El jueves 12 de enero pasado el Presidente Barack Obama mediante una orden ejecutiva puso fin a la política migratoria norteamericana conocida como Pies secos, pies mojados, bajo la cual cualquier cubano que pusiera su pie en suelo norteamericano, ya fuese en la costa estadounidense o en algún otro lado (como en la frontera México-Estados Unidos), con el solo hecho de hacer tal cosa, y sin necesidad de tener que cumplir ninguno de los requisitos mínimos que cualquier otro inmigrante legal a los Estados Unidos está obligado a cumplir como el tener que proporcionar certificados de escolaridad, carecer por completo de antecedentes penales, pasar un examen de salud con análisis clínicos llevados a cabo en un laboratorio aprobado por un Consulado o una Embajada norteamericana, y sobre todo, esperar pacientemente el turno por varios años en la cola de espera que se forma para dar entrada a Estados Unidos bajo un sistema migratorio con un número anual muy limitado de visas sumado a una categoría de preferencias que vuelven muy difícil poder inmigrar legalmente a los Estados Unidos a cualquier otro habitante de cualquier otro país del mundo. Bastaba con poner pie en suelo norteamericano para tener derecho legal pleno a ser recibido en Estados Unidos y a recibir un pasaporte de residencia norteamericano en tan solo un año. En efecto, el inmigrante cubano recibía trato de primera y era beneficiario de concesiones y privilegios especiales que no recibía ningún otro inmigrante de ningún otro país de la Tierra, esto en parte gracias a las presiones ejercidas por la comunidad cubana en Miami.
El último en beneficiarse con la residencia automática para los cubanos sin necesidad de tener que hacer ningún trámite migratorio ante ninguna embajada norteamericana ni ante ningún consulado norteamericano, sin tener que estar haciendo fila en una larga lista de espera para que le toque su turno en unos diez años, sin necesidad de tener que llenar formularios, sin necesidad de tener que hacer ningún trámite burocrático, sin tener que aguantarse coraje alguno ante algún funcionario de mala cara, sin necesidad de tener que practicarse costosos exámenes médicos, sin necesidad de tener que estar recopilando mucha papelería y documentación oficial sobre su persona con copias notarizadas y apostilladas, como hoy se le pide a todos los demás aspirantes de los demás países del mundo, fue José Antonio Batista Silva. Después de él, todos los demás cubanos que quieran ingresar a territorio norteamericano sin cumplir con los mismos requisitos que se les pide a todos los demás inmigrantes del mundo, serán indocumentados indeseables. Tendrán una probadita de lo que han estado sufriendo muchos latinoamericanos a los cuales no se les dá ninguna esperanza ni opción para inmigrar legalmente a los USA. Y sufrirán la misma persecusión y cacería de la Border Patrol que se lleva a cabo en contra de los indocumentados. Serán, en efecto, indocumentados como los de cualquier otra nación. El cubano acaba de ser destronado de su posición privilegiada.
El problema para los cubanos que pretendan emigrar legalmente de Cuba hacia los Estados Unidos es que van a ser sujetos de las mismas dilaciones, de los mismos trámites burocráticos, de la misma soberbia y de la misma indiferencia que reciben ciudadanos de otros países del mundo que quieren inmigrar legalmente a los Estados Unidos, aunque tengan parientes en Miami. Y esto sí le va a doler hasta la médula del hueso a los cubanos que querían irse de Cuba a los Estados Unidos y que no cumplen ni siquiera con los requisitos mínimos que el Departamento de Estado norteamericano le exige a los ciudadanos de otros países del mundo. El trato diferenciado, el trato especial, el privilegio hasta cierto punto inmerecido, terminó, a menos de que Donald Trump como presidente dé una orden retroactiva y reinstale la política migratoria de “Pies secos, pies mojados”.
Trump como presidente puede, si se le pega la gana, reinstalar la política migratoria de "Pies secos, pies mojados". Pero de hacer tal cosa, entraría en conflicto inmediato sobre todo lo que le había prometido a sus millones de seguidores que votaron por él. El principal problema, al igual que hasta ese 12 de enero de 2017, es que cuando se le dá libre entrada a alguien a Estados Unidos sin checar primero en su país de origen si cumple con al menos una serie de requisitos mínimos, se le puede dar entrada a alguien que terminará convirtiéndose en una carga social para el gobierno de Estados Unidos, alguien cuya escolaridad tal vez no llega ni siquiera al grado más elemental (analfabetas funcionales), alguien que puede estar enfermo de alguna enfermedad contagiosa o que padezca cosas tales como VIH/SIDA, tuberculosis, lepra, en fin, hay una lista interminable. En el peor de los casos, se le puede estar dando entrada a un criminal extraordinariamente peligroso que va a terminar siendo un problema en cualquier lugar en donde se le ponga, inclusive en prisión, y si el gobierno cubano no está en disposición alguna de proporcionar al Departamento de Estado norteamericano la lista de antecedentes penales de aquellos cubanos que quieran dejar la isla de Cuba para irse a Estados Unidos, entonces no se sabrá la clase de alimaña social a la que se le ha dado entrada sino hasta que ya sea demasiado tarde y cometa alguna barbarie en Estados Unidos. Los controles consulares son precisamente para evitar este tipo de cosas.
De este modo, si Trump revierte la orden ejecutiva de Barack Obama, puede terminar admitiendo a su país sin revisión alguna individuos que no solo serán una carga social, sino incluso un peligro social, lo cual es una tunda a la intención anunciada por Trump de darle prioridad a la deportación de criminales indeseables. ¿Cómo puede prometer tal cosa, si al mismo tiempo que deporta a ciertos indeseables por una puerta, le dá entrada a otros indeseables por otra puerta? Tal vez el gobierno norteamericano que pretende dirigir Trump ya olvidó que fue precisamente durante el éxodo de Mariel que el Comandante Fidel Castro, mucho más listo que los norteamericanos, usó dicho éxodo para sacar de Cuba y enviar a Estados Unidos a lo más antisocial e incorregible que había en la isla, y no faltó quienes aseguraron que Castro aprovechó el éxodo de Mariel para vaciar las cárceles de Cuba cargándole el costo a los ingenuos norteamericanos que terminaron pagando con dólares y en muchos casos con sangre la política de puertas abiertas.
Por otro lado, Donald Trump debe en gran parte su triunfo electoral a los cubanos que residen en el estado de Florida. Desde un principio se supo que el estado de Florida era un estado que Trump necesariamente tenía que ganar, y fueron los cubanos quienes dándole la espalda a los demás latinos de Estados Unidos le permitieron obtener el triunfo en Florida. Si Donald Trump no dá marcha atrás en la eliminación de la política migratoria que daba preferencia a los cubanos sobre los demás habitantes del mundo, ello sería una soberana ingratitud e inclusive un insulto para la comunidad cubana de Miami.
Empeorando aún más las cosas para los cubanos a partir de ya, y respondiendo a una petición que le había sido formulada por los mismos cubanos que viven en Miami, Trump ha dejado ver sus intenciones de dar marcha atrás a la política de liberalización de Estados Unidos hacia Cuba si el gobierno cubano no accede a todas las demandas que Trump le quiera hacer. Si el gobierno cubano cede y se deja chantajear, entonces Trump podrá incluso imponer a su voluntad un gobierno títere acabando no solo con el modelo socialista de Cuba sino con la Cuba que los cubanos han conocido de toda la vida para terminar regresando a algo como lo que se tenía bajo el dictador Fulgencio Batista o inclusive algo todavía peor. Pero si el gobierno cubano se resiste a las amenazas de Trump, es probable que Trump endurezca el embargo estadounidense a Cuba. Pero algo así impactaría haría la vida imposible no tanto para el gobierno de Cuba como para los ciudadanos ordinarios. De este modo, los cubanos estarían ahorcados por partida doble, sin la posibilidad de poder emigrar legalmente a los Estados Unidos por ser algo prácticamente imposible de lograr tras la terminación de la política migratoria de "Pies secos, pies mojados", y por otro lado ahorcados por las restricciones impuestas por un embargo comercial endurecido por un tipo que prometió que ya como presidente lo endurecería. Y se reitera que esto último es algo que los mismos cubanos de Miami le insistieron mucho y le pidieron mucho a Donald Trump.
De haberse solidarizado los cubanos de Miami con los demás latinos del resto de Estados Unidos (y con lo cuales sienten que no tienen nada en común) en una oposición firme contra Donald Trump, haciéndole perder el estado de Florida, los cubanos que viven en Cuba no estarían enfrentando las duras disyuntivas que ahora están enfrentando por culpa de sus propios coterráneos que hoy viven en Miami. De este modo, el cubano-americano ha terminado convirtiéndose en el peor verdugo de los propios cubanos. Y si los cubanos de Miami creen que por el solo hecho de ser originarios de Cuba los asesores de Trump como Stephen Bannon les van a tener más consideraciones y les van a dar mejor trato que el que reciben los demás hispanos en Estados Unidos, es posible que van a tener enfrentar muy duro despertar pagando muy caro el no haberse solidarizado con los demás hispanos de Estados Unidos.
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