sábado, 21 de enero de 2017

Duro golpe de México a cubanos de Miami



Desde hace años, el gobierno de México había mostrado una actitud generosa hacia todos los cubanos que cruzaban el territorio mexicano usando a México como trampolín para llegar a la frontera con Estados Unidos, cruzando a pie la frontera a través de alguno de los puentes internacionales sin ningún problema para ser recibidos y admitidos de inmediato con los brazos abiertos por las autoridades migratorias norteamericanas y obtener así casi de inmediato su residencia permanente en los Estados Unidos sin necesidad alguna de tener que hacer aplicación de solicitud de inmigración legal ante ningún consulado o embajada pasando a una engorrosa y burocrática lista de espera en la que a muchos les toca su turno después de unos diez años, sin necesidad de tener que cumplir con ninguna escolaridad mínima, sin necesidad de tener que someterse a exámenes médicos y tener que aprobar esos exámenes médicos, sin necesidad de nada, todos estos privilegios gracias a la política de “Pies secos, pies mojados” que estaba en vigor en Estados Unidos desde los tiempos en los que Bill Clinton era presidente de Estados Unidos.

La política discriminatoria de “Pies secos, pies mojados”, en el sentido en que era no discriminatoria en contra de los cubanos sino en contra de todos los demás inmigrantes a USA tanto legales como indocumentados de todos los demás países del mundo, terminó hace poco cuando el 12 de enero el presidente Barack Obama le dió fin a esta política que le daba un trato migratorio preferencial a los cubanos nativos de Cuba por sobre todos los demás aspirantes a inmigrar legalmente a los Estados Unidos. Los cubanos eran los únicos beneficiarios por este trato discriminatorio hacia todos los demás países del mundo.

Casi como una nota perdida, pero de enorme importancia y trascendencia sobre todo para los cubanos que residen en Miami y que están a la espera de familiares que ahora residen en Cuba pero que ansían reunirse con ellos, es la que trata de una secuela en México que el fin de la política de “Pies secos, pies mojados” trajo consigo. La nota está perdida entre otras notas periodísticas de mayor envergadura como la investidura oficial de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y la extradición de Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”, pero solo es cuestión de tiempo para que la nota comience a resonar en forma estruendosa entre la comunidad cubana de Miami.

La nota en cuestión fue dada este sábado 21 de enero de 2017 por la agencia noticiosa AFP bajo el título “Deportan a 91 cubanos varados”, y dice que México repatrió el viernes 20 de enero (ayer, precisamente el mismo día en el que Donald Trump tomó posesión de la presidencia de Estados Unidos) a 91 cubanos indocumentados que buscaban llegar a Estados Unidos, según informó el Instituto Nacional de Migración (INM) de México, una semana después de que el aún presidente Obama modificara las políticas que favorecían el ingreso de los isleños cubanos a territorio norteamericano. Se trata de 71 varones y 20 mujeres cubanos, que habían llegado a Chiapas, en la frontera con Guatemala, los cuales buscaban obtener en México “un oficio de salida, que les permitiera transitar libremente por territorio mexicano para llegar a los Estados Unidos”, una medida que se otorga a extranjeros no reconocidos por consulados de sus países. En rigor de verdad, es bien conocido entre los cubanos desesperados por inmigrar a los Estados Unidos que una vez pisando suelo mexicano las cosas se les facilitan enormemente, ya que no solo hay albergues caritativos en los que se les dá apoyo, alojamiento y comida a los migrantes de otros países en tránsito hacia los Estados Unidos, sino que podían viajar todavía hasta hace poco y sin mayores problemas desde Chiapas hasta la frontera con Estados Unidos en donde todo lo que tenían que hacer era cruzar la línea divisoria para que, en vez de ser baleados por agentes de la Border Patrol como ocurre con los indocumentados mexicanos, la recepción que tenían gracias a la política de “Pies secos, pies mojados” era inmediata y cordial. En efecto, lo difícil para esos cubanos era llegar a México, pero ya una vez en territorio mexicano podían dar por hecho que la travesía había terminado, y el ingreso por la frontera a los Estados Unidos era un mero trámite. Pero eso ya se acabó.

No es la primera vez que hay una deportación de cubanos de regreso de México a su país de origen. El Instituto Nacional de Migración deportó el viernes 12 de agosto de 2016 a 88 migrantes de Cuba, a quienes trasladó en un avión fletado desde el aeropuerto de Tapachula, Chiapas. La expulsión, que el INM llamó “retorno asistido”, ocurrió después que la embajada de la isla los reconoció como ciudadanos de su país. De los trasladados 72 eran hombres y 16 mujeres. Los migrantes se habían entregado al gobierno mexicano para solicitar un oficio de salida, que les permitiría cruzar el país hasta la frontera con Estados Unidos según denunció la organización Movimiento Migrante Mesoamericano. Hasta abril de 2016 el gobierno mexicano había entregado este documento –que funcionaba como salvoconducto para evitar la deportación- pero a partir de agosto de 2016 empezó a negar el trámite.

La deportación que ocurrió el 12 de agosto de 2016 fue la primera deportación de ciudadanos cubanos desde que en mayo de 2016 entró en vigor el Memorándum de entendimiento en materia migratoria, firmado en noviembre de 2015 durante la visita de Estado del presidente Enrique Peña Nieto a Cuba. El Memorándum fue una enmienda a un acuerdo migratorio anterior establecido en los años 80, y que básicamente estableció protocolos y reglas para la deportación de migrantes irregulares hacia la isla. Durante décadas el documento se mantuvo virtualmente sin aplicación, pues los distintos gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) por lo general no devolvían a los cubanos a su país. Cuba tampoco los reclamaba. El tema formaba parte de un acuerdo no escrito de “dejar hacer, dejar pasar” en materia migratoria, y que básicamente consistía en que México permitía el libre tránsito de su territorio a casi todas las personas en viaje a Estados Unidos. Se trata de una costumbre que se mantuvo incluso durante las administraciones del Partido Acción Nacional (PAN), cuando las relaciones diplomáticas entre ambos países se congelaron. La historia cambió en 2014 cuando Barack Obama, el presidente de Estados Unidos, declaró que existía una crisis humanitaria por la llegada de unos 60.000 niños y adolescentes centroamericanos a su país. El gobierno del mexicano Enrique Peña Nieto estableció el Plan Frontera Sur para contener el flujo de extranjeros en la frontera con Guatemala. Y un año después actualizó el acuerdo migratorio con Cuba.

No está claro quiénes fueron los primeros cubanos deportados por México ese 12 de agosto de 2016, ni tampoco el tiempo que habían permanecido en el país. El INM no informó el sitio donde permanecieron durante el período en que la embajada cubana hizo el reconocimiento de ciudadanía. El Movimiento Migrante Mesoamericano asegura que en la deportación participaron las policías Federal y la de Chiapas, así como agentes del Grupo Beta. El objetivo fue “controlar las acciones de protesta e inconformidad de los cubanos”, señala la organización civil. Los ciudadanos expulsados esperaban recibir el mismo trato de otros 4.000 connacionales suyos al inicio de 2016, quienes se habían quedado varados en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua. Los migrantes abandonaron la isla después que La Habana y Washington normalizaron sus relaciones, suspendidas desde 1959.

Miles abandonaron Cuba tras el deshielo diplomático iniciado por Barack Obama. La mayoría viajó a Ecuador –que en ese entonces no les solicitaba visa- y de allí siguieron camino hacia el norte hasta que Nicaragua les cerró la frontera, en diciembre de 2015. Un acuerdo regional les permitió seguir el viaje a través de un puente aéreo desde Centroamérica a México, que les entregó a todos una orden para abandonar el país antes de 25 días el cual les permitió entregarse a las autoridades migratorias de Estados Unidos. Pero eso es historia. La deportación de los 88 cubanos desde Tapachula es el crudo despertar del sueño cubano.

Lo duro para esos 91 cubanos que ya se encontraban en México radica en que todos ellos fueron deportados por avión de regreso a Cuba en vez de recibir un permiso temporal del gobierno mexicano para permanecer en México mientras se resolvía el asunto de su situación migratoria bajo la esperanza de que Donald Trump como nuevo presidente pudiera revertir la orden ejecutiva de Obama resinstaurando la política de “Pies secos, pies mojados”. Este tipo de permiso temporal se les podría haber dado sin problema alguno. Pero no se les dió, y bajo el argumento de que todos ellos se encontraban “administrativamente irregulares en territorio mexicano”, todos ellos fueron regresados directamente a Cuba en un avión oficial, tras obtenerse el permiso de Cuba para que la aeronave aterrizara en La Habana.

El impacto de la noticia no fue solo para esos 91 cubanos, posiblemente la mayoría de ellos con familiares en Miami que ya los estaban esperando, que fueron deportados desde México. La decisión del gobierno de México, constituyendo en efecto la adopción de una nueva política en relación a los cubanos aspirantes a inmigrar a Estados Unidos utilizando el territorio mexicano como trampolín, sorprendió a miles de cubanos en varios países de América Latina en tránsito hacia Estados Unidos, y los dejó en un limbo. El mensaje es perfectamente claro: cualquier cubano que sea encontrado en territorio mexicano sin un pasaporte y sin una visa consular expedida legalmente en Cuba, será deportado en avión en vuelo directo de regreso a Cuba, y aunque tenga familiares cubanos en Miami eso ya no le servirá absolutamente de nada.

¿Por qué el endurecimiento en la actitud del gobierno de México, afectando especialmente la reunificación de cubanos con sus familiares en Miami? Esto tiene que ver directamente con el hecho de que cubanos de Miami estuvieron apoyando a Donald Trump para lograr su triunfo en la Florida, estado que en caso de haberlo perdido le hubiera vuelto imposible el poder obtener un triunfo en la carrera presidencial. Puesto de otra manera, el que el antimexicano Donald Trump sea hoy presidente de Estados Unidos se debe en buena medida al apoyo que le dieron muchos cubanos de Miami, dándole la espalda a sus hermanos latinoamericanos y clavándole un puñal en la espalda a los mexicanos, a sabiendas de todas las amenazas que Trump ha proferido en contra de México. Esta fue la gota proverbial que derramó el vaso.

La actitud del cubano de Miami hacia el mexicano en su mayor parte ha sido una actitud de desprecio, de soberbia, incluso altanera, presumiendo cierto aire de superioridad que ahora por primera vez en décadas se está desinflando.

¿Esperaban realmente los cubanos de Miami con familiares en tránsito hacia los Estados Unidos que el pueblo de México les continuara dando la amistad que antes siempre les había dado, cuando gracias a ellos el peor enemigo de México logró ganar el estado de Florida sin el cual Trump jamás habría podido llegar a la presidencia? Hoy los cubanos de Miami están cosechando lo que sembraron, y el resentimiento es enorme.

Es posible que Donald Trump revierta la orden ejecutiva dada por Barack Obama que le puso fin a la política de “Pies secos, pies mojados”. Pero no es tan fácil dar ese paso, ya que si Trump lo hace inevitablemente tendrá costos políticos para él. Por naturaleza, Trump es racista, xenófobo, y ciertamente es un anti inmigrante hasta la médula de los huesos. Restablecer la política de “Pies secos, pies mojados” es algo que va directamente en contra de la naturaleza anti inmigrante de Trump. Por otro lado, de acuerdo con una encuesta dada a conocer por Univisión, una gran mayoría de los encuestados aprueba que se le haya dado fin a la política de “Pies secos, pies mojados”. Trump ya dijo que su primera prioridad será darle empleos bien pagados a los norteamericanos. Obviamente, no es posible que pueda cumplir su promesa si continúa admitiendo a decenas o centenas de miles de migrantes que en su mayoría carecen de estudios universitarios y que estarán compitiendo en contra de los mismos trabajadores norteamericanos por una cantidad cada vez más escasa de empleos.

En caso de revertir la política de “Pies secos, pies mojados”, las mismas organizaciones xenófobas a las cuales Donald Trump les debe también en buena medida su triunfo, como la Federation for American Immigration Reform, pegarían el grito en el cielo y entrarían en franca rebeldía, y considerando que Trump empezó su presidencia con bastantes manifestaciones de protesta en su contra, es dudoso que quiera echarse encima y en contra suya a los suyos propios. Sí, es cierto que Trump le debe mucho a los cubanos de Miami, pero también tiene facturas políticas que tienen que ser pagadas y compromisos con otros grupos de raigambre proteccionista y anti-migratoria a los cuales les tiene que rendir cuentas y que en caso de fallarles se lo pueden recordar en la reelección correspondiente a la carrera presidencial de 2010. No es tan fácil.

En el supuesto de que Trump, presionado por las circunstancias y por consejeros suyos como el racista Stephen Bannon y el procurador general Jeff Sessions que es abiertamente anti inmigrante y racista en contra de todos los latinos, decida dejar en pie la eliminación de la política de “Pies secos, pies mojados”, si con todo esto aún queda algún cubano por allí que quiera aventurarse a cruzar por territorio mexicano, a sabiendas de que en caso de ser detectado en México por las autoridades será deportado en vuelo directo de regreso a Cuba, se topará con otro problema: la construcción del gran muro fronterizo con el que Trump quiere hacer imposible el ingreso ilegal de cualquier indocumentado, incluído el indocumentado que haya salido de Cuba.

A menos de que ocurra un milagro, es posible que pronto, muy pronto, los cubanos indocumentados de Miami que se puedan producir empezarán a sufrir las mismas angustias, el mismo dolor, la misma agonía, que la que enfrentan millones de indocumentados mexicanos. Y si tal cosa llega a ocurrir, el inmigrante cubano en Estados Unidos ya no será ni mejor ni peor que cualquier inmigrante mexicano en Estados Unidos, ambos serán iguales ante la ley, en lo que toca a la dureza que se le aplicará a ambos grupos. Todo para terminar enfrentando por igual las mismas cacerías de indocumentados ordenadas por el gobierno más racista y xenófobo que se haya dado en toda la historia de la Unión Americana. Es hora de que el total de los cubanos de Miami se pongan a pensar de que en esta ocasión, y aunque fuese por esta única ocasión, se le deberían de haber unido a los latinos e hispanos en la lucha que se llevó a cabo para impedir que Donald Trump pudiera convertirse en la pesadilla que hoy se está volviendo realidad en suelo americano. Hoy ya es demasiado tarde para ello.

Post Data: El miercoles 25 de enero de 2017, precisamente el mismo día en el que Donald Trump emitió ya como presidente de los Estados Unidos una orden ejecutiva ordenando la construcción de un gigantesco muro fronterizo con México, el gobierno de México deportó a 69 cubanos regresándolos directamente a la isla de Cuba. El mensaje del gobierno de México es clarísimo: todos aquellos cubanos que residen en Miami y que están alentando a sus familiares que residen en la isla de Cuba a viajar por territorio mexicano para tratar de ingresar a territorio norteamericano, deben avisarle cuanto antes a sus familiares que ni siquiera intenten hacerlo, porque en caso de ser capturados en territorio mexicano van a terminar siendo deportados en vuelo directo de regreso a la isla de Cuba, y todo el dinero que les hayan enviado sus familiares en Miami para hacer el viaje desde algún país de centroamérica o de sudamérica será dinero tirado a la calle, todo ese dinero se perderá y sus familiares se encontrarán de regreso en Cuba sin un solo centavo.

Hay miles de cubanos varados en países como Costa Rica, y viendo el trato que se les está dando en México a todos los cubanos isleños que están llegando a M éxico en calidad de indocumentados, les sale mucho más barato y menos riesgoso regresar en avión a Cuba y desde Cuba usar otro medio que no sea México, por ejemplo viajando hacia Canadá, para desde allí tratar de internarse en territorio norteamericano. La ruta a través de México hacia los Estados Unidos para la migración cubana indocumentada puede considerarse oficialmente muerta, sobre todo a los cubanos de Miami que tengan familiares en la isla de Cuba y que votaron por Trump para darle el estado de Florida y el triunfo a Trump el enemigo declarado de México. Si los cubanos de Miami tienen algún motivo de queja, que no se vengan a quejar a México, que se vayan a quejar a Washington directamente con Trump.

Tan solo aprovecho la ocasión para pedirles a los cubanos en Miami que no anden pidiendo solidaridad ni comprensión al pueblo mexicano para ayudarles a llevarse consigo a sus familiares que residen en Cuba permitiéndoles su estancia ilimitada en México mientras tratan de ingresar a pie a territorio norteamericano. Ellos, los cubanos de Miami, no mostraron ninguna solidaridad ni comprensión con los mexicanos a la hora de que se decidiera quien iba a ser el próximo presidente de la Unión Americana, y ayudaron a ganar al que ya había dejado sentir su odio feroz en contra de todos los mexicanos. Vayan pues los cubanos de Miami desde Miami hasta Washington para pedirle solidaridad y comprensión a ese barbaján. Y se les recuerda que como la ruta de inmigración cubana hacia Estados Unidos a través de México ya ha sido cerrada, la única manera que tendrán sus familiares en la isla de Cuba para hacerlo será viajando primero hasta Canadá sin pasar por México, o bien en vuelo directo desde Cuba hacia los Estados Unidos, aunque para esto último supongo que se requiere primero que nada que haya unas relaciones diplomáticas excelentes entre el gobierno de Washington y el gobierno de Cuba, pero se advierte que el actual inquilino de la Casa Blanca ya ha dejado ver su odio y animadversión hacia el actual régimen cubano, por lo cual se antoja poco probable que los cubanos de Miami podrán sacar de la isla de Cuba a sus familiares posiblemente por mucho tiempo.

Para colmo de males (para los cubanos de Miami con familiares en la isla de Cuba), no será un gringo anglosajón racista ni un mexicano quien le pondrá la horca en el pescuezo a los inmigrantes cubanos que en calidad de indocumentados puedan llegar hasta Miami para reunirse con sus familiares que residen en Florida. Será ni más ni menos un cubano nacido en la isla de Cuba en 1954, Carlos A. Giménez, el alcalde del condado Miami-Dade, el cual ya renegó por completo de sus raíces cubanas y ha declarado que se unirá a Trump en la cacería de indocumentados (esto incluye ahora a los indocumentados cubanos) al tomar la decisión de que bajo su mandato Miami ya no será una ciudad santuario, actitud que dicho sea de paso confirma el hecho innegable de que el híbrido cubano-americano es un ser de ficción que no existe como ya se dijo aquí, ya que a la postre se puede ser cubano o se puede ser norteamericano como lo es el caso de Carlos A. Giménez, pero es imposible ser ambas cosas porque simple y sencillamente va contra natura. Y si los cubanos llegados de Cuba que ya le juraron amor y lealtad a la bandera norteamericana arrodillándose e hincándose ante ella para terminar repudiando el país de origen de sus ancestros no tienen el menor interés ni la menor intención de ayudar a los suyos propios, los cubanos isleños, ¿por qué razón habría de mostrarles mayor afecto México?

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