinero para trasladarse desde el Aeropuerto hasta la residencia oficial de Los Pinos y así evitarse problemas. Pero esto no ocurrió porque la Secretaria de Relaciones Exteriores Claudia Ruiz Massieu fue tomada por sorpresa y no se le notificó en Los Pinos sino hasta un día antes del hecho, lo cual supuestamente fue también era parte del plan urdido magistralmente por Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray para hacer caer a Donald Trump en la trampa, aún a costa de embarrar temporalmente el prestigio de la presidencia de México en atención a la máxima maquiavélica que enseña que el fin justifica los medios.

De este modo, en vez de haber sido el gobierno de México el que cayó en la trampa, el que habría venido cayendo en la verdadera trampa vendría siendo Donald Trump, por obra y gracia de unos maquiavelos de altos vuelos mucho más astutos y calculadores que él.

¿Pero realmente puede ser cierto el rumor?

No, porque ello implicaría adjudicarle a Enrique Peña Nieto y a Luis Videgaray una inteligencia que no tienen individualmente ni juntos.

Desde antes de que apareciera el reportaje de la revista TIME, el escándalo ya había estallado dentro de México en el Senado cuando varios legisladores empezaron a cuestionar quién había pagado por el uso oficial del helicóptero presidencial usado para trasladar a Donald Trump hasta la residencia oficial de la presidencia. La variante que apareció con el reportaje publicado por TIME consiste en que la misma acusación hecha en México en contra del gobierno de Peña Nieto fue trasladada al exterior a la misma contienda presidencial en los Estados Unidos, con repercusiones legales directas no tanto para Enrique Peña Nieto sino para el mismo Donald Trump.

Más que el resultado de un plan maquiavélico urdido por dos ajedrecistas magistrales en la política, el desfonde que estamos viendo a resultas del escándalo ha sido una sucesión de eventos cuya secuela ni Peña Nieto ni Videgaray habían anticipado, se trata de cosas que se van dando conforme se van sucediendo en su orden natural. Cuando Donald Trump fue invitado a visitar al presidente de México en la residencia oficial, ni Peña Nieto ni Videgaray midieron las consecuencias, y eso no es lo que enseña Maquiavelo, ya que antes de tomar cualquier decisión importante hay que sopesar todas las consecuencias posibles y en función de ello tomar la decisión que se considere más apropiada o menos riesgosa. De haberle pedido opiniones a los demás miembros del gabinete, es probable que algunos hubieran dicho “no lo haga Señor Presidente, porque esto puede tener tal o cual consecuencia”. La primera consecuencia que no anticiparon los dos fracasados aspirantes a discípulos de Maquiavelo fue el calamitoso desplome de la ya de por sí muy baja popularidad del presidente Enrique Peña Nieto por haberle dado a Trump una calidad de jefe de estado que no merecía, una caída que le costó a Luis Videgaray el tener que poner su cabeza en la guillotina para ser decapitado y presentado como trofeo a las multitudes sedientas de sangre, acabando de tajo con cualquier aspiración presidencial que pudiera haber tenido Videgaray de poder suceder a Peña Nieto en la presidencia. La segunda consecuencia no anticipada fueron las duras voces de reclamo en el Palacio Legislativo sobre quién había pagado por el uso del helicóptero presidencial, ya sea Donald Trump o un pueblo de México al que el empresario payaso no ha parado de ofender en cada ocasión que puede. En otros tiempos, y estamos hablando de los tiempos de los presidentes Adolfo Ruiz Cortines o Gustavo Díaz Ordaz, nadie en el Congreso de la Unión se atrevía a hacerle cuestionamiento alguno al presidente de México, al que siempre se le respetaba e incluso se le adoraba como infalible gran Tlatoani. Pero este es otro México, y el Poder Ejecutivo ha dejado de tener predominancia absoluta sobre el Poder Legislativo. La tercera consecuencia no anticipada fue la publicación del reportaje de la revista TIME, elevando el escándalo a niveles internacionales. La cuarta consecuencia es que las leyes norteamericanas consideran no solo al que recibió el beneficio, en este caso Trump, como culpable de haber violado la ley, sino también al que otorgó el beneficio, en este caso un gobierno extranjero, el gobierno de Peña Nieto. Y la cereza en el pastel es que todo el episodio puede ser interpretado como la injerencia de un gobierno extranjero en procesos electorales internos de Estados Unidos que sólo conciernen a los mismos norteamericanos.

Hillary Clinton, mucho más conocedora de los protocolos y procedimientos por haber sido Secretaria de Estado, no le aceptó su invitación a Peña Nieto de visitar México, evitándose de este modo cometer la misma pifia que Donald Trump. No es que Peña Nieto y Videgaray en su supuesto (e inexistente) maquiavelismo hubieran anticipado de antemano que Hillary no vendría a México porque ello sería tanto como involucrar a un gobierno extranjero, el gobierno de México, en los procesos electorales internos de Estados Unidos, simplemente ella fue la más lista de todos. Y así se dieron las cosas.

Salir del atolladero no es tan fácil. La presidencia de México puede, desde luego, enviarle una factura a Donald Trump por el uso del helicóptero presidencial, con la finalidad de que Trump haga el pago correspondiente y así pueda justificarse ante la Federal Election Commission por el uso del helicóptero presidencial mexicano. Pero suponiendo que fueran lo suficientemente idiotas para intentar algo como ésto, ¿cuánto se le cobraría a Donald Trump por el uso del helicóptero presidencial? Un cobro muy bajo, digamos unos mil pesos, sería tomado de inmediato por el Congreso de la Unión como un subsidio mexicano a la campaña presidencial del hombre que mucho ha injuriado a los mexicanos. Y un cobro muy alto podría verse como una nueva manera de conducir los asuntos de estado en México, vendiendo favoritismos y privilegios al que tenga dinero para pagar. Por otro lado, y si se le presenta una factura oficial a Donald Trump de parte de la presidencia (o en su caso, de parte de la Secretaría de Gobernación o de parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores), ¿por qué el Congreso de la Unión no fue notificado de antemano que se iba a rentar el helicóptero presidencial para tales propósitos, un uso de recursos oficiales que en todo caso tendría que haber sido aprobado de antemano por el mismo Congreso? ¿Y de cuando acá el helicóptero presidencial va a estar en renta? ¿También se van a poner en renta o en venta otros artículos del patrimonio nacional? Aún otra manzana de la discordia, en caso de que se elaborara a toda prisa una factura para Donald Trump, ¿cuál vendría siendo la fecha de expedición de tal factura? ¿Qué acaso el servicio de renta del helicóptero presidencial no es algo que tendría que haber sido facturado y pagado por anticipado? ¿O la garantía de pago va a depender de la buena fé y la palabra de alguien que siempre ha actuado de mala fé en contra de los mexicanos y los latinos en general, de la palabra de alguien que solo ha tenido malas palabras para los mexicanos?

No es posible esperar algo de astucia y maquiavelismo en quienes han “metido la pata” en varias ocasiones en sucesos importantes. Resulta tan asombroso como injustificable, por ejemplo, que el gobierno federal se haya dejado arrastrar en el caso de los 43 desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa a un conflicto de carácter meramente local (el gobierno federal no tuvo absolutamente nada que ver con las desapariciones de las cuales los culpables directos resultaron ser unos narcotraficantes pertenecientes al grupo Guerreros Unidos) con la complicidad directa de autoridades municipales locales (José Luis Abarca Velázquez) elegidas libremente y en forma democrática por quienes ahora no dejan de estarle echando la culpa al gobierno federal de haber orquestado un crimen de estado. El gobierno federal simple y sencillamente se debería de haber “lavado las manos” desde un principio y evitar el dejarse de ser arrastrado hacia un nido de víboras con la consecuente de que ya no se puede quitar de encima a unos ingratos que van a insistir en seguir explotando el asunto para obtener ganancias políticas y/o económicas a largo plazo que de otra manera no habrían podido obtener si el gobierno de Enrique Peña Nieto le hubiera adjudicado desde el primer momento toda la responsabilidad del esclarecimiento del asunto al gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero.

Se desecha pues el rumor que trata de adjudicar la invitación de Peña Nieto a Donald Trump un carácter magistral de trampa para afectar negativamente las esperanzas presidenciales de Trump. En todo caso, hubiera sido mucho más inteligente de Peña Nieto haber instruído a la Secretaría de Gobernación el inicio de los procedimientos formales para obtener ante el Congreso de la Unión la proclamación de Trump como persona non grata advirtiéndole a través de todos los medios oficiales y la prensa internacional que en caso de tratar de ingresar a México sería arrestado y deportado sin miramientos de regreso a los Estados Unidos. Esto sí se lo habrían aplaudido los mexicanos al presidente que no tuvo ni siquiera la inteligencia para esto.

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