jueves, 26 de enero de 2017
¿Quién va a ser el propietario del muro Trump?
En una orden ejecutiva emitida el día de ayer miércoles 25 de enero de 2017, el Presidente Donald Trump ordenó el inicio de la construcción de su kilométrica muralla Trump, con la advertencia repetida mil veces de que la construcción del muro sería pagada de un modo u otro por todos los mexicanos como nación.
Hay un detalle que me sigue causando asombro y en el cual ninguno de los más conocidos editorialistas y analistas y comentaristas de TV se han fijado hasta ahora. El detalle no es sobre la construcción del famoso muro, sino por el muro en sí, una vez terminado.
El Presidente Trump ha dicho que todos los mexicanos habremos de pagar por dicho muro, queramos o no. Supongamos que de alguna manera se sale con su propósito y logra sacarnos dinero de nuestros bolsillos para pagar por su muro costoso, ello nos conduce de manera inevitable a una interrogante fundamental: ¿Quién va a ser el propietario del muro?
Uno de los más elementales preceptos del comercio y del derecho internacional es aquél de acuerdo al cual quien paga por algo en su totalidad se convierte en el propietario exclusivo de aquello por lo que ha pagado con su propio dinero. Este derecho de propiedad incluye lo que se conoce como la máxima del jus utendi, jus fruendi, jus abutendi; o sea el derecho al uso, al goce y a la disposición de aquello sobre lo cual se es propietario. Donald Trump como el gran empresario que dice ser debe entender perfectamente bien esto, y si no entiende ni siquiera esto entonces sus capas neuronales están dañadas más allá de cualquier esperanza de posible recuperación.
Y si los mexicanos vamos a pagar por el muro en su totalidad, eso convierte no a los estadounidenses, no al gobierno federal, y mucho menos a su Presidente, en los propietarios legítimos del muro, sino a nosotros los mexicanos. Somo nosotros los que debemos tener pleno derecho al uso, al goce y a la disposición sobre lo que queremos que se haga con dicho muro. De hecho, como financiadores de la construcción del muro, tenemos pleno derecho a que el muro sea construído de acuerdo a nuestras especificaciones, con materiales proporcionados por empresas (mexicanas, desde luego) que sean seleccionadas después de una rigurosa licitación por nosotros mismos, y usando materiales previamente aprobados por nosotros, usando para ello mano de obra seleccionada por nosotros (puros mexicanos, desde luego, para darles empleo a algunos de los muchos que tiene planeado deportar Trump a México). Es lo menos que merecemos, si a nosotros se nos va a cobrar por ello. ¿O no?
Y si Donald Trump no quiere reconocer nuestro derecho legítimo a la propiedad y posesión de algo por lo que nosotros pagamos, entonces en cualquier país del mundo y bajo cualquier legislación desde los tiempos de Moisés y Hammurabi hasta los tiempos actuales ello se definiría como un robo, un atraco, y el que comete el atraco pasaría a ser un ratero, un asaltante, un malhechor, un pillo en toda la extensión de la palabra.
No sería la primera ocasión en la historia en la que el vecino país del norte nos arrebata algo que es nuestro. Ya en 1848 nos arrebató más de la mitad de nuestro territorio, un vil y canallesco atraco por el cual hasta la fecha ninguno de los gobiernos norteamericanos bajo ningún presidente ha pedido jamás disculpa alguna. Pero ahora ya en pleno siglo XXI, en pleno tercer milenio, uno supondría que los norteamericanos ya se civilizaron un poco y ya aprendieron su lección, algo indispensable para quien en numerosas ocasiones ha insistido en convertirse en policía del mundo entero. Pero por lo visto, con el nuevo gobernante Trump a la cabeza, los norteamericanos ya se están haciendo a la idea de que, por ser una potencia militar armada hasta los dientes con bombas atómicas, puede robarle a otros lo que no es suyo, puede quitarle a sus vecinos lo que es propiedad legítima de ellos por haberlo pagado de su dinero hasta el último centavo.
Y si aquello por lo cual se paga fué construído en territorio extranjero, sigue siendo propiedad legítima del que lo pagó, no del país que aloja la obra que fué construída. Razón por la cual una vez terminado el muro y una vez pagado por nosotros los mexicanos hasta el último centavo con dinero salido de nuestros propios bolsillos, podemos reclamar el muro como nuestro y hacer con el muro lo que nosotros queramos, ya sea hacer pintas en el muro, usarlo como barda para mantener fuera de territorio mexicano a los norteamericanos indeseables que sean drogadictos y violadores y criminales, o inclusive tirarlo si se nos pega la gana, porque es nuestro muro y no de los norteamericanos. ¿O no es así, Mister Businessman en la Casa Blanca?
Si el alucinado inquilino de la Casa Blanca insiste en llevar a cabo su canallesca acción reclamando su derecho de bully de que su país se quede con la posesión completa de un muro que nosotros los mexicanos vamos a pagar de cualquier modo hasta el último centavo, cometiendo contra nosotros un atraco en toda la extensión de la palabra, entonces más nos valdría irnos olvidando de que existe un país vecino al norte de México, e ir pensando en establecer alianzas con otros países o bloques de naciones como China o la Comunidad Europea. Al menos esos países y bloques de naciones están un poco más civilizados que los norteamericanos y están en una mayor disposición de respetar las normas del derecho y del comercio internacional. Por lo pronto, voy a desempolvar los viejos discos de Chino Mandarín que tenía desde muy chiquito con la finalidad de ir aprendiendo el idioma, porque a como van las cosas parece que pronto se ofrecerá estar familiarizado con la lengua de la que parece estar destinada a ser la próxima primera potencia mundial llenando el vacío que será dejado por los Estados Unidos tras su pérdida de liderazgo y su pérdida de credibilidad.
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