martes, 3 de enero de 2017

Inglaterra, Brexit, y la hora de la verdad

Se le acabó su tiempo a Reino Unido. Hace medio año, el 23 de junio, en votación democrática los electores votaron por sacar a Inglaterra de la Comunidad Económica Europea. Tal y como lo habían pronosticado la mayoría de los economistas que habían advertido que habría consecuencias en caso de aprobarse el referéndum Brexit, la libra esterlina cayó en forma apreciable. Pero lo peor aún está por venir. Inglaterra sigue siendo miembro de la Comunidad Económica Europea con todos los privilegios y beneficios que ello trae consigo. Y por medio año los mismos políticos británicos conservadores que promovieron el Brexit han estado arrastrando los pies alegando que la salida de Inglaterra de la Unión Europea tiene que llevarse a cabo en forma pausada y ordenada, anticipando la debacle que se le vendrá encima a Inglaterra cuando ello ocurra finalmente, lo cual a su vez si empeoran las cosas en forma dramática les puede terminar costando sus carreras en el gobierno a los mismos políticos que se beneficiaron con la caída del Primer Ministro David Cameron.

Pero Inglaterra ya no puede estar fabricando más pretextos y excusas para evitar formalizar su salida de la Unión Europea. Eso fue en 2016, y ya estamos en 2017. Los electores británicos no votaron para que Inglaterra se saliera de la Unión Europea en 2017 o incluso en 2018, votaron para que se saliera a la menor brevedad posible en 2016, y el 2016 ya murió. Este 2017, por más que el “Donald Trump” inglés Boris Johnson (el cual asustado de las consecuencias de su obra retiró en forma sorpresiva su candidatura para suceder a David Cameron) y la Primera Ministra pro-Brexit Theresa May quieran seguir dándole largas al asunto, preocupados quizá al darse cuenta de que la salida de Reino Unido de la Comunidad Europea es como un divorcio para el cual ya no habrá marcha atrás, tendrán que enfrentar la realidad y las consecuencias formalizando aunque ya no estén muy de acuerdo en ello la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, y apechugar todas las consecuencias que la mayoría de los más destacados economistas han advertido que se volverán realidad a partir del momento preciso en el que se concrete la salida. Aún no hay fecha ni hora para cumplir la promesa hecha a los electores británicos, pero este 2017 van a  tener que fijar fecha y hora, porque la alternativa posible en caso de que no lo hagan es que la Comunidad Europea no esperará por tiempo indefinido a que Inglaterra continúe titubeando y vacilando por tiempo indefinido, y termine tomando la decisión de expulsar definitivamente y de una vez por todas a un país cuyos electores de cualquier modo votaron por esa misma salida y cuyos gobernantes son los mismos que promovieron la salida. Y es mil veces preferible salir por propio pie de un club muy exclusivo que ser echado por la puerta trasera perdiendo todos los beneficios y privilegios de pertenecer a un círculo selecto de países que se están constituyendo en los Estados Unidos de Europa.

Al empezar el 2017, y faltando ya tan solo tres meses del inicio esperado en marzo de las negociaciones para la ruptura con Bruselas (la Primera Ministra Theresa May prometió notificar oficialmente la salida de la Unión Europea en marzo de 2017 a más tardar, lo que supuestamente abrirá un periodo de dos largos años de negociaciones para abandonar las instituciones comunitarias y el mercado único) sobrevino la inesperada renuncia del talentoso embajador británico ante la Comunidad Europea, Ivan Rogers, muy respetado en medios europeos, un cargo que desempeñaba desde noviembre de 2013, desconociéndose las causas de su renuncia, aunque según medios británicos su relación con los partidarios del Brexit en el gobierno británico se habían deteriorado. Aled Williams, que fue portavoz de Rogers y ahora trabaja de consultor en la capital europea, escribió en Twitter que la dimisión es “una gran pérdida, no hay muchos británicos que conozcan las interioridades de Bruselas mejor que Sir Ivan”. Ivan Rogers no estaba convencido de la decisión del Brexit y la línea del gobierno británico que llevará al Reino Unido a una zona de incertidumbre peligrosa, y más que ser el eurófilo descrito por sus detractores, fuentes europeas lo describieron como un diplomático realista

Una cosa de la que ya se están dando cuenta en Inglaterra es que en caso de un descalabro a consecuencia de la salida de Inglaterra de la Comunidad Europea, todos van a terminar sufriendo las consecuencias y pagando los costos, no solamente los políticos que estuvieron promoviendo el Brexit o los electores que votaron a favor. Es previsible que a algunos les pegará más duro que a otros, pero ultimadamente todos los ingleses van a sentir alguna repercusión, sobre todo en donde más les duele, en sus bolsillos. Y no habrá muchas simpatías entre los miembros de la Comunidad Europea para acudir en auxilio de un ex miembro que despreció su membresía dentro de la Comunidad.

Como dijera Shakespeare en su obra Hamlet adaptado a la situación actual de Inglaterra, Salir o ser echado, ésa es la cuestión. Y lo único digno para el orgulloso orgullo inglés (perdón por la redundancia) es mejor salir fuera en este 2017 de la Comunidad Europea, y enfrentar valerosamente la cascada de consecuencias que ya se ven venir, las cuales pintan un panorama negro y sombrío para un país en Europa que ya no tendrá el libre acceso que tenía antes a los beneficios y privilegios de pertenecer a la Comunidad Europea. Inglaterra será como un paria, y los miembros de la Comunidad Europea tal vez no tendrán ningún reparo en tratar al tránsfuga como un apestado. “¿No es ésto, lo que querías? ¡Pues ténlo y lárgate ya! ¡Adiós!” le podrán decir a Inglaterra los demás miembros de la Comunidad Europea.

¿Y qué tal sobre la posibilidad de poder regresar a la Comunidad Europea unos años después pidiendo reingresar nuevamente? Se antoja muy difícil, porque habrá quienes entre los países miembros se opondrán darle una segunda oportunidad a un ex miembro que ya en una ocasión decidió abandonar la Comunidad Europea sentando un precedente histórico bastante desagradable, sentando un ejemplo muy malo a seguir por otros países cuando las cosas se pongan malas. Y nadie o muy pocos quieren tener dentro del club a miembros como ésos. Se quiere tener como socios a miembros que estarán con uno en las buenas y en las malas, no a los que solo quieren estar con uno en las buenas y salen corriendo en cuanto las cosas se pongan malas.

Además de que a Inglaterra prácticamente ya se le agotó su tiempo para cumplir lo que se pidió con el Brexit, a Estados Unidos también le está llegando su hora de la verdad el próximo 20 de enero, en menos de tres semanas, cuando se le entregue la presidencia a un tipo completamente impredecible, racista rabioso, xenófobo, anti-inmigrante, anti-mexicano, misógino, de ideología ultra-radical con el cual Estados Unidos ya está empezando a recolectar por adelantado la cosecha de odio e intolerancia que este tipo se encargó de sembrar en su recorrido hacia la Casa Blanca. Y se espera que la cosa se va a poner mil veces peor en cuanto Donald Trump asuma la presidencia de los Estados Unidos. Pero al igual que los votantes de Inglaterra, ésto fue por lo que votaron en Estados Unidos, y ésto es lo que tendrán por varios años, ello si el nuevo inquilino de la Casa Blanca no hace uso de su autoridad para iniciar una guerra nuclear en uno de sus desplantes irracionales para demostrarle a los demás su poder, en cuyo caso no habrá más mundo por delante, como tampoco habrá más Estados Unidos ni habrá más Donald Trump, con una versión de la vida real de la serie de televisión Jeremiah, una serie post-apocalíptica acerca de los pocos sobrevivientes que quedan tras la devastación ocasionada por un loco sentado en la Casa Blanca dando órdenes como Comandante en Jefe a un ejército al que no le queda otra opción más que obedecer sin chistar al Calígula puesto en la cima del poder por los electores norteamericanos. Si eso fue por lo que votaron en Estados Unidos, ¿de qué se asustan ahora?

Los habitantes de Cataluña, viendo lo que está por sucederles ya a partir de este año a los británicos y a los norteamericanos, deberían de poner sus barbas a remojar, antes de que los independentistas catalanes logren separar para siempre a Cataluña de España en un divorcio que, al igual que el Brexit, una vez consumado ya no tiene retroceso ni marcha atrás, es para siempre, aunque los mismos catalanes que hoy lo quieren terminen arrepintiéndose hasta la médula por haberlo querido con tanta ansiedad. Entiéndase bien que se trata de una separación cuyos efectos les puede pegar no solo a los que promueven la separación, sino también a los que se oponen a ella, las consecuencias serán para todos; a algunos les pegará mucho más duro que a otros, pero no habrá un solo catalán que no sienta alguna repercusión sobre todo en donde más puede doler, en el bolsillo. Y lo mismo va para los separatistas vascos, a los cuales solo se les recordará un viejo refrán que dice “Ten mucho cuidado con lo que deseas, porque a lo mejor se te concede, y cuando se te haya concedido tal vez te arrepentirás”. El riesgo que corre España es que, si se concretan los propósitos de todos los grupos independentistas que la forman, hasta que cada vecindad de España termine siendo independiente, el país puede quedar tan fracturado que en efecto dejará de existir, y en lugar de España en la península ibérica solo habrá un conglomerado disperso de países chiquitos sin importancia alguna para Hispanoamérica (prácticamente ningún hispanoparlante que habite en el continente americano tendrá tiempo ni ganas de ponerse a estudiar para aprender a hablar y escribir en cada uno de los varios idiomas de países chiquitos que independizados de una España que ya no existe serán simplemente algo sin verdadera importancia en el panorama internacional como lo son Malta, Grenada, Liechtenstein, Barbados, Jamaica, Mónaco y las islas Fiji a quienes nadie toma en cuenta excepto en la ONU; yo en lo particular si no tengo ni tiempo ni interés alguno en aprender un idioma como el Chino Mandarín que lo hablan mil millones de seres humanos, o el Hindi que lo hablan 380 millones de seres humanos, menos tengo tiempo o interés en aprender un idioma como el Catalán que lo hablan apenas unos nueve millones o el Euskera que no lo hablan ni siquiera un millón de vascos, y a estas comunidades independentistas les guste o no el Castellano y el Portugués son los idiomas que más se hablan en Latinoamérica y les guste o no son los idiomas que tendrán que aprender, además del Inglés, si acaso estas pequeñas comunidades ibéricas no tienen alguna intención de quedar aisladas por completo del resto del mundo).

A los ingleses que llevan medio año en la incertidumbre a causa del Brexit por el cual ellos mismos votaron ya les cayó el balde de agua fría, y van a tener que consumar su salida inevitable de la Comunidad Europea este año pero ¡ya! No les será posible continuar titubeando más allá de este 2017 con una actitud vacilante alegando que necesitan varios años adicionales para consumar la salida. O se salen por voluntad propia a la menor brevedad posible, o se verán expuestos a ser echados vergonzosamente inclusive en contra de su voluntad de un club del cual votaron salir para nunca más volver a él. Esta salida va a ser para siempre, ellos ya lo entendieron bien, y así hay que tomarla, aceptarla, y resignarse a lo inevitable, porque este 2017 al menos para los británicos ya no hay marcha atrás. No se les está acabando el tiempo, el tiempo ya se les acabó, y quieran o no quieran van a tener que fijar la fecha y la hora que tendrá que ser muy posiblemente no para 2018 a más tardar ó para 2019 sino para este mismo 2017 en el que ya está empezando a correr el reloj en contra de Inglaterra, algo de lo cual ya se dió cuenta .

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