lunes, 14 de noviembre de 2016

Tiempo de definiciones



Antes de empezar, creo que es necesario aclarar el significado de la palabra Reichstag que aparece en el cartón de arriba elaborado por el cartonista Helguera del periódico LA JORNADA que apareció publicado el 10 de noviembre de 2016. Antes del ascenso de Adolf Hitler al poder, había una democracia en Alemania, la democracia Weimar. El incendio del edificio en donde se reunían los parlamentarios alemanes, el Reichstag, fue lo que precipitó la caída de la democracia de Weimar y posibilitó el ascenso del Nazismo al poder. Se agrega además que en las elecciones en las cuales el pueblo norteamericano le dió la presidencia norteamericana a Donald Trump también se le dió una mayoría en ambas cámaras del Congreso norteamericano, tanto la Casa de los Representantes como la Cámara de Senadores, lo cual significa que Trump va a tener en sus manos un poder absoluto como pocos presidentes en la historia de los Estados Unidos lo han tenido, va a poder pasar las leyes que quiera y hacer lo que quiera. Los norteamericanos lo han convertido, en efecto, en una versión norteamericana de un emperador romano. Lo han hecho todopoderoso en el sentido humano, como en su tiempo lo fueron los emperadores romanos Julio César, Nerón y Calígula.

En una entrada previa publicada aquí el martes 18 de julio de 2016 bajo el título Trump y su as bajo la manga, escribí cómo, contrariamente a lo que muchos creían de que el próximo presidente norteamericano sería electo por el voto directo popular, el triunfo no necesariamente se lo llevaría quien tuviera la mayor cantidad de votos sino aquél que acumulara la mayor cantidad de votos en una cosa llamada el Colegio Electoral. El 18 de noviembre, día en el cual se llevaron a cabo las elecciones, muchos en México empezaron a darse cuenta a través de la televisión que el resultado se estaba definiendo no por la cantidad de votos que fuera acumulando cada candidato sino por los estados en los que fuera ganando con los votos electorales asignados a cada estado. Y nuevamente uno de los estados cruciales fue Florida. En la elección general, Hillary llevaba una ligera ventaja en la cantidad de votos por encima de Donald Trump (a las 1:48 PM del 9 de noviembre, Hillary Clinton llevaba acumulados 59,681,098 votos, en contra de 59,480,726 de Trump), pero aún obteniendo Hillary una cantidad mayor de votos generales que Donald Trump, de cualquier modo Donald Trump habría ganado, precisamente porque se sacó su as bajo la manga., se enfocó en las últimas semanas de su campaña en aquellos estados que podían darle una mayor cantidad de votos en el Colegio Electoral. Como resultado de ello, hoy se encamina a  tomar posesión de la Casa Blanca, ante la mirada de un mundo incrédulo.

No queda duda alguna sobre quiénes le ayudaron a Trump asegurar su camino hacia la Casa Blanca. Lo podemos ver en la nota aparecida el 10 de noviembre de 2016 en el periódico CRONICA bajo el encabezado La venganza del hombre blanco: “La anunciadísima ola hispana que iba a llevar a Hillary Clinton a la Casa Blanca no tuvo la suficiente fuerza. El votante negro, que se movilizó como nunca hace cuatro y ocho años para llevar a su primer representante a la Presidencia de EU, esta vez decepcionó e impidió una victoria que parecía cantada para la candidata demócrata. La venganza de las mujeres contra el candidato misógino tampoco se convirtió en una marea de votos en su contra. ¿Dónde está la clave de la victoria contra todo pronóstico de Trump? En los votantes de su raza: los blancos, y no sólo los hombres, sino también sorprendentemente las mujeres. Según The New York Times, el 58% de los hombres blancos votó a Trump, frente al 37% que hizo lo propio por Clinton. Este porcentaje se eleva a un abrumador 67% cuando se trata de hombres blancos sin estudios. La cifra es muy alta, pero era esperada. Con lo que nadie contaba es que el republicano sacase tan buen dato entre el sector de los hombres blancos con estudios: hasta un 49% se decantó por el magnate contra el 46% que votó por la ex secretaria de Estado. En cuanto a las mujeres de todas las razas, Clinton ganó con el 54% frente al 42% que obtuvo Trump. Sin embargo, las blancas tampoco le dieron la espalda a Trump. La cadena NBC señaló que entre las mujeres conservadoras el apoyo fue del 58% para Trump”.

El pueblo norteamericano ya eligió, en comicios libres expresando su voluntad soberana, a la persona que gobernará a Estados Unidos en los próximos cuatro años. Y decidió escoger precisamente a un anti-mexicano nato. Ese es el hombre que quieren que sea su próximo presidente, y con ello el pueblo norteamericano le envió un claro mensaje al pueblo de México. La frase “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos” nunca había cobrado tanta importancia ni tanta relevancia como ahora.

En toda la historia previa de los Estados Unidos, ningún presidente se había expresado jamás en una forma tan despectiva de México y de los mexicanos como Donald Trump. Ni siquiera cuando la guerra con la cual Estados Unidos le robó a México más de la mitad de su territorio el presidente norteamericano de aquél entonces vilipendió e insultó a los mexicanos con tanta dureza como lo ha estado haciendo Donald Trump calificándolos de violadores, criminales y narcotraficantes. Estamos entrando en una nueva fase en las relaciones entre México y Estados Unidos extraordinariamente incierta.

En Estados Unidos, triunfó el discurso racista, el discurso de odio xenófobo del antimexicano Donald Trump, y lo logró con 59 millones de votos de aquellos que lo apoyaron incondicionalmente pese a todas las estupideces con las que Trump se dió a conocer mundialmente. Al confirmarse el triunfo de Trump, todos los grupos supremacistas blancos que detestan a los inmigrantes mexicanos -incluso aquellos inmigrantes mexicanos que inmigraron legalmente después de una larga y paciente espera de muchos años por su cita consular- estallaron de júbilo en grandes celebraciones por la victoria del candidato antimexicano. Como prueba de esta información que algunos pudieran considerar exagerada y hasta tendenciosa, se reproduce la siguiente nota aparecida a tan solo cuatro días después de haberse llevado a cabo la elección:

Ku Klux Klan convoca a desfile para festejar victoria
AFP
Sábado 12 de noviembre de 2016


La organización racista Ku Klux Klan de Carolina del Norte convocó para diciembre un desfile para celebrar la victoria del republicano Donald Trump. En su página web, los Leales Caballeros Blancos del KKK llaman a desfilar el 3 de diciembre.

“Desfile Klan por la victoria el 3 de diciembre de 2016 en Carolina del Norte”, dice la página.

“La raza de Trump unió a mi gente”, añade la convocatoria, acompañada de una ilustración de Trump en contrapicado, que le da majestuosidad, con la leyenda “presidente de Estados Unidos”.

No se proporcionan más detalles sobre la caravana y el escueto anuncio no detalla la hora ni el lugar. De acuerdo con el diario local The News & Observer, los Leales Caballeros Blancos tienen su sede en Pelham, una pequeña localidad del norte del estado, en la frontera con Virginia. En su web, los Leales Caballeros Blancos del KKK aseguran que no son un “grupo de odio”, sino que odian “algunas cosas que ciertos grupos hacen a nuestra raza y nuestra nación”.

Lo anterior ya tenía precedentes. The Crusader (El Cruzado), el periódico oficial del Ku Klux Klan, elaboró su último número con un artículo sobre el lema de campaña del magnate, Make America Great Again (“Hacer América Grande de Nuevo”), y lo que esto significa para el grupo xenófobo, mostrando abiertamente sus simpatías por la candidatura de Donald Trump a la presidencia de EEUU. Dicha publicación “The Crusader”, que se define a sí misma como “la voz política de la América blanca cristiana”, abrió ese último número con el lema de campaña de Trump ilustrado con una foto del candidato en el que ensalza, sin nombrarlas directamente, algunas de las ideas del magnate:




Reafirmando su retórica antimexicana y dejando entrever la ideología que marcará su forma de gobernar, el presidente electo Donald Trump no tardó en nombrar a Stephen K. Bannon, el presidente de Breitbart -una publicación online ultraconservadora y panfletaria- como consejero de la Casa Blanca. La cercanía de Bannon al poder y al oído de Trump es alarmante para muchos en Estados Unidos y debe empezar a serlo ya para todos los mexicanos. Es un supremacista blanco que ha sido acusado también de antisemita, y de esto no hay duda. Bannon fue acusado en 2007 por su ex mujer, Mary Louise Piccard, de violencia doméstica y antisemitismo: aparentemente, según testificó Piccard en el juicio, Bannon estaba muy preocupado por el elevado número de judíos que asistían a la misma escuela que sus hijas. “Dijo que no le gustaba la forma en la que crían a sus hijos para ser mocosos malcríados y que no quería que las niñas fuesen a la escuela con judíos”. Su publicación, Breitbart News, es el brazo mediático de un movimiento extremista conocido como Alt-Right, o derecha alternativa. El director del Centro de Monitoreo del Odio (Hate Monitor Center) de la California State University, Brian Levin le explicó a Univision Noticias en agosto que la Alt-Right es heredera del supremacismo blanco, reempaquetado y presentado con un nuevo nombre más aceptable para las nuevas generaciones que no quieren ser identificadas con el Ku Klux Klan o los neonazis. El republicano John Weaver, quien fue estratega del gobernador de Ohio John Kasich durante su campaña presidencial, escribió: “La extrema derecha fascista y racista está representada a pasos de la Oficina Oval. Sean muy vigilantes, Estados Unidos”.

Las injurias y las burlas anti-mexicanas de tipo, algunas brutalmente ofensivas, han empezado a cobrar un auge inusitado en todos los rincones de los Estados Unidos conforme millones de norteamericanos anglosajones y blancos caucásicos finalmente se han estado quitando la máscara y van sacando al aire libre la naturaleza de su xenofobia racista que tras la Guerra de Secesión nunca se pudieron quitar de encima.

Damn Mexican greasers, go back to Mexico, we don't want you here. Pinchis Mexicanos grasientos, vuelvan a México, no los queremos aquí. Finally our dream has come true, that Mexican bullshit will be no more here in America. Finalmente nuestro sueño se ha hecho realidad, esa mierda mexicana no será nunca más aquí en Norteamérica. You Mexican dogs, leave our country, or else! ¡Perros Mexicanos, salgan de nuestra patria, o ya verán como les va! America for white anglosaxons, the rest for all those genetically deficient bastards. Estados Unidos para los anglosajones, el resto para todos aquellos bastardos genéticamente defectuosos. The browning of America will now come to an end. El amorenamiento de Estados Unidos ahora sí llegará a su fin.

Se trata de los mismos norteamericanos WASP que antes de que miles de mexicanos empezaran a emigrar de México hacia los Estados Unidos creyendo que todo el país acogía y recibía con los brazos abiertos a los nuevos inmigrantes que no fueran de piel blanca, llevaba a cabo rutinariamente linchamientos de negros y quema de cruces e iglesias sobre todo en los estados sureños que nunca se resignaron a la abolición de la esclavitud ordenada por el presidente Abraham Lincoln:






A estos grupos xenófobos de supremacistas blancos llenos de odio hacia todos los negros, hacia todos los judíos, hacia todos los mexicanos y en general hacia cualquiera que no pertenezca a lo que los une como lo que ahora los ha unido el triunfo de Donald Trump, se les han estado sumando otros grupos cuya ideología y principios traídos de otra parte del mundo y de otra época se creía distante hoy se muestran jubilosos y alegres ante la victoria por la presidencia de Estados Unidos de alguien con quien creen tener mucho en común, los cuales ya ni siquiera hacen esfuerzo alguno por ocultar su rostro ante la mirada del mundo entero:




Todo lo anterior demuestra, en los hechos, que una gran parte del pueblo norteamericano (no todos, y esto hay que tenerlo presente, aunque a fin de cuentas esto no cambiará el resultado final), sobre todo en las zonas rurales en donde más votos acaparó Trump, es y siempre ha sido profundamente racista, profundamente anti-negros y anti-mexicano. A muchos mexicanos ya se nos había olvidado esto, pero debemos estarle muy agradecidos a Donald Trump por habernos dado este gran recordatorio histórico. Y muchos jóvenes mexicanos de las nuevas generaciones que no lo sabían ya lo están aprendiendo de la manera más dura posible. En el pasado, muchos mexicanos de la clase media y de la clase alta que no tenían absolutamente ninguna necesidad de emigrar a los Estados Unidos por razones económicas no lo hacían precisamente por esta cuestión. No se trata simplemente de un nacionalismo mal entendido. ¿A qué mexicano en su sano juicio le agradaría la idea de irse a vivir y llevarse consigo a su familia a un país en donde el odio contra el mexicano abunda y aunque bien ocultado en el armario por varias décadas en nombre de lo políticamente correcto por fin ha sido resucitado gracias a Donald Trump, el candidato favorito de los anglosajones y los blancos caucásicos que pedían casi a gritos un freno a la nueva invasión representada por esos asquerosos y malolientes recién llegados de piel morena, precisamente el candidato que les ha demostrado a todos dentro de Estados Unidos y a todos los demás alrededor del mundo que es posible referirse a los mexicanos de una manera soez e injuriosa y aún así convertirse en presidente de los Estados Unidos por el voto popular? Esta es la verdadera cara de Estados Unidos. Este es el verdadero rostro del imperio. En México no se discrimina a los mexicanos, mientras que la pesadilla antimexicana en tierra de Trump avanza de manera irrefrenable.

Uno de los que tendrán que definirse, y pronto, es el periodista Jorge Ramos de Univisión, el cual decidió dejar México para siempre y abrazar la ciudadanía norteamericana jurándole lealtad incondicional y absoluta a la bandera de Estados Unidos, lo cual no se lo tomó en cuenta uno de los simpatizantes del entonces candidato Donald Trump que le gritó pidiéndole que se saliera fuera de un rally de apoyo a Trump. Considerando que Trump es ahora el presidente electo de los norteamericanos, habrá que ver si Jorge Ramos quiere seguir viviendo por el resto de sus días en el país del dólar (en realidad, por eso se fué de México, por su codicia y ambición del dólar), sabiendo ya el giro que ha tomado dicho país abrazando la xenofobia antimexicana. Y en la misma situación se encuentran ahora millones de mexicanos tanto indocumentados como los que se fueron a vivir a los Estados Unidos de manera legal.

Al día siguiente del triunfo, varios políticos prominentes como Paul Ryan, líder de la mayoría Republicana en el Congreso estadounidense, e inclusive la misma Hillary Clinton le pidieron al pueblo norteamericano unificarse en torno de Donald Trump como el presidente de todos los norteamericanos, sin darse cuenta o sin querer darse cuenta de que esta petición equivale a pedirle a todos los norteamericanos abrazar el discurso xenófobo y racista del anti-latino Donald Trump. El llamado de unificacion y de concordia de todos los norteamericanos en torno de Trump no se puede llevar a cabo sin abrazar al mismo tiempo todo lo que Trump representa, y a estas alturas sabemos perfectamente bien lo que representa y a quiénes representa.

Haciendo un repaso de algunas observaciones de varios académicos y analistas, encontramos un consenso de la terrible amenaza que se está gestando para México, aunque tras su victoria y con la finalidad de disimular un poco Trump está fingiendo suavizar su retórica dura. Podemos empezar con Mireille Roccati a la cual se le conoce bien en Ciudad Juárez, la cual plasmó lo siguiente en la revista Siempre! en su trabajo “La pesadilla se hizo realidad”: “El tan esperado 8 de noviembre finalmente como tenía que ser llegó, y con él la afluencia de votantes que con sus votos propiciaron la llegada al poder de una tendencia cuasi fascista de la sociedad estadounidense que, pletórica de racismo y xenofobia, permanecía larvada en espera de condiciones para emerger, asustar, sorprender y por su tamaño espantar a los propios estamentos liberales norteamericanos y al mundo entero. Es difícil entender cómo la sociedad norteamericana, una democracia admirable en muchos sentidos, tan liberal a veces, o tan conservadora en otras, pero siempre privilegiando la libertad; acotando en su esencia el autoritarismo del poder, pudiera albergar en su seno el huevo de la serpiente de un fascismo nazi, que preconiza la supremacía blanca y encuentra en los mexicanos el sustituto de los judíos en su odio. Para quienes hemos o creemos haber superado la herencia del inconsciente colectivo del antiyanquismo, sin por ello adoptar conductas o actitudes de sumisión o subordinación y hemos tenido además la suerte de defender los legítimos intereses de México en diversos temas de la relación bilateral,  y adicionalmente sentíamos que conocíamos al pueblo estadounidense; nos costaba mucho admitir la existencia de esa veta profunda tan antimexicana, tan racista, tan llena de odio. Y no es que negáramos su existencia o que no la hubiéramos percibido, solo que no la imaginábamos tan grande, tan extendida, tan a flor de piel. Por ello, la sorpresa se trasmutó en indignación y, con el resultado de la elección, angustia y desesperación. Hoy con el resultado electoral el mal ya está hecho. Ahora y aquí, lo importante es que la pesadilla es una realidad. El futuro inmediato de deportaciones, devaluaciones, crisis económica, ruptura de acuerdos comerciales y persecución criminalizada de nuestros connacionales tendrá que ser afrontada y será quizás este factor exógeno el que permita la unidad en lo esencial de todos los mexicanos”.

En su editorial “La Terca Realidad”, el analista Gerardo Galarza escribió: “Es creencia casi generalizada que el triunfo de Trump está sustentado en el racismo, el machismo, la misoginia, la intolerancia, la xenofobia y el populismo, entre otros males mayores, a los que presuntamente la humanidad entera les ha dicho muchas veces: Nunca más... sobre todo en actos conmemorativos de las derrotas humanas, luego de ver películas o leer novelas sobre las atrocidades de las que son capaces los miembros de la especie, supuestamente superior o, digamos, inteligente. Y esa creencia debe ser cierta si más de 59 millones de ciudadanos estadunidenses votaron por él (por cierto, no hay discusión alguna por el hecho de que haya obtenido menos votos populares que Hillary Clinton, porque ésas son las reglas electorales de su país y los candidatos las conocían y las aceptaron, como en elecciones presidenciales anteriores). Es decir, el problema no es sólo Trump, sino millones de sus conciudadanos que con su voto dicen que piensan como él. Donald Trump ganó las elecciones porque supo decir y prometer lo que una mayoría, o al menos la mitad de quienes asistieron a las urnas, de los ciudadanos estadunidenses, quería oír. Y ganó por sus excesos sexistas y misóginos, xenofóbicos, racistas, intolerantes, por la venganza prometida. Todos estos males encarnados en él y casi como aspiración, por diversas razones, de sus votantes: a muchos, por ejemplo, les gustaría ser millonarios y rodearse de mujeres hermosas; a muchas les gustaría ser la mujer de un millonario; otros quieren conservar su empleo o recuperarlo o, simplemente, recuperar el sentimiento de superioridad por motivos de raza, de nacionalidad o de situación socioeconómica”.

Otro conocido editorialista, Hermann Bellinghausen, no menos pesimista que los que ya he mencionado, elaboró un artículo del cual no daré mayores detalles, porque su solo título “Fascismo que viene” habla por sí solo.

Un conocido político local de Ciudad Juárez escribió esto: “En los lugares donde se presentó, Trump expresó lo que su audiencia quería escuchar, en los estados sureños tradicionalmente racistas, exacerbó su resentimiento, lanzándose y despotricando contra los migrantes mexicanos, al culparlos de las calamidades sociales y económicas que hostigan a los ciudadanos, incitando a los ultra conservadores contra nuestros paisanos, quienes junto a sus familias en México encaran un futuro poco propicio. No debemos albergar esperanzas de que se retracte de sus ominosas declaraciones, Trump fue ingenuo quizás, pero podemos tener la certeza de que el muro será su bandera, insistirá en gravar las remesas para obtener fondos y construir así su infamante muro. La vida en la frontera no será la misma, la comunidad binacional que a diario cruza la línea divisoria, enfrentará más duros procesos de revisión, los trabajadores de la maquiladora estarán bajo el amago de perder sus empleos o pauperizar sus salarios”.

Por su parte, en un editorial suyo titulado “Indiferencia”, Sergio Sarmiento dijo: “Trump aprovechó los prejuicios de los trabajadores blancos sin estudios universitarios de esta región que piensan que los culpables de sus problemas son los inmigrantes mexicanos y el libre comercio. El rechazo al extraño, al extranjero, ha sido habitual entre los seres humanos desde tiempos prehistóricos. Siempre es fácil creer que los responsables de cualquier mal son los extranjeros, tanto los que se mudan al vecindario como los que producen bienes que compiten con los míos. Por eso triunfó el Brexit en el Reino Unido, por eso los partidos xenófobos han tenido tanto éxito en Europa. El triunfo de Trump es una victoria más del viejo tribalismo”.

En su famosa columna De Política y Cosas Peores, el politólogo y humorista Catón -del cual he ido coleccionando algunos de sus chistes que me he tomado la libertad de estar reproduciendo en esta bitácora- dijo: “Me acerco ya a los 80 años. A esa edad puede uno darse el lujo de tener ocurrencias que a algunos les parecerán de loco y a otros de hombre sabio. Por ejemplo, juré que si Trump era elegido presidente no volvería yo a pisar territorio norteamericano, por la forma grosera en que ofendió a los mexicanos y por sus amenazas contra México. Cumpliré mi promesa ahora que la ominosa pesadilla se ha vuelto realidad. Digo adiós a los sencillos goces que me hacían ir “al otro lado”: mi jubilosa adquisición de libros en Barnes & Noble; mi compra de chácharas en el Dollar Tree; mi búsqueda de lindas antiguallas en el mercadito de los domingos en Port Isabel; mis desayunos en familia en Wendy's; mis solitarios paseos de madrugada por la playa de la Isla del Padre. La verdad -se los digo aquí en confianza-, no extrañaré demasiado esos placeres. En vez de Barnes & Noble tengo aquí a Gandhi y a mis queridas librerías de viejo. En lugar del Dollar Tree poseo la riqueza infinita de nuestros mercados de artesanías. Para suplir a la pulga de Port Isabel están las pequeñas tiendas de antigüedades a las que de vez en cuando voy. Sabrosos son los hot cakes del Wendy's, pero más ricos aún son los tacos de Los Pioneros en mi ciudad, Saltillo, o el menudo del entrañable Café Viena, o los chilaquiles del Güero de La Herradura. Tan bellas como los paseos por la playa en la Isla son mis caminatas por los pinares del Potrero de Ábrego. Así las cosas no resentiré mucho eso de no volver a cruzar ya nunca la frontera para ir al país vecino. ¿Les parece que exagero? A lo mejor. No tomaré a mal que me tilden de loco: en mi vida he hecho muchas cosas cuerdas de las cuales ahora me arrepiento, y he cometido locuras colosales que hoy me enorgullecen. No creo que por mi ausencia se colapsará la economía norteamericana. Lo que debe preocupar son los efectos que esta elección provocará en el mundo, y concretamente en México. Me azora, eso sí, ver que millones de norteamericanos piensan como Trump y son como él: comparten su pedestre nacionalismo, su xenofobia, su misoginia, su racismo, su falta de compasión humana. ¿Así actúan los ciudadanos de una nación que se supone está fincada en los ideales del bien, de la verdad, de la justicia? ¿Qué fue de conceptos fundamentales como los de cooperación internacional, respeto a las minorías, reconocimiento de la dignidad de la mujer, libertad de creencias, y otros del mismo valor? ¿Cómo es posible que ese individuo tan ignorante, tan inepto, de tan pobre calidad humana haya sido elegido para ocupar el puesto político de mayor importancia en el planeta? Con esta elección, que no dudo en calificar de trágica, la historia de los Estados Unidos retrocede un siglo. Ese país mostró muchas veces ser el mejor del mundo. Quienes votaron por Trump lo hacen ver ahora como el peor”.

La promesa mencionada arriba hecha por Catón en caso de un triunfo de Donald Trump ya había sido mencionada con anterioridad al final de la entrada en esta bitácora titulada ¿Llegó la hora de salirse de USA? que publiqué el 24 de junio de 2016, y fiel a su palabra Catón ha refrendado que cumplirá con su promesa, al igual que se anticipa que Donald Trump cumpla con todas las suyas, al pie de la letra, cueste lo que cueste, para darle credibilidad a su slogan Make America Great Again. De eso se trata todo, ¿o no?

Ante la posibilidad creciente de que Donald Trump triunfara -cosa que muchos creían imposible en julio de 2016- ya había propuesto yo en esta bitácora en la entrada titulada ¿Llegó la hora de salirse de USA?  mencionada arriba una alternativa posible en caso de que una mayoría del pueblo norteamericano conformado en una importante proporción por racistas tan xenófobos y viperinos como Donald Trump lo eligieran como el líder máximo de la Unión Americana, y esa propuesta era abandonar por voluntad propia a Estados Unidos. Es posible que algunos de los lectores de esta bitácora hayan estado pensando en mi consejo de aquél entonces, por el hecho de que la página Web del Ministerio de Inmigración de Canadá se colapsó una vez que se hizo patente la amplia ventaja electoral de la que gozaba el candidato Republicano a la Presidencia de Estados Unidos sobre la candidata Hillary Clinton. La pestaña de “inmigrar” de la página web del Ministerio de Ciudadanía e Inmigración de Canadá registró un “error interno” durante la noche electoral estadounidense, en la que todos los resultados provisionales dan como virtual ganador de las elecciones a Trump. Durante la campaña electoral, personas que actualmente viven en los Estados Unidos habían reflejado en las redes sociales la posibilidad de cruzar la frontera de su país hacia el norte. Además, las búsquedas de cómo mudarse a Canadá también aumentaron desde que Trump salió elegido como candidato del Partido Republicano. Y algunos en Canadá, como la provincia de Nueva Escocia, aprovecharon el interés de los estadounidenses para ofrecerse como refugio para aquellos que quisieran escapar de una posible presidencia de Trump. En los medios sociales, la caída de la web del Ministerio de Inmigración canadiense ha sido interpretada como consecuencia del gran número de personas residentes en los Estados Unidos que está considerando mudarse a Canadá ante la victoria de Trump. Podría terminar siendo algo así como la emigración que empezó a tener lugar en Alemania cuando Adolf Hitler llegó al poder en 1933, se salieron los que pudieron y casi un siglo después quedó confirmado que ellos fueron los primeros que se salvaron; fueron los que se quedaron aquellos a los cuales en su gran mayoría se los cargó el carajo. Esta es la imagen de la página Web del Ministerio de Inmigración de Canadá cuando quedó colapsada:




Al día siguiente de la elección, el historiador Enrique Krauze comentó en el noticiero matutino Al Despertar con Carlos Loret de Mola que el triunfo de Donald Trump es como un terremoto para México, y a México le espera una guerra no militar en varios frentes, advirtió el intelectual mexicano Enrique Krauze al comentar la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Krauze dijo que México sufrirá “un grave terremoto” y afrontará en los próximos años una guerra comercial, económica, migratoria, legal, diplomática y en otros frentes, refiriendo que ya las secuelas se sienten con el desplome del peso mexicano, y augurando que las manufacturas y la economía nacional estarán en el colimador de las batallas que se anuncian.

Está por verse, desde luego la construcción del muro Trump, el mismo muro que tras su visita a México el  hoy presidente electo de los Estados Unidos anunció y repitió hasta el cansancio en muchísimas ocasiones como una de sus promesas más solemnes que su construcción será pagada hasta el último centavo por los mexicanos, por esos cerdos mexicanos, por esos perros  latinos a los cuales hay que mantener fuera de la sacrosanta Unión Americana para así conservar la pureza de la raza blanca. Será pagado con sudor y lágrimas de esos miserables mexicanos, y de ser necesario, con sangre. Para ello Donald Trump, como comandante en jefe del Ejército norteamericano, cuenta con el aparato militar más poderoso de la historia, y ha dejado en claro que no vacilará en utilizarlo en contra de quienes llama los “enemigos de Estados Unidos” que le están robando empleos a los norteamericanos.

Ante el triunfo de Donald Trump, todos los mexicanos que jamás nos hemos desarraigado de México ni le hemos jurado lealtad a la bandera norteamericana ni hemos ido al otro lado del mundo a pelearle sus guerras al gobierno norteamericano, debemos formular seriamente una pregunta crucial y crítica a los otros mexicanos que con el espejismo del dólar se han ido a vivir a un país en donde los anglosajones y los blancos caucásicos, además de demostrarles a los latinos que el poder del voto latino no es tan poderoso como ilusamente creían, les han demostrado finalmente a esos mexicanos que viven en los Estados Unidos cuánto los detestan al escoger en voto democrático precisamente al candidato que ha prometido construír un gigantesco muro para mantener a “esos asquerosos mexicanos” fuera de territorio norteamericano. La pregunta es: ¿realmente quieren seguir viviendo en un país en el que sus hijos son aborrecidos y detestados por los anglosajones, en el que sus esposas también son detestadas por los anglosajones, y en donde a aquellos en calidad de indocumentados se les va a deportar al cumplirse la promesa que Trump les hizo a quienes votaron por él?

No debemos olvidar que Trump debe su triunfo en parte al apoyo que recibió de parte del Consejo Nacional de la Patrulla Fronteriza que representa a 17 mil agentes, la cual anunció el 30 de marzo de este 2016 su apoyo a la candidatura de Donald Trump. La gran mayoría de ellos estarán felices por el hecho de que, respaldados por el propio presidente de Estados Unidos, estarán en plena libertad de incurrir en todo tipo de abusos a los derechos humanos no sólo de los mexicanos indocumentados que capturan sino incluso hasta los que residen en dicho país legalmente, emulando el ejemplo de los policías que han hecho de la matanza de negros casi un deporte nacional que se puede practicar con plena impunidad (no hay un solo policía que haya sido enviado a prisión por haber matado a algún negro que no estaba cometiendo delito alguno).

No solo podemos anticipar una época sumamente dura todos los mexicanos que seguimos viviendo en México y a los cuales nunca nos ha agradado la idea o la posibilidad de irnos a vivir a un país tan racista como Estados Unidos, cuna de grupos supremacistas blancos de odio como el Ku Klux Klan que todavía siguen vivos y operando, más aún hoy que tienen a alguien en la presidencia que simpatiza con ellos. También se viene una época sumamente dura para todos los mexicanos que viven en los Estados Unidos y por los cuales México como país no puede hacer absolutamente nada excepto acogerlos de vuelta en caso de que quieran regresar. La mano dura empezará a caer sobre los millones de indocumentados -no todos los cuales son mexicanos- a los cuales Trump ya dijo que deportará (si es que puede, eso está por verse) en un lapso de dos años. No le importa desbaratar familias, no hizo ni siquiera mención a una consideración de ese tipo en ninguno de sus discursos de campaña. Lo prometió y tiene todas las intenciones de hacerlo, eso es lo importante. Hará todo lo que esté a su alcance para que esos puercos indeseables queden fuera de Estados Unidos, y que sus empleos y trabajos puedan ser ocupados por norteamericanos de la clase trabajadora para los cuales ahora sí habrá muchos empleos gracias a las cacerías que los agentes migratorios ya se están preparando para llevar a cabo en todo el territorio norteamericano empezando por los campos agrícolas hasta los lugares urbanos en donde se concentran mexicanos que trabajan en la industria de la construcción y en las proveedurías de servicios, todo ello aplaudido por los anglosajones y blancos caucásicos que ya echaban de menos la quema de cruces. Todo lo que necesitaban era una persona afín a la ideología de ellos sentada en el escritorio de la Oficina Oval de la Casa Blanca, y ya la tienen.

El Congreso federal en México les concedió desde hace varios años la ciudadanía mexicana a a los mexicanos que se desarraigaron de México y terminaron jurándole lealtad eterna a la bandera norteamericana adoptando la ciudadanía norteamericana aunque no tenían ninguna necesidad económica apremiante que los obligara a hacer tal cosa, entre los cuales podemos mencionar al periodista y conductor de Univisión Jorge Ramos Ávalos, a Los Tigres del Norte, a Thalía, a Kate del Castillo y Paulina Rubio. Se trata de mexicanos que, si en un momento dado por órdenes del presidente Trump, son reclutados dentro del ejército norteamericano en una conscripción obligatoria, deben estar dispuestos (¡y muchos de ellos sí lo están!) a invadir a México en nombre del gobierno norteamericano, a bombardear ciudades mexicanas y rociar de balas y químicos venenosos el suelo mexicano, si el presidente Trump así se los ordena, demostrandole con ello su lealtad y su amor a la bandera norteamericana, no a la bandera mexicana. En caso de llegar la cosa a estos extremos, todos estos falsos mexicanos se encontrarán desde luego con verdaderos mexicanos en México que nunca se han desarraigado y que están dispuestos a defender a México en contra de invasores como éstos que solo son mexicanos de nombre por razones de pura conveniencia, se encontrarán con verdaderos mexicanos dispuestos a morir peleando en defensa de México, y estos últimos son los verdaderos mexicanos, no los falsos mexicanos que dicen serlo pero no lo son. ¿Qué piensa hacer el Congreso federal de México con ellos? ¿Se les va a seguir dando una doble nacionalidad que no merecen?

Hubo mexicanos en Estados Unidos que votaron por Donald Trump pese a que el gobierno de México les concedió la ciudadanía mexicana bajo el esquema de la doble nacionalidad sin pedirles absolutamente nada a cambio para otorgarles tal derecho. ¿Realmente alguien en México se puede tragar la píldora de que estos pseudo-mexicanos que votaron por el anti-mexicano Donald Trump realmente puedan seguirse considerando como mexicanos?

Ha llegado el tiempo de las definiciones.

Lo menos que puede hacer el Congreso de la Unión en México, si realmente representa al pueblo de México como dice hacerlo, si los diputados y senadores del Congreso realmente están dispuestos a ver primero por los mexicanos que votaron por ellos antes que ver por los intereses de desarraigados extranjeros, lo menos que pueden hacer es quitarle la ciudadanía mexicana y con ello la doble nacionalidad a todos aquellos pseudo-mexicanos que haya pasado a formar parte o que pasen a formar parte de las fuerzas armadas norteamericanas, porque se trata de estadounidenses que deben estar prestos a matar mexicanos que viven y trabajan en México si así se los ordena el presidente Donald Trump. Si quieren quedarse en Estados Unidos sirviendo a un gobierno basado en la política y retórica antimexicana, allá ellos. Es su decisión y están libres de hacerlo. Pero no hay por qué seguirlos premiando en México con una doble ciudadanía que no merecen.

Estar con México, o estar contra México. No se puede comulgar con ambas cosas a la vez, no sin rebajarse a la altura de un payaso como el que ha decidido elegir y poner en la Casa Blanca la mayoría blanca supremacista de Estados Unidos, esa mayoría que ha dejado de ser la mayoría silenciosa para dejar aflorar su xenofobia y su odio racial.

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