jueves, 20 de octubre de 2016

USA 2016: las otras elecciones

El proceso electoral en los Estados Unidos que tanto ha jalado la atención de muchos mexicanos por las implicaciones para México como país en caso de que por azares del destino gane Donald Trump, tiene otra cara en la que muy pocos han puesto atención pese a que puede afirmarse que es casi tan importante como la elección presidencial en sí. Se trata de las elecciones con las cuales también se renovarán las sillas que ocupan varios congresistas en la Cámara de los Representantes y en la Cámara de Senadores. Y el voto puede ser decisivo aquí para darle (o negarle) al que gane la elección presidencial el apoyo que necesita para poder implementar su plan de gobierno.

En Estados Unidos el presidente no es un rey. No puede elaborar leyes en su escritorio para ordenar de inmediato el cumplimiento de las mismas. Dichas leyes tienen que ser aprobadas tanto por la Cámara de los Representantes como por la Cámara de los Senadores. Un presidente Republicano que trate de gobernar con ambas cámaras controladas por una mayoría Republicana puede esperar la aprobación casi automática de todo lo que le mande al Congreso para su aprobación, pero puede esperar una dura lucha si ambas cámaras están controladas por una mayoría del partido contrario, en este caso los Demócratas. Y lo mismo puede decirse para un presidente Demócrata.

De acuerdo a las más recientes encuestas, el candidato Republicano Donald Trump va en una caída tan vertiginosa con tan bajo índices de popularidad entre los electores, que varios de los candidatos Republicanos están temerosos de ser arrastrados a la vorágine de la derrota si los electorados de sus respectivos estados deciden “castigarlos” por su cercanía con Donald Trump. Obviamente, estos candidatos Republicanos no han invitado a Donald Trump para que los apoye en sus elecciones estatales ni quieren ser vistos con él en público en ninguna parte, ni siquiera encontrándose de pura casualidad en una franquicia de hamburguesas o pizzas; por el contrario, quieren mantenerse lo más alejados de él que sea posible.

Uno de los candidatos Republicanos que busca su reelección en estas contiendas reñidas es Paul Ryan. Actualmente es el vocero (presidente) de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos (en donde el Partido Republicano todavía cuenta con una mayoría Republicana), y Paul Ryan se está jugando el pescuezo en estas elecciones que se llevarán a cabo el próximo 8 de noviembre. Su asociación previa con Donald Trump, más por cuestiones partidistas que por simpatías mutuas entre ambos, lo tiene tan preocupado ante la incierta reacción de los electores, sobre todo los electores latinos e hispanos en contra de los cuales ha estado despotricando Trump, que el 10 de octubre Paul Ryan decidió poner una sana distancia ante los electores entre él y Trump anunciando que no defendería a Trump de sus insultos y majaderías y que no lo apoyaría en la candidatura a la presidencia. Se trata de un personaje de los más importantes dentro del Partido Republicano. Retirarle por completo su apoyo a Trump le ha costado a Paul Ryan el apoyo de otros Republicanos importantes como Jim Brindestine, pero a la hora de las elecciones a Paul Ryan lo que le importa son lo que opinen los electores de su estado y no lo que opine Brindestine.

Otro importante Republicano, el senador John McCain, también en octubre decidió poner distancia entre él y Donald Trump, temeroso de que el bufón bocón lo arrastre a una derrota en su estado de Arizona.

Un voto de repudio en contra del Partido Republicano, dentro del cual se da por seguro que irá incluído un voto de castigo enviado por los latinos y familiares de indocumentados, por las mujeres a las cuales el misógino Trump ha ofendido, y por los muchos norteamericanos que ya están hartos de Trump y del partido político que lo postuló, puede terminar convertido en un voto de repudio no solo de Trump sino en contra de cualquier candidato que esté asociado al Partido Republicano. Ya no se ve imposible que en estas elecciones el Partido Demócrata pueda recuperar el control de la Cámara de Representantes, y puede suceder que el control de la Cámara de Representantes termine regresando a manos de Nancy Pelosi. Inclusive, porque en política todo puede suceder, el colapso casi total de Donald Trump podría llevar a suficientes senadores Republicanos al precipicio como para darle a Hillary Clinton también una mayoría Demócrata también en el senado. Lo que algunos Republicanos están empezando a temer es que, de darse tales escenarios, ello podría significar el entierro del Partido Republicano como hoy se conoce. De este calibre es el impacto que puede tener el proceso electoral en la conformación de la política norteamericana.

La situación se ha vuelto tan preocupante para los miembros del Partido Republicano, que algunos han estado circulando abiertamente la idea de que Trump renuncie a su candidatura presidencial dejando la nominación presidencial del partido al hombre que escogió para ser vicepresidente, Mike Pence, el cual es mucho más cuerdo, mucho más centrado, menos extremista y más equilibrado que el bufón misógino de Trump.

Es una verdadera ironía del destino el hecho de que Hillary Clinton pueda ser la primera en oponerse a que Donald Trump renunciara a la candidatura presidencial dejándole libre el camino a Mike Pence. A ella y al Partido Demócrata les conviene que Donald Trump se mantenga como candidato hasta la recta final, porque es el hombre con el cual el Partido Republicano está expuesto a uno de los mayores descalabros de su historia.

En el estado de Texas, estado colindante con el estado de Chihuahua en donde vivo, la contienda clave para una posición dentro de la Cámara de Representantes está entre el hispano Demócrata Pete Gallego y el afroamericano Republicano Will Hurd. Pete Gallego está sacando al aire anuncios promocionales en los cuales resalta las ofensas hechas por Donald Trump a un soldado americano que murió en la guerra en Medio Oriente, y las ofensas a los latinos y las minorías, estableciendo una asociación ruinosa entre Will Hurd y Donald Trump con la cual espera provocar un voto de castigo en contra de Hurd que le permita regresar a la Cámara de Representantes sacando fuera a Will Hurd.

Con todo y lo mucho que Donald Trump detesta todo lo que tenga que ver con cualquier cosa relacionada con México y los mexicanos, al más puro estilo mexicano y emulando a los partidos de oposición hace treinta años en México que jamás aceptaban ningún triunfo en las urnas de ningún candidato del hegemónico y omnipresente Partido Revolucionario Institucional comportándose como niños chillones gritando “¡Fraude! “”¡Fraude!”, también Trump está dándole vida al espectro de un posible fraude electoral de parte del establishment para arrebatarle a Trump la presidencia norteamericana. No es remota la posibilidad de que, aprendiendo Trump de la experiencia mexicana, en caso de perder por un margen escaso de votos Donald Trump pueda pedir una anulación del proceso electoral del 8 de noviembre exigiendo que se lleven a cabo nuevos comicios, y si no... ¡al diablo con las instituciones! Pero si pierde por un amplio margen, la credibilidad de su disparatada teoría acerca de un fraude electoral en las elecciones presidenciales será casi nula y nadie le hará caso. Sin embargo, si el Partido Republicano llegara a perder en estas elecciones la mayoría de la que goza en ambas cámaras del Congreso, les queda a los Republicanos la tentadora opción de hacer suya la denuncia Trumpiana de un fraude electoral (en este caso, no tanto en contra de Donald Trump, sino en contra del Partido Republicano) sin presentar pruebas del supuesto fraude que amerite la anulación de las elecciones para llevar a cabo nuevos comicios dándole así una nueva oportunidad al Partido Republicano y sometiendo a los simpatizantes del Partido Demócrata a un proceso de desgaste y desaliento. Esta historia ya la conocemos bastante bien los que vivimos en México, aunque lo que menos esperábamos era que algún día la democracia norteamericana nos pudiera copiar no lo mejor (como la credencialización llevada a cabo por el Instituto Nacional Electoral) sino lo peorcito, o sea las actitudes de los malos perdedores, de los llorones. Y que ese fantasma ocurra sobre todo ahora que los Demócratas no necesitan hacer trampa como las trampas que seguramente hace Donald Trump en sus casinos de juego adonde van los ludópatas de Estados Unidos para hacerlo más multimillonario.

No hay comentarios.: