En la guerra y en la política el exceso de confianza y la soberbia suelen pagarse muy caro. Ambas cosas van de la mano, y no faltan quienes las toman como dos caras de la misma moneda.
Hace justo diez años, en la contienda electoral para la presidencia de México, al empezar el 2006 el candidato que llevaba una clara delantera en casi todas las encuestas era Andrés Manuel López Obrador. De hecho, previamente había llevado una ventaja tan amplia en los sondeos de opinión sobre todos los demás aspirantes que muchos daban por hecho que López Obrador sería el próximo presidente de México en el período 2006-2012. El enorme margen de ventaja que tenía sobre todos los demás se había reducido considerablemente a causa de una
guerra sucia en la cual a través de anuncios radiados noche y día a través de las televisoras y financiados
ilegalmente por el Consejo Coordinador Empresasrial se le había creado mala fama como
un peligro para México. Aún así, en los inicios de 2006 seguía manteniendo una ventaja como el puntero en la mayoría de las encuestas. Hasta que un buen día cometió un error del que aún hasta la fecha no se ha logrado recuperar y del cual seguramente se arrepiente.
El primer debate televisado entre los candidatos presidenciales se llevó a cabo el martes 25 de abril de 2006. Y el gran
ausente en dicho debate fue precisamente el puntero en las encuestas, Andrés Manuel López Obrador. Si su ausencia se hubiera debido a causas de fuerza mayor, como estar internado en un hospital por una condición médica de carácter urgente, la mayoría de sus seguidores y simpatizantes habrían entendido esto como algo justificable y quizá hasta inevitable. Pero cuando López Obrador negó su presencia y participación en el primer debate presidencial, estaba en perfectas condiciones de salud. Simple y sencillamente no asistió porque no quiso. En su ausencia, el que acaparó los reflectores fue Felipe Calderón, el candidato del PAN, que no desaprovechó la oportunidad para criticar la
ausencia del puntero como un acto de arrogancia y desprecio si no de cobardía.
En la siguiente fotografía del primer debate presidencial celebrado en 2006, podemos ver a todos los aspirantes presentes excepto en el extremo derecho de la fotografía en donde hay un espacio reservado para una persona notoriamente ausente que creía estar por encima del resto de los mortales ordinarios a los cuales consideraba indignos de honrar con su presencia:
Y a partir de tal día, López Obrador cayó para siempre de la gracia de muchos televidentes en edad de votar, traduciéndose en una caída de popularidad de la que ya no se pudo recuperar. Al final, Felipe Calderón alcanzó a López Obrador logrando lo que en la estadística de las encuestas se conoce como un
empate técnico, arrebatándole a López Obrador la presidencia de México por un margen de victoria ridículamente pequeño de 0.65 por ciento, pero ganando al fin y al cabo que al final del día es lo único que importa. Y si bien es cierto que López Obrador sí se presentó al segundo debate presidencial, el daño que se hizo a sí mismo con su ausencia en el primer debate ya estaba hecho. Hasta la fecha aún no se ha podido recuperar, y no ha vuelto a ser desde entonces el puntero líder en las encuestas, ni siquiera ahora con la fundación del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) del cual es el “líder moral”.
Uno supondría que esta lección histórica de enormes proporciones debería de haber servido como escarmiento para todos aquellos que tienen grandes aspiraciones en la política y se les están empezando a subir los humos a la cabeza, pero no, porque nadie aprende ni escarmienta jamás en cabeza ajena, y el proceso electoral que acaba de concluír en Chihuahua en este 2016 es prueba de ello.
El candidato del PRI a la gubernatura de Chihuahua, Enrique Serrano Escobar:
tenía todo para ganer, tenía la mesa puesta. Su candidatura era la única que estaba apoyada por una alianza de cuatro partidos (PRI, PVEM, PT y Nueva Alianza). Gracias a sus gestiones como alcalde de Ciudad Juárez con una
carta-invitación para lograr la visita del Papa Francisco a Ciudad Juárez, el pueblo de Ciudad Juárez le estaba muy agradecido a Enrique Serrano por haber laborado intensamente desde su posición de Alcalde para lograr la visita Papal que puso a Ciudad Juárez en el mapa mundial proyectando una nueva imagen dejando atrás su reciente pasado tormentoso como la ciudad más violenta del mundo. El Papa Francisco estuvo en Ciudad Juárez el 17 de febrero de 2016 de donde partió directamente hacia Roma. Además se tenía el remozamiento de la Avenida Juárez, la construcción de la “X” (a la cual el PAN se opuso) en donde hoy se tiene la Plaza de la Mexicanidad, y muchas otras acciones y obras. Todo esto daba una gran esperanza a Enrique Serrano de poder contar con los votos necesarios para ganar la gubernatura de Chihuahua en 2016. Se creía invencible. Y se confió de más. Cometió el error mortal que ningún político y ningún General del Ejército debe de cometer. Lo mismo hicieron quienes lo rodeaban. Para el líder estatal del Partido Revolucionario Institucional, Guillermo Dowell Delgado, la ventaja de al menos 14 puntos que suponían que llevaba el candidato priísta, Enrique Serrano Escobar sobre su más cercano contrincante, Javier Corral, del Partido Acción Nacional, era “inalcanzable”, y
daba por hecho que prácticamente ya estaba definida la intención del voto en el electorado chihuahuense.
En la primera semana del mes de mayo de 2016, y por primera vez desde el inicio de la campaña política para elegir al gobernador de Chihuahua, cinco de los seis aspirantes a ocupar el cargo de gobernador se reunieron en un mismo evento convocado por la organización ciudadana #YaNoSoyEspectador, integrada principalmente por jóvenes, dándoles a los candidatos la oportunidad para exponer sus plataformas y propuestas de gobierno en caso de ganar los comicios en el evento organizado en el teatro del Instituto Tecnológico de Monterrey en la ciudad de Chihuahua. Este evento
fue celebrado con la notoria ausencia del candidato Enrique Serrano. Todos los demás candidatos estuvieron presentes en dicho foro, excepto Enrique Serrano. Posteriormente los jóvenes organizaron otro foro
en Ciudad Juárez, en donde nuevamente el que brilló por su ausencia fue el candidato del PRI Enrique Serrano.
La explicación dada por Enrique Serrano para no asistir a estos debates era simplemente que no rehuía debatir pero que tampoco buscaba ganar
concursos de oratoria.
Cuando Enrique Serrano incurrió en esas muestras de arrogancia, estaba en perfectas condiciones de salud. Si no atendió las invitaciones que le hicieron, fue simplemente y sencillamente porque no quiso. Se consideraba a sí mismo demasiado importante como para estar perdiendo su valiosísimo tiempo en atender esas reuniones con jóvenes.
En la siguiente fotografía de uno de los foros a los cuales el puntero no quiso asistir simple y sencillamente porque no quiso asistir, podemos ver en el extremo izquierdo la silla reservada para el candidato Enrique Serrano que creyéndose la
divina garza dejó plantados a quienes esperaban ver su presencia en dicho foro (el candidato en la segunda silla de izquierda a derecha es Javier Corral, que sí creyó extremadamente importante no dejar pasar esta oportunidad para exponer sus puntos de vista así como sus ataques hacia el puntero Enrique Serrano):
Los jóvenes de las comunidades estudiantiles,
la mayoría de ellos en edad de votar al haber cumplido los 18 años de edad, tomaron estos desaires como un desprecio hacia ellos, haciendo comentarios como: ¿Pues quién se cree éste vanidoso? ¿Acaso piensa que nuestro voto no cuenta? ¿Tan seguro de sí se siente éste creído que no nos consideró dignos de ser tomados en cuenta? ¿Como podemos esperar que nos trate como gobernador si ya se comporta así como candidato?
En la era de Internet, los comentarios y las críticas se propagan casi a la velocidad de la luz a través de las redes sociales, y quienes se intercomunican de este modo son precisamente los jóvenes de la generación de los
milenarios o
Generación Y. Javier Corral entendió esto a la perfección y lo usó en provecho propio mientras que Enrique Serrano se dejó “llevar por la finta” de su presunta invincibilidad y de que los votos decisivos estaban entre las grandes multitudes de gente –muchos de ellos acarreados- siendo que el campo de batalla para ganar conciencias y seguidores no está ya en los espacios públicos de las Plazas de Armas y los estadios deportivos sino en los espacios virtuales de la Web. Tampoco fue capaz Enrique Serrano, un político chapado “a la antigüita” de entender y comprender esta verdad del nuevo milenio. Si se dejó influenciar por políticos priistas cuyos tiempos ya pasaron en vez de modernizarse y ponerse a la altura de las circunstancias, si no quiso o no supo aprovechar las lecciones del pasado como la experiencia de Andrés Manuel López Obrador que le costó la presidencia de México, lo estará pagando caro en los próximos años cuando medite en lo que pudo haber sido y no será. La vida le puso una oportunidad única en bandeja de plata, y la dejó escapar. La vida rara vez da segundas oportunidades de este tipo.
Por otro lado, además del arribo de una nueva generación de cientos de miles de jóvenes
milenarios al panorama político sin conocimiento ni experiencia sobre la forma en la cual gobernó el PAN a Chihuahua en la década de los noventas, jóvenes susceptibles de ser fascinados y enganchados con propaganda política propia del nuevo milenio, en el lapso de las últimas dos décadas han ido muriendo decenas de miles que sí tuvieron ese conocimiento y experiencia previa. Estamos hablando del reemplazo de una generación por otra. La miopía de los dirigentes del PRI en Chihuahua –empezando por el líder estatal Guillermo Dowell- aunada a su soberbia que los hizo creer que siempre tendrían a su favor un “voto duro” hizo que la caída del PRI fuera prácticamente inevitable. En efecto, el exceso de confianza convirtió al PRI en su peor enemigo. Fue el mismo PRI el culpable de la derrota del PRI.
Hay algunos políticos (como Francisco Labastida Ochoa) que opinan que la debacle del PRI en 2016 se debió a la iniciativa de Enrique Peña Nieto a favor de los matrimonios igualitarios (bodas civiles entre homosexuales) presentada el 17 de mayo de 2016, o sea a escasas tres semanas antes de las elecciones, argumentando que esto a su vez motivó a las iglesias en México (entre ellas la Iglesia Católica) a hacer llamados repetidos a “votos razonados de conciencia” (votos de castigo en contra del PRI) para demostrarle al gobierno del Presidente priista Enrique Peña Nieto en las urnas el descontento y el repudio de las familias mexicanas en contra de las “bodas gay”. Pero esto simple y sencillamente no es así, y la mejor prueba de ello es el mismo Javier Corral. Un homosexual de nombre Patricio “Pato” Medina que llegó con una manta a favor de la adopción para parejas del mismo sexo a un evento panista encabezado por Javier Corral fue bien recibido por este último, y posteriormente el homosexual utilizó la fotografía del evento:
en
espectaculares para promover su propia candidatura a una diputación estatal los cuales fueron tomados por el PRI como una promoción del PRD a favor de Javier Corral. Y aunque en el PAN hubo una enorme preocupación de que esta propaganda de corte homosexual ahuyentaría a muchas personas afines al PAN, no ocurrió tal cosa (¡y hasta es posible que haya atraído los votos de homosexuales chihuahuenses a favor de Javier Corral!).
Lo más importante en este proceso electoral es que, además de las presentaciones personales en debates y foros –que el muy creído y alzado Enrique Serrano despreció-
todo se ganó y se perdió a través de los spots de televisión. Los planificadores del PRI nunca pudieron o nunca quisieron entender que la contienda se ganaría con los contenidos de los spots de televisión, porque en la gran mayoría de los casos esa iba a ser la única manera en la cual los candidatos podrían llegar e inclusive “entrar” en las casas de la gran mayoría de los electores chihuahuenses. No es cierto que los votos se ganarían “en la calle” visitando colonias populares y estrechando personalmente las manos de las familias visitadas en cada colonia, porque para un estado tan grande como Chihuahua los pocos meses disponibles que hubo para visitas y contactos personales (del mes de febrero a finales del mes de mayo) volvieron humanamente imposible para cualquier candidato el poder visitar ni siquiera el uno por ciento de los electores, y en esta imposibilidad de acceso total en persona a la gran mayoría de los electores todos los candidatos estuvieron aquí en igualdad de condiciones. Desde el principio la estrategia mediática seleccionada por el PAN para su acceso a las masas (sobre todo las masas de jóvenes que iban a votar por vez primera) fue
guerra sucia, guerra sucia, y más guerra sucia (bueno, hubo algunos promocionales con promesas utópicas, pero en su mayor parte fueron promocionales de ataque tipificando al gobernador como un pillo y al candidato del PRI a la gubernatura como su cómplice, prometiendo castigo para ambos). De hecho, al interior del PAN se han de haber quedado perplejos y azorados de que el PRI nunca respondió ni contestó en especie con la misma intensidad cada uno de los ataques empleados en los spots del PAN, pero la indiferencia mostrada por el candidato Enrique Serrano así como por el gobernador César Duarte hacia la lluvia de ataques en todo caso fue un
autogol del PRI en contra del mismo PRI con el que los estrategas del PAN no contaban de antemano pero que les cayó de perlas.
Cuando el PAN gobernó Chihuahua de 1992 a 1998 a través de Francisco Barrio Terrazas, lo hizo tan mal que mucha gente con memoria le estuvo dando la espalda al PAN por tres administraciones consecutivas (
Patricio Martínez,
José Reyes Baeza Terrazas, y
César Duarte Jácquez) abarcando un espacio temporal de 18 años. Esto significa que muchos de los jóvenes que votaron en 2016 aún no habían nacido cuando el PAN dejó de gobernar a Chihuahua. Se trata de un amplio espectro de electores sin experiencia previa vivida en carne propia de todo lo que sucedió entre 1992 y 1998, no porque lo hubiesen olvidado sino simple y sencillamente porque no estuvieron allí cuando todo sucedió. Y Enrique Serrano no hizo absolutamente nada para recordarlo y sacar a flote los hechos que ocurrieron en dicha época. ¿Para qué, si Enrique Serrano según él estaba por encima de la mundanidad y la mediocridad de la plebe? No respondió como debería haberlo hecho a la feroz
guerra sucia que le hicieron con el vigor que debería de haber mostrado, navegando siempre su barco como si las aguas estuvieran tan tranquilas como en el Mar de Cortés. Y los muchos argumentos qeu pudo haber usado en contra de Javier Corral en esos foros de jóvenes a los cuales no asistió hoy no le sirven ya de nada, y en estos días de reflexión tras la dura derrota es posible que se esté repitiendo en su cabeza ya tardíamente el famoso “si hubiera…”. Al igual que López Obrador, se infló y ahora está completamente desinflado. El hundió su propio barco.
El haber ninguneado a los jóvenes muchos de los cuales iban a votar por vez primera el 5 de junio de 2016 estrenando su credencial de elector, fue ya de por sí una actitud bastante grosera y estúpida de parte del candidato a gobernador Enrique Serrano Escobar, ganándose gratuitamente no solo el repudio de millares de jóvenes y universitarios que se comunican instantáneamente a través de las redes sociales, sino también el repudio de los padres de muchos de estos jóvenes, habido el hecho de que cuando a un padre le ningunean a su hijo considerándolo poca cosa él también se siente ninguneado. Pero si no hubiera bastado con esta pifia, el candidato priista a la alcaldía de Ciudad Juárez, Héctor “Teto” Murguía Lardizábal:
también incurrió en la misma barbaridad que terminó siendo para él su propio suicidio político, ya que también él, presumiendo ser el puntero en varias encuestas, estuvo ausente en el foro de diálogos y debates organizado el martes 3 de mayo de 2016 en el Instituto Tecnológico de Monterrey en Ciudad Juárez, seguramente inflado en su ego como un pavo real porque ya había sido electo alcalde municipal de Ciudad Juárez en tres distintas ocasiones sin ningún problema. A continuación tenemos dos fotografías de dicho evento en donde la ausencia del puntero del PRI Héctor Murguía en la segunda fotografía es más que notoria:
En el extremo izquierdo de la segunda fotografía podemos ver el sillón vacío que había sido reservado para el candidato “puntero” del PRI a la alcaldía de Ciudad Juárez. En el sitio Web de noticias en-línea
www.netnoticias.mx se asentó ésto: “Héctor Murguía Lardizábal candidato de la coalición PRI, PT, PVEM y PT, fue el gran ausente en el foro para candidatos a la Alcaldía organizado por el Tecnológico de Monterrey denominado Resonancia Política. Al momento de la presentación de cada político asistente los jóvenes oyentes reprocharon la inasistencia de Héctor Murguía de quien el moderador señaló que no acudió por tener una agenda apretada. En cada participación de los candidatos, en especial Armando Cabada, reprocharon la ausencia de el “Teto” Murguía a dicho foro”. Por su parte el sitio Web de noticias en-línea
www.juareznoticias.com asentó: “Sin la participación del (ex) alcalde del PRI a la presidencia municipal, Héctor Murguía Lardizábal, se llevó a cabo el foro en donde los aspirantes a la presidencia municipal presentaron sus propuestas a la comunidad estudiantil del Tecnológico de Monterrey. En el foro participaron los candidatos Vicky Caraveo del PAN; Juan Carlos Loera de la Rosa de Morena; Juan Francisco Domínguez de Encuentro Social; Lluvia Luna del PRD y Armando Cabada candidato independiente. El evento fue organizado por la clase de Taller de Creatividad de la División de Profesional del Tecnológico de Monterrey para que todos los candidatos hablaran sobre su plataforma política y sobre el avance de sus campañas. Entre los asistentes se desconoce por qué el candidato del PRI, Héctor Murguía no acudió al foro. Durante la mención de Murguía los asistentes lo abuchearon”. De este modo, con ambos candidatos punteros del PRI tanto a la alcaldía de Ciudad Juárez como a la gubernatura de Chihuahua ninguneando y despreciando a los jóvenes y estudiantes universitarios en todos los foros y todas las mesas de debate organizadas por los universitarios, las actitudes de ambos no podían ser tomadas de otra manera más que como una postura oficial generalizada de desprecio y ninguneo del PRI hacia todos los jóvenes en el estado de Chihuahua. Ni Héctor Murguía Lardizábal ni Enrique Serrano Escobar estuvieron en tales foros no solo para explicar sus propuestas sino para defenderse de los duros ataques que los otros candidatos les hicieron aprovechando su ausencia. No debe causar ningún asombro pues que Héctor Murguía al igual que Enrique Serrano también haya perdido las elecciones, y que las haya perdido en forma catastrófica, en razón de dos a uno (Héctor Murguía obtuvo 107 mil votos a través de su coalición de cuatro partidos PRI-PVEM-PT-Nueva Alianza, mientras que Armando Cabada obtuvo 209 mil votos), ante un candidato que nunca antes había competido y que se había lanzado solo sin el respaldo de ningún partido político. Si la juventud juarense quería desquitarse en las urnas de un ensoberbecido PRI y un ensoberbecido candidato a la alcaldia de Ciudad Juárez, lo hizo muy bien, propinándole al PRI y a sus dos “ex” punteros una lección durísima que seguramente recordarán por mucho tiempo, tal vez por el resto de sus vidas. Ellos fueron los culpables directos de su propia derrota, y nada ganan con tratar de echarle la culpa a la economía o al calentamiento global.
Héctor “Teto” Murguía Lardizábal que fue arrasado en las urnas por el candidato independiente Armando Cabada no puede ser considerado como un
daño colateral de la derrota de Enrique Serrano, lo cierto es que también se confió de más sin responder con el vigor que se requería a la despiadada guerra sucia que les estuvieron haciendo los demás candidatos (sobre todo el PAN) a los candidatos del PRI, además de haber incurrido en el misma pifia que la que cometió Andrés Manuel López Obrador cuando llevaba la delantera en casi todas las encuestas en las elecciones presidenciales de 2006. Mayor cordura y mejor tino tuvo Armando Cabada cuando faltando cuatro días para las votaciones dijo en su mítin de cierre de campaña: “Este domingo con votos les vamos a ganar, así que les pido, les suplico que no dejemos el asunto en la intención,
que no nos confiemos…” (EL DIARIO DE JUAREZ, 2 de junio de 2016). Dos días después de las elecciones, confirmada la derrota, Murguía Lardizábal
declaraba furioso a la prensa: “Vamos a sacar del PRI a los que nos traicionaron a
chingadazos”. Si su palabra ha de valer, entonces él mismo y Enrique Serrano deberían de salir del PRI dándose un bien dado puntapié en el trasero por haber traicionado al PRI con su exceso de confianza y su soberbia, le quedaron muy mal a sus seguidores que merecían un mejor General que estos dos fracasados.
En cualquier organización, en cualquier movimiento, los líderes son quienes ponen el ejemplo a seguir, son quienes marcan la pauta. Si los líderes adoptan una actitud arrogante y soberbia, incluso pedante, sus seguidores tomarán el molde y tratarán de emularlos mientras ellos crean y estén convencidos de que este tipo de actitud es lo que se espera de ellos. De tal palo, tal astilla. No es por lo tanto ningún motivo de asombro el que Enrique Serrano y sus camaradas hayan arrastrado consigo al caño del drenaje a muchos otros priistas que también estaban compitiendo por puestos públicos y que en vez de actuar como verdaderos soldados respondiendo en todos los frentes con todas las armas a su disposición a la intensa guerra sucia del PAN estuvieron perdiendo el tiempo lastimosamente usándolo para lucirse al igual que Enrique Serrano.
Si algo hubo en el PRI en Chihuahua en 2016 en abundancia fue vanidad y soberbia, mucha soberbia. Creyeron que por haber estado ganando el PRI por tres administraciones consecutivas habían regresado los tiempos de la “aplanadora priista”, los tiempos del “carro completo” cuando el PRI ganaba
de todas todas sin dejarle nada a la oposición, los tiempos de la anquilosada
dictadura de partido, los tiempos del partido único. Se les subieron los humos a la cabeza y se durmieron en sus laureles, y sucedió exactamente lo mismo que lo que pasó en la fábula
La liebre y la tortuga de
Esopo. Tenían mucho, quizá hasta demasiado, material con el cual podrían haber torpedeado la guerra sucia con la cual el PAN hizo su campaña en Chihuahua en 2016. Pero no lo usaron, porque se creían muy seguros de su triunfo. ¿No había dicho el líder estatal del PRI Guillermo Dowell que la ventaja de al menos 14 puntos que llevaba el candidato priísta Enrique Serrano Escobar sobre su más cercano contrincante Javier Corral era “inalcanzable”? ¿No se dió acaso Enrique Serrano el gusto de incurrir en el mismo error que le costó a López Obrador la presidencia de México? ¿No dijo un empleado de la empresa White Star Line durante el lanzamiento del Titanic el 31 de mayo de 1911 que “ni siquiera Dios mismo puede hundir este buque?” En términos militares, actuaron igual que el general que teniendo a su disposición una amplia batería de cientos de cañones
Howitzer decide enviar al frente de guerra únicamente a tropas de infantería, a soldados armados con fusiles porque cree que no necesita más.
Una de las muchas cosas que Enrique Serrano y Héctor Murguía pudieron haber usado en contra de Javier Corral para exhibirlo en forma negativa es el voto dado por Javier Corral en 2014 desde el Senado de la República
en contra de la
eliminación de las tarifas telefónicas de larga distancia, una eliminación que ha beneficiado directamente a millones de mexicanos y que de haber sido por Javier Corral jamás habría sido una realidad. Si los papeles hubieran estado invertidos, Javier Corral no habría dudado un solo momento en estar usando este argumento en contra de Enrique Serrano para estarlo golpeando sin parar a través de los medios y predisponer a la mayor cantidad posible de electores en contra suya, de eso trata precisamente toda
guerra sucia. Pero Enrique Serrano y Héctor Murguía no movieron un solo dedo para estar recordándoselo a los electores que suelen tener mala memoria, sobre todo los jóvenes, y de hecho no usaron absolutamente nada de lo que podrían haber usado en contra de Javier Corral porque estaban tan engreídos que creían que para ellos era imposible perder, mientras que Javier Corral luchando a brazo partido sí usó todo lo que pudo usar en contra de estos dos pavos reales que terminaron rostizados en el horno. Mientras que Javier Corral quería ganar a como diera lugar, los candidatos del PRI creían que les era imposible perder, y esta diferencia de actitudes fue lo que en contra de los pronósticos en Chihuahua le costó al PRI una derrota colosal de proporciones históricas, y no solo en Chihuahua sino en todo México.
Una táctica que los ensoberbecidos y fracasados estrategas del PRI podrían haber aprendido del PAN y podrían haber usado en provecho propio consiste, además de responder en especie y vigorosamente a la guerra sucia que les estaban haciendo desde las trincheras del PAN, en aumentar la intensidad y dureza de los ataques hacia los contrarios precisamente en los últimos tres o cuatro días antes del cierre oficial de la temporada de campañas (lo que se conoce como la
veda electoral) aunque la dureza y la naturaleza de los ataques incurran notoriamente en la ilegalidad y ameriten amonestaciones y sanciones fuertes de parte de las autoridades electorales. En el tiempo en que los ofendidos interponen una denuncia por escrito ante las autoridades electorales por la notoria ilegalidad de los ataques recibidos y los pocos días que faltan de transcurrir para la celebración de las elecciones, cualquier sanción que impongan las autoridades electorales
siempre llegará demasiado tarde, o sea después de celebradas las elecciones, como para que le pueda causar molestia alguna al ofensor si esta táctica sucia pero efectiva le ayuda a ganar. Que al fin y al cabo
hasta la fecha ninguna elección en México ha sido anulada como resultado de sanciones y amonestaciones impuestas después de las elecciones, y como lo que importa es ganar, pues a violar al máximo todas las reglas de caballerosidad y
fair play se ha dicho. Esto ocurrió precisamente en las elecciones celebradas el pasado 5 de junio en Chihuahua. En este día 16 de junio de 2016, la Sala Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) determinó sancionar con tres amonestaciones públicas al gobernador electo de Chihuahua, Javier Corral Jurado, y con una al PAN, por calumniar al gobernador César Duarte Jáquez durante la campaña electoral. Las penas fueron impuestas por la difusión de spots en radio y televisión en los que se formulan señalamientos que atribuyen delitos falsos tanto al mandatario estatal como al excandidato a gobernador Enrique Serrano Escobar. El castigo al Partido Acción Nacional (PAN) corresponde al uso indebido de la pauta de radio y televisión por vulneración del interés superior del menor en los promocionales “Guarderías” y “Quién te late”, al no acreditar la autorización de padres y madres para que los infantes sean utilizados en la propaganda. Durante una sesión pública los magistrados analizaron cinco recursos promovidos por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en contra del panista por el señalamiento de delitos falsos en promocionales de radio y televisión, de los cuales resolvieron cuatro a favor del denunciante. Al resolver el procedimiento especial sancionador SRE-PSC-79/2016, el órgano jurisdiccional estableció que “la conducta cometida por el Partido Acción Nacional y Javier Corral Jurado implicó la difusión de un promocional en radio y televisión donde se hizo una acusación sin ofrecer mayores elementos que permitieran a los ciudadanos tomar una decisión informada”. De acuerdo con el dictamen, en el spot denominado “Penitenciaría” se advierten expresiones que atribuyen directamente a Duarte Jáquez una conducta que pudiera ser reprochable, dada su calidad de servidor público, al señalar: “Estaban saqueando al estado... Dejando más pobre a nuestra gente... Robándole el futuro a tus hijos... Recuperar lo robado y ese dinero usarlo en favor de nuestra gente...”. Son “afirmaciones que resultan inexactas, toda vez que el promocional omite elementos que las sustenten”, se afirma en la sentencia judicial. En la resolución se explica que “el propósito de la amonestación pública es hacer consciencia en los infractores que la conducta realizada fue ilícita, y busca evitar la repetición de ese actuar en el futuro”. demás de “invitar a los partidos políticos para que cumplan su función constitucional como promotores de la participación de la ciudadanía, a través del sufragio libre e informado”. En el procedimiento especial sancionador RE-PSC-86/2016, el PRI acusó que en los spots “Guarderías” y “Seguridad” se atribuían al mandatario estatal y al entonces candidato a gobernador priista conductas ilícitas falsas. La Sala Especializada determinó que “es existente la inobservancia de la normativa electoral, por cuanto hace a la difusión de promocionales con contenido calumnioso, atribuido al PAN y a Javier Corral Jurado”. También resolvió que: “Se acredita la infracción relativa al uso indebido de la pauta por la difusión de propaganda electoral que afecta el interés superior de los menores, por parte del Partido Acción Nacional”. En este caso, el Tribunal determinó imponer una amonestación pública al PAN y a Corral. Conforme a la ponencia del magistrado Felipe de la Mata Pizaña, el promocional tiene la intención de crear la percepción de que Serrano Escobar y Duarte Jáquez se han conducido de manera ilegal, y en consecuencia, afecta al partido político de cuyas filas emanan”. Del análisis contextual al contenido del audiovisual denunciado se desprende que “es una conexión de frases a fin de establecer un vínculo entre los sujetos y las conductas que se mencionan de manera implícita (enriquecimiento ilícito) y explícita (robo), expuso.
Pues sí, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sancionó con tres amonestaciones a Javier Corral, pero no antes de que se llevaran a cabo las votaciones sino después de celebrados los comicios cuando el valor de estas amonestaciones para las expectativas de triunfo del PRI era prácticamente igual a cero,
y como ya se esperaba, las sentencias del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en contra de Javier Corral no condujeron a la anulación de las elecciones. El daño ocasionado al PRI y a sus candidatos en las urnas ya estaba hecho cuando se emitieron las amonestaciones, pero como lo que importa es ganar, esas amonestaciones completamente inútiles del TEPJF tal vez le siguen causando risa a Javier Corral. Pensando en esto, el PRI y sus candidatos en vez de perder su tiempo interponiendo denuncias que a la postre le resultarían absolutamente inútiles debería de haber hecho lo mismo. ¿Pero para qué, si tan confiados estaban en su triunfo?
Los resultados obtenidos en las elecciones celebradas no solo en Chihuahua sino en todo México en 2016 dejan una lección importante que el PRI debería empezar a asimilar cuanto antes si es que no quiere terminar igual de extinto que los dinosaurios:
El llamado voto duro está desapareciendo del panorama político mexicano. Ya no se puede contar con aquellos que siempre votaban “en automático” por el mismo partido sin importar el nombre del candidato postulado, eso forma parte ya de la historia, una historia cada vez más distante para las nuevas generaciones que han crecido sin haber “vivido” los tiempos del “partido único” que siempre ganaba “de todas todas”. Esto demuestra que la democracia en México está madurando.
En Ciudad Juárez, Javier Corral le ganó a Enrique Serrano por tan solo 3,664 votos. Mientras que Javier Corral obtuvo 136,106 votos Enrique Serrano obtuvo 132,442. Así pues, con un total de 268,548 votos emitidos para ambos, el margen de triunfo de Javier Corral fue de un casi ridículo 1.36 por ciento. Para ganar en Ciudad Juárez, Enrique Serrano sólo necesitaba una campaña más incluyente de los jóvenes y más agresiva para responder a los feroces ataques de
guerra sucia del PAN. Pero no, el hombre del ego inflado se consideró a sí mismo elevado a alturas tan excelsas que consideró indigno quitarse los guantes para defenderse de la guerra sucia. Estos 3,664 votos que le faltaron a Enrique Serrano muy posiblemente los habría logrado y hasta de sobra con los votos que perdió de esos estudiantes a los cuales ofendió con sus injustificados desaires y con su falta de respuesta a la guerra sucia de Javier Corral. Quizá Enrique Serrano no habría ganado en razón de dos a uno, pero sí con un margen suficiente para ganar. Y en la democracia, se gana o se pierde con un solo voto.
Ultimadamente, ¿de dónde sacó Enrique Serrano a sus más cercanos colaboradores de campaña, esos papanatas que lo estuvieron mal aconsejando e inflándole el ego con encuestas triunfalistas desconectadas de la realidad? ¿De una carpa de circo? Si así fue, ha llegado la hora de regresar a los payasos al circo, o en este caso, irse junto con ellos y perderse en la lejanía dejando que otros desde las trincheras de la oposición disfruten lo que ellos no supieron valorar, porque
la función debe continuar.
Lo sucedido en Chihuahua 2016 está destinado a convertirse en un ejemplo clásico en los libros de texto académicos acerca de la política sobre los crasos errores que se deben evitar al entrar en una contienda democrática.