La esposa de mi familiar estuvo insistiendo mucho en que los fuera a visitar a la ciudad de Los Angeles, pero expuse algunas razones por las cuales no tenía muchas ganas de salir fuera del área y adentrarme en territorio norteamericano. La razón más importante de todas es que muchos norteamericanos blancos de clase media, clase alta y clase baja, gracias al triunfo de Donald Trump, no han tenido empacho alguno en sacar a flote su xenofobia, su racismo, y su odio al mexicano, sobre todo el mexicano de piel morena. Y aunque no soy prieto, siendo mexicano nacido en México el odio racista del anglosajón sigue siendo el mismo. No todos los norteamericanos lo son, pero como no tengo una varita mágica para saber por adelantado cuáles lo son y cuáles no lo son, prefiero mantenerme alejado de lo que hoy es la tierra de Trump.
Puse énfasis en el hecho de que el odio racista, xenófobo, con el cual ahora se discrimina al mexicano sobre todo en estados sureños del interior de Estados Unidos, estados a donde no fluye la inmigración mexicana porque desde hace décadas a muchos mexicanos -sobre todo indocumentados- que se arriesgan a instalarse en tales regiones no les va muy bien que digamos, todo fue a causa del hombre despreciable que el pueblo norteamericano eligió como su presidente.
En ese punto, mi familiar intervino para tratar de corregirme, diciendo que no era cierto que una mayoría del pueblo norteamericano había votado por Donald Trump, enfatizando el hecho de que Hillary Clinton le ganó al #gringoloco en el voto popular por cerca de un millón de votos (y de hecho, lo superó por unos dos millones de votos). En respuesta, tuve que decir: “¿Y acaso se supone que eso debe ser un consuelo?”.
La mejor prueba de la realidad de que fue el pueblo norteamericano el que en conjunto con todas sus leyes y sistema de gobierno votó por Donald Trump está en las palabras pronunciadas por el presidente Barack Obama tras el triunfo de Trump, cuando dijo “The people have spoken” (El pueblo ha hablado). No dijo “Casi la mitad de la gente ha hablado” o “A través del Colegio Electoral el pueblo ha hablado”, dijo con la mayor claridad y sin titubeos que el pueblo ha hablado, y todo el pueblo norteamericano debe tomar responsabilidad por lo que haga el sujeto que eligieron para ser presidente suyo por los próximos cuatro años. Todas las políticas van a ser fijadas al cien por ciento por Donald Trump, y en ello no tendrá absolutamente nada que ver Hillary Clinton ni pesará en lo absoluto el dictado de los más de sesenta millones de electores que votaron por ella. Así es la democracia, ni modo. O como dijera Winston Churchill, “la democracia es el peor sistema de gobierno excepto todos los demás”. De hecho, y sobre esta visión, me quedé corto cuando dije que el pueblo norteamericano votó en su mayoría por Donald Trump. En realidad debería haber dicho que todo el pueblo norteamericano votó por Trump, lo quieran o no, y él va a representar a todos incluyendo a los que no votaron por él.
Yo mismo había elaborado un trabajo publicado hace varios meses (el 19 de julio de 2016, para ser exactos, o sea cuatro meses atrás) destacando que Donald Trump iba a recurrir a una estrategia del amañado y anacrónico sistema electoral norteamericano que permite que un tipo, aunque pierda en el voto popular, de todos modos pueda “ganar” la elección presidencial. El trabajo se titula Trump y su as bajo la manga. Lo que yo pronosticaba en ese entonces que podía suceder en efecto sucedió, tal y como lo había anticipado.
Mi afirmación de que el pueblo norteamericano eligió a Donald Trump como su presidente sigue siendo completamente válida, por más que mi familiar quiera corregirme con sofismas fuera de lugar. Al final de cuentas, solo una persona puede ocupar la Casa Blanca, y esa persona es un racista, xenófobo, anti-inmigrante, anti-mexicano, y los que votaron por él sabían perfectamente lo que era y de cualquier modo votaron por él. Aquello por lo que luchaba Hillary Clinton no va a tener ningún peso en lo que ocurra de ahora en adelante, porque los votos que la respaldaron no sirven ahora para nada, para nada.
No se le puede echar la culpa al amañado y anacrónico sistema electoral norteamericano que permite que un tipo, aunque pierda en el voto popular, de todos modos pueda “ganar” la elección presidencial.
¿Acaso no se han estado jactando por muchos años los norteamericanos de que tienen una democracia ejemplar que debe servir de ejemplo al resto del mundo? ¿Cuántas décadas han transcurrido y han dejado ese amañado y anacrónico sistema electoral tal como está sin haberlo enviado al bote de la basura? ¿Entonces de qué les sirve poder organizarse para corregir algo que desde hace mucho tiempo debería haber sido corregido? El sistema electoral que hoy tienen lo crearon los norteamericanos, y solo ellos lo pueden modificar para que sea más representativo. Si no lo han hecho hasta ahora ya sea porque no lo quieren hacer o porque no lo pueden hacer, ello no les quita responsabilidad por haber llevado a un héroe del Ku Klux Klan a la presidencia.
El resto del mundo, Asia, Europa, Africa, Oceanía, comparten completamente mi punto de vista. A continentes enteros no les importa que la candidata moderada y mesurada con amplia experiencia política haya obtenido más votos en el voto popular. Lo único que les interesa es quién va a estar ocupando la Casa Blanca, y esa persona no es la candidata moderada y mesurada con amplia experiencia política; es el tipo irascible, impredecible, anti-mexicano, héroe de los supremacistas blancos y hasta de los grupos extremistas, y bien que lo ha demostrado el #gringoloco al haber nombrado como su jefe de asesores en el gabinete presidencial a otro tipejo de su clase llamado Stephen Bannon, y nominando para Procurador General de Justicia a otro racista xenófobo, Jeff Sessions, conocido por sus feroces posturas anti-inmigrantes y su retórica anti-mexicana, ahora amplificada por el respaldo que le dará el que va a ser el próximo presidente de los Estados Unidos por obra y gracia del pueblo norteamericano y su muy peculiar sistema electoral indigno de ser copiado por otros países como paradigma de democracia representativa.
Las posturas moderadas de Hillary Clinton no van a contar para nada. Ella es un cero a la izquierda, Así lo quiso el pueblo norteamericano. Y yo como mexicano lo mejor que puedo hacer es mantenerme lo más alejado posible de un país en el que oficialmente se me va a detestar y se me va a despreciar por el solo hecho de ser mexicano en caso de encontrarme en dicho territorio. Repito que no todos los norteamericanos son así, pero como no tengo una varita mágia o una bola de cristal para adivinar cuáles lo son y cuáles no lo son, prefiero estar del lado seguro. Pero la fobia anti-mexicana se está haciendo cada vez más evidente. Esto lo puedo ver ya en el endurecimiento de los cruces fronterizos hacia los mexicanos que van al lado norteamericano ya sea de compras o a visitar a algún amigo o familiar.
A la esposa de mi familiar le dió mucho coraje el asunto de Trump, y visiblemente enfadada dijo que no había que dejarse, que había que luchar, que se tenía que luchar para que los supremacistas blancos xenófobos de Estados Unidos no se envalentonaran en contra de los mexicanos tras el triunfo de Trump, y que no había por qué dar el brazo a torcer. Sin embargo, esa es una lucha que no me corresponde a mí, porque no soy un ciudadano norteamericano ni tengo pasaporte de residencia en dicho país. Es una lucha de ellos, de mi familiar y de su esposa, pero no es una lucha mía. Mal haría en andarme metiendo en los asuntos políticos de otros países cuando bastantes problemas hay ya en el país en que vivo, ello además de la máxima juarista (el respeto al derecho ajeno es la paz) y la doctrina Estrada que predica el respeto hacia lo que decidan otros países en sus asuntos internos. Si los norteamericanos cometieron una pifia al votar por Donald Trump, ese es un asunto que les compete exclusivamente a ellos, y no a mí. Sin embargo, si el presidente que eligieron los norteamericanos se quiere andar metiendo con México recurriendo a políticas intervencionistas propias del “gran garrote”, entonces creo que eso sí es asunto mío, y no solo mío sino de todos los mexicanos. La falta de unidad entre los mexicanos fue precisamente lo que permitió que Estados Unidos le robara a México las mismas vastas extensiones de territorio a las que para poder entrar en ellas por breves períodos de tiempo ya sea de compras o en calidad de turista se nos pide la tramitación burocrática y engorrosa de visas costosas que no se le dan a cualquiera. ¡Y todo para poder ingresar a un territorio que antes era nuestro! El gobierno norteamericano controlado en 1848 por supremacistas blancos al igual que los de ahora nos hizo lo que lo que les hizo a los nativos americanos encerrándolos en reservaciones indias a falta de campos de concentración, excepto que al menos a los nativos americanos les dejó algo de tierras mientras que a nosotros nos quitó todo, y tal parece que el nuevo presidente con su discurso de las trumpadas nos quiere propinar una nueva andanada de garrotazos.
Mi familiar ya le juró desde hace años lealtad a la bandera norteamericana, y parece estar muy orgulloso de haberlo hecho y de ser todo un American citizen, ya que si no fuera así no se habría hecho gringo. Pero esa es decisión suya, no mía. Donald Trump es su presidente, pero no el mío. Tal vez por eso quiere tratar de justificar lo injustificable y tratar de defender lo indefendible. Yo por mi parte no solo no soy ciudadano norteamericano, ni siquiera cuento ni he contado jamás en mi vida con un pasaporte de residencia norteamericano conocido como mica verde o green card. Espero al morir ser enterrado o cremado en México, y no en ese país que no conforme con haberle arrebatado a México más de la mitad de su territorio en una guerra de expansión injusta ahora destila desde los estratos superiores del Capitolio en Washington un odio creciente hacia su vecino del Sur al que ven como un apestado, como un intruso que no es bienvenido, y de ello ya nos dió una muestra Richard B. Spencer al festejar con alegría ante camaradas suyos de Alt-Right el triunfo de Donald Trump. ¡Por Dios que yo no quiero ni siquiera en mis peores pesadillas verme viviendo en Estados Unidos, y mucho menos imaginarme compartiendo un espacio como todo un American citizen al lado de un #gringoloco. Eso se lo dejo a otros que quieran convivir en el mismo país en el que habita esta clase de gente y hacer que sus hijos y nietos convivan con quienes detestan al mexicano, sobre todo al de piel morena.
El Estados Unidos de hace unos 40 años ya no existe. Esa es la nueva realidad. Y hay que aceptarla como tal. Y repito, todo esto fue lo que quiso el pueblo norteamericano junto con su sistema electoral perverso que han estado empeñados en seguir reteniendo pese a que su perversidad ha aflorado ahora en toda su magnitud. El tiempo de definiciones ha llegado.
P.D. Ignoro si existe en las redes sociales un hashtag titulado gringoloco, tal vez no exista o tal vez ya se le ocurrió a alguien (en YouTube hay un usuario que tiene dicho título, pero ese no soy yo). Lo escogí porque me pareció un buen tema de discusión para ser abierto y circulado por las redes sociales, tal vez por algunos de los lectores de esta bitácora. Si ya existe, no fuí yo su creador. Y como ni siquiera soy usuario o seguidor de Twitter en donde no tengo cuenta ni tengo planes de abrirla, no tengo intención alguna de crear #gringoloco, así que si alguien lo busca por allí y lo encuentra entonces debe de ser creación de otro, no necesariamente ligada al ya famoso Donald Trump.
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